APÓSTOLES. El 12 de noviembre de 2012, Emilgdio Amzoastegui (63) trabajaba en la reparación del tendido eléctrico, en el barrio Andresito de esta ciudad, cuando cayó de una altura de diez metros hasta impactar en el suelo. Falleció horas después. Pocas semanas más tarde, el 25 de diciembre, el operario Luis Gonano (58) estaba realizando tareas de cambio de fusibles aéreos en la intersección de las calles Corrientes y Moreno, cuando cayó desde siete metros de altura. También murió a las pocas horas.En ambos casos, los accidentados cayeron de la misma escalera, a la cual señalan con deficiencias y en estado de reposición. Pese a que no debió haberse utilizado esa escalera en aquellos operativos, por estar obsoleta y ser insegura, la misma increíblemente se sigue usando en la guardia de Emsa Apóstoles.Esta situación se configura dentro de un contexto de precarización que padecen los operarios de esa dependencia, quienes afrontan sus tareas diarias sin el instrumental ni las condiciones adecuadas de seguridad laboral, por lo que se ven expuestos cotidianamente a los riesgos.“La posibilidad de accidentes es muy elevada. Cuando se trabaja con tanto riesgo, lo que debe hacerse es tratar de minimizar esos peligros, generando las condiciones óptimas para que el trabajador no esté propicio a que le ocurran desgracias. Pero la empresa Emsa está atravesando por una situación muy mala, irregular, en la que no se cuenta con herramientas, indumentarias para los trabajadores, medidas de seguridad básicas para prevenir estas cuestiones”, indicó a PRIMERA EDICIÓN el responsable de la estación transformadora de Apóstoles, Víctor Rojas.Este empleado, que además es delegado gremial de Luz y Fuerza, asegura que las muertes de sus compañeros Amzoastegui y Gonano fueron “evitables”.Rojas recordó que “en el caso de Amzoastegui yo le di la orden de acudir a ese reclamo. Y se utilizó la que ahora llamamos la ‘escalera de la muerte’, porque no se encontraba en condiciones y, pese al accidente, se siguió usando y luego vino el siguiente accidente, y se sigue utilizando porque la empresa no la repuso. Esa misma escalera está en la guardia y se utiliza para hacer trabajos en los tendidos”.Para el delegado, el contexto general y las condiciones de trabajo de los operarios en la zona “es precaria, porque sucede que al igual que con las líneas y los equipos, también se descuidó por completo al trabajador, no se les da las herramientas e indumentaria adecuada, no hubo un proyecto de modernización, sino que creció la precariedad, y hoy todos estamos expuestos, los trabajadores y los usuarios”.Facturas exorbitantes porun servicio deficienteEntre cinco y diez cortes diarios en el suministro de energía eléctrica son los que se registran en las localidades dependientes de la estación transformadora 132. Esta planta de Emsa se encuentra en la periferia apostoleña, y administra el abastecimiento eléctrico de todo Apóstoles, Azara, San José, Concepción de la Sierra, y algunas localidades correntinas como Colonia Liebig.Los cortes, que pueden durar minutos u horas, se originan por la precariedad y falta de mantenimiento de las líneas de alta tensión, sumadas a otras variables en un contexto que el delegado gremial y trabajador de la estación transformadora, Víctor Rojas, es de “abandono”. Tanto el sistema y la infraestructura eléctrica y pública en la zona, reviste deficiencias y riesgos para los trabajadores. En la propia estación transformadora, se filtra agua cuando llueve y por ello se producen cortocircuitos, explosiones de enchufes y otros incidentes.En total, la energía de unas 16.500 conexiones -del radio urbano y rural- depende de esta estación. Los constantes cortes y bajas de tensión generan, además de malestar, pérdidas económicas y destrucción de electrodomésticos en aquellas instalaciones que no cuentan con la protección que detalla el artículo 3 que viene impreso -en letras minúsculas, casi ilegible- en las facturas de Emsa. Cortes, resultado de la desinversión“Los cortes que se dan obligadamente, son entre cinco, siete, diez, por día, depende. Pero se generan por falta de mantenimiento de las líneas, por el estado de los tendidos, y una serie de cuestiones técnicas que son necesarias; hay muchos equipos y cables que tendrían que ser repuestos, el estado de los postes en general también es de reposición, sumado esto a las inclemencias climáticas que se dan en este cuadro, es decir, los cortes tienen que ver con la desinversión”, explicó a este diario Víctor Rojas, consultado acerca de los frecuentes cortes de energía en la zona.En las zonas rurales más alejadas, como ser determinados parajes de Azara o San José, los cortes suelen durar varias horas. En la ciudad de Apóstoles por ejemplo, se registran de menor duración, acompañados de bruscas caídas de tensión.“La falta de móviles y herramientas, hace que las reparaciones de las líneas tarden aún más. Hubo una época en que los móviles se cambiaban por kilometraje, ahora no y por ese el estado no es el ideal. A veces los operarios tienen que empujar el móvil para que arranque al acudir a un reclamo. Se trabaja con lo que hay, un ejemplo, los guantes para manipular alta tensión deberían ser cambiados cada año, sin embargo hay compañeros que están trabajando con guantes de 19 años porque no hay otros, por citar un detalle”, aportó Rojas.Sin embargo, reconoció que “Apóstoles en comparación de otras ciudades todavía diríamos que no es tan grave. Lo que ocurre en Andresito, San Antonio, San Pedro y otras ciudades del norte, es realmente grave en todo sentido”. Los aprietes de FerreyraEn una clara maniobra de presión para que no trasciendan públicamente la situación por la que atraviesa el sistema eléctrico misionero y las condiciones de precariedad y riesgo bajo las que trabajan los operarios, el presidente de Emsa, Sergio Ferreyra, le envió dos cartas documentos al delegado gremial Víctor Rojas, de Apóstoles, en las que lo intimó a “rectificar sus dichos” ante una entrevista que Rojas concedió a un medio televisivo local.“Fueron dos cartas documentos y una tercera que fue remitida por el área legal de la empresa. Hay una persecución muy fuerte, intentaron echarme, para que no hablemos. Es una situación de mucha presión, pero yo decidí hablar porque esta es una empresa que es de todos los misioneros y todos tienen derecho a conocer lo que sucede, y por mis compañeros, porque no siga pasando lo que viene ocurriendo”, comentó Rojas ac
erca de los aprietes del mandamás de Emsa. “Todo lo que digo es totalmente comprobable, no voy a rectificarme por decir verdades que se corroboran fácilmente. Lo que se busca es que todo permanezca oculto”, cerró el trabajador.





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