POSADAS. “Si la ‘cana’ te agarra no cuentes nada, porque sino te degollamos y quemamos tu casa”. Esa fue la amenaza con la que Maximiliano (20) y Mariana Barberán (22) intentaron silenciar a sus compañeros de noche. Pero la conciencia pesó más que el miedo y entonces todo salió a la luz.Acusados por el crimen del remisero Alfredo Enrique Olmo Herrera (42), muerto de un balazo en la madrugada del 10 de abril de 2010, los hermanos finalmente confesaron su participación en el hecho y firmaron un juicio abreviado como coautores del homicidio en ocasión de robo. Él recibió once años de prisión; ella, diez.El acuerdo entre la defensa de ambos, a cargo de la defensora oficial Celina Silveira Márquez, y el fiscal del Tribunal Penal 2 de Posadas, el doctor Alberto Rolando Oliva, se celebró en las últimas horas y está sujeto a la homologación de ese órgano, a cargo del magistrado Roque Martín González, aunque fuentes de confianza le aseguraron a PRIMERA EDICIÓN que esas penas ya son un hecho.Así las cosas, los hermanos pasarán un largo período en prisión luego de confesar su participación en uno de los crímenes más salvajes de los últimos años en Misiones, del que ahora se conocen algunos detalles del expedienteUn robo con el peor final La trágica historia saltó a la luz alrededor de las 6.20 de aquel sábado 10 de abril de 2010, cuando un vecino de calle 43 casi 160 salió hacia su trabajo y descubrió con sorpresa que un remís Fiat Uno Fire se encontraba “chocado” frente a su casa, detrás del supermercado “Vital”, en el barrio Sesquicentenario de Posadas.Enseguida, el hombre dio aviso a la guardia de emergencias de la comisaría seccional Décima. Los policías no tardaron en llegar y confirmar lo peor: se había tratado de un homicidio.Olmo Herrera, que tenía tres hijas y había sido el primero en patentar en el país los baños químicos, yacía sobre el asiento del acompañante con un disparo de arma de fuego en la región temporal derecha del cráneo, sobre un charco de sangre. Tenía en su billetera unos 854 pesos y, además, su teléfono celular LG estaba tirado en el piso.En principio no parecía un robo y hasta se llegó a hablar de un “ajuste de cuentas”, teoría rápidamente desmentida por sus propios compañeros de trabajo, que no le conocían nada oscuro.La Policía tenía pocos indicios, hasta que un adolescente se acercó a la Justicia junto a su madre y brindó una declaración clave para el esclarecimiento del hecho.El muchachito contó que esa madrugada, cerca de las 4, compartía bebidas alcohólicas y drogas con los Barberán y otro sujeto en la plaza del barrio Villa Poujade cuando en determinado momento los hermanos dijeron que “iban a robarle a un remisero”. El adolescente pensó que se trataba de una broma y caminó junto a ellos hasta cerca de la Estación de Transferencia.Sin embargo, la intención era muy seria. Tanto que los cuatro se subieron al primer automóvil de alquiler que pasaba por el lugar, que fatídicamente era conducido por Olmo Herrera. Le pidieron un viaje al centro pero, en medio del camino, le dijeron para entrar a buscar a un amigo en el Sesquicentenario.Maximiliano se sentó atrás del conductor y Mariana en el asiento del acompañante. Los otros dos jóvenes, en el asiento de atrás. “Íbamos en el taxi y ahí ‘Tano’ (N. de R.: el apodo de Barberán) saca un arma y le dice ‘Quedate quieto’. Al ver esto yo me asuste, abrí la puerta y salí corriendo”, le contó el menor a la Justicia en su momento.Por testimonios del otro joven que estaba en el auto junto a los hermanos, las autoridades pudieron reconstruir los segundos finales de Olmo Herrera. Cuando sacó el arma, Maximiliano Barberán le pidió el dinero de la recaudación del día. En ese mismo momento su hermana, que viajaba al lado del remisero, intentó quitarle el teléfono celular a la víctima. Como el chofer se resistió, la muchacha le propinó un golpe de puño en la cara. Acto seguido, desde atrás y en medio de la pelea, Maximiliano tomó el revólver calibre .32 que escondía en la manga del buzo que llevaba puesto y le descerrajó un tiro. El proyectil dio directamente en la cabeza de Olmo Herrera y le quitó la vida al instante.El automóvil siguió algunos metros sin control y chocó contra una palmera. Los Barberán se bajaron – el otro muchacho también se bajó segundos antes del crimen- y escaparon a la carrera. A una cuadra de la escena del crimen se toparon con el adolescente y le lanzaron aquella amenaza para que callara. El menor de edad aguantó hasta donde pudo, pero el peso de su conciencia fue determinante y le contó a su madre lo que había pasado. Ante el Juzgado de Instrucción 1 ratificó sus dichos y el relato se transformó en evidencia clave. Horas después, Maxiliano Barberán era detenido por la Policía. Semanas más tarde, en la misma suerte caía su hermana Mariana, prófuga de la Justicia por algunas semanas. Los dos pagarán ahora por uno de los crímenes más salvajes de los últimos tiempos en la provincia.




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