OBERÁ (por Sergio Alvez). Francieli Rebelatto es docente de Cine y Audiovisual de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA), institución pública de educación superior con sede en Foz de Iguazú. Fue creada en 2010 por el presidente Lula da Silva, con el objetivo de “formar a futuros investigadores y profesionales a pensar sobre el futuro de América Latina en las áreas de ciencia integrada, ingeniería, humanidades, literatura, arte, ciencias sociales y aplicadas”. La UNILA tiene estudiantes de ocho países del continente.Rebelatto, fue una de las personas que arribó la semana pasada al festival internacional Oberá en Cortos, donde participó de una mesa abierta en el marco del espacio de discusión Foro Entre Fronteras. En ese contexto, PRIMERA EDICIÓN dialogó con la docente brasileña, en torno a su mirada sobre la actualidad de su país de origen. ¿Qué rescata de la experiencia en el Oberá en Cortos?Es muy interesante. Un espacio para compartir experiencias, trabajar en temáticas de interés común, en red. Nuestra filosofía en la universidad es la integración latinoamericana, y espacios como el Oberá en Cortos vienen a resignificar ese concepto desde la práctica, acá se comparte todos estos días con personas de todo el continente.¿Cuál es el panorama en Brasil con respecto a la producción audiovisual?Brasil tiene una ley de incentivo a la cultura, un sistema de mecenazgos, hay varias posibilidades. Pero a diferencia de Argentina, donde ha crecido notablemente la producción de contenidos, nosotros todavía estamos en una etapa anterior, todavía estamos reemplazando la tecnología.Un aspecto positivo es que conseguimos la ley de televisión paga, que plantea que el 30% de lo que se exhibe en la televisión que se paga, tiene que ser de producción local y hecha por productoras independientes. O sea, hay un proceso en marcha, pero es lento. Tenemos en Brasil un monopolio enorme, que es O Globo, y el camino para desmonopolizar será largo, sobre todo teniendo en cuenta la cordial relación que existe entre el Gobierno y el monopolio. No hay una intención de desmonopolizar la comunicación por parte del Gobierno de Dilma. ¿Qué análisis hace acerca de las masivas protestas populares que tuvieron lugar recientemente en su país?Desde los noventa que la gente en Brasil no se volcaba masivamente a la calle. Es complejo de entender el movimiento que se generó. Confluyeron muchísimos sectores; las redes sociales fueron muy importantes como motores de convocatoria, y hasta en un momento hubo gente que salía a la calle sin saber bien cuáles eran las consignas, pero sentía que tenían que estará ahí. Las consignas eran varias, primero lo relativo al transporte público, la corrupción, la propuesta de enmienda constitucional conocida popularmente como PEC 37 que fragilizaría el combate a la corrupción al impedir que fiscales del Ministerio Público realicen investigaciones en casos criminales, la educación, la salud. Las protestas dejaron muchos logros y conquistas. Hubo un cambio en la política gracias a las movilizaciones.También existen fuertes críticas hacia las inversiones públicas vinculadas al fútbol.Lo que pasa con el fútbol, con el Mundial puntualmente, es que la gente ve que se invierte mucho dinero público en obras que tienen que ver con ese evento, y que por otro lado hay deficiencias muy marcadas en la salud y la educación públicas. Pero además hay otra situación, y es que como se están haciendo muchas obras, abriendo calles, puentes, estadios, y demás, se está sacando a mucha gente de sus barrios, de manera violenta, atropellando, eso también genera una gran indignación. Están haciendo una limpieza de pobres por el Mundial.Si tuviera que definir el presente de su país con un adjetivo, ¿cuál utilizaría?Conservador. En líneas generales, cuando creíamos que se iba a profundizar el progresismo, Brasil se volvió un país muy conservador.





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