POSADAS. El cartel está pegado en todos los internos de las líneas 8, 17 y 27. Advierte que, en caso de no contar con presencia policial, después de las 22 las unidades no ingresarán a los barrios Prosol y Bicentenario y culminarán su recorrido en las puertas de la comisaría seccional Novena.Ese es el intento de solución que entre las autoridades y la empresa intentar dar a los pasajeros de la zona de Itaembé Miní, verdaderos rehenes de la inseguridad desde hace meses. Sólo un intento. Porque el último sábado otro colectivero vivió momentos de tensión al ser asaltado por dos ladrones en la zona.La delincuencia no respeta horarios. Y aunque la noche brinda amparo mediante la oscuridad, los malandras ahora también se animan de día. Como lo comprobó el último sábado a las 18.35 el colectivero que manejaba el interno 454 de la línea 27 del transporte urbano de pasajeros.El chofer de 31 años acababa de finalizar su recorrido sobre la avenida 200 de Itaembé Miní, entre 147 y Jauretche, frente al barrio Bicentenario, y se aprestaba a volver al ruedo cuando fue sorprendido por el primer malandra.Robusto, de tez morocha y vistiendo un buzo con capucha, el ladrón se acercó al colectivero -que estaba sentado en la escalera de descenso emplazada en el medio de la unidad- y le apoyó en el estómago un arma que la víctima no alcanzó a ver, pero que sería un cuchillo.“Quedate quieto y no hagas nada”, fueron las palabras que lanzó el muchacho de ojos turbios. Segundos después, en sincronía, apareció un cómplice que se subió por la puerta delantera y se hizo de la recaudación.Con la plata en sus manos, ese ladrón huyó a la carrera y se perdió en las calles de la zona. Una vez que éste bajó, el malhechor que mantenía reducido al colectivero escapó detrás de sus pasos.En total, la dupla delictiva se alzó con 604 pesos que correspondían a la recaudación del día. Cuando al fin pudo recuperarse de la situación, el colectivero se dirigió hasta la guardia de prevención de la comisaría seccional Novena y radicó la denuncia.Hasta anoche, efectivos de esa comisaría y de Investigaciones de la Unidad Regional X montaban un operativo para dar con los autores del hecho, que no habían podido ser identificados.El episodio se suma a una extensa lista de robos cometidos en lo que va del año en Posadas. Por esos hechos, las empresas y la Policía llegaron a un acuerdo que casi nunca se cumple, que consiste en que las unidades “levanten” un uniformado antes de entrar a determinados barrios para brindar seguridad al chofer y al pasaje. Hasta el momento los resultados no son los mejores: en menos de un mes se registraron cuatro robos, es decir, a un promedio de un hecho por semana. La eterna espera de las tickeadoras electrónicasHace varios años atrás, la Comuna posadeña decretó la utilización de “tickeadoras” electrónicas para el transporte urbano de pasajeros, tal como se utilizó hasta la llegada del “SUBE” en las principales ciudades del país.La idea consistía en contar con las máquinas electrónicas por las que los pasajeros depositaban el importe del boleto y recibían el comprobante de viaje. De esa manera, el dinero quedaba resguardado en esas cajas metálicas y los choferes evitaban tener efectivo en su poder.Pero del dicho al hecho hubo un larguísimo trecho que, incluso, continúa hasta ahora. Pese a tratarse de una obligación impuesta por la Municipalidad, las empresas jamás cumplieron y todo sigue como hasta ahora.A principios de este año, desde la Municipalidad se anunció la implementación del boleto electrónico en la capital provincial, una suerte de “SUBE” en la que el pasajero cuenta con una tarjeta con “saldo virtual”, que gasta al pasar ese elemento en un aparato que deberá instalarse en cada unidad.El anuncio fue realizado el 31 de enero y, según se dijo, desde esa fecha las empresas tienen un plazo de seis meses para llevar adelante un plan integral de aplicación. El lapso indica entonces que para agosto deberían salir a la calle las primeras unidades con este sistema.Si se realiza, los colectiveros dejarían de manejar dinero y se evitarían los robos. Ojalá la historia no termine con el mismo final que el de las famosas “tickeadoras”.





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