POSADAS. El paradero de Rafael “Rafi” Paredes (30) y César Obdulio Giménez (36) es hasta hoy un misterio. Sin embargo, a 17 días, se conocieron algunos detalles de la fuga de los dos presos de la comisaría seccional Novena, en Itaembé Miní.Por estas horas, mientras un grupo de policías continúa tras los pasos de los dos acusados de abuso sexual, la Justicia investiga las responsabilidades de los efectivos que estaban de guardia aquella madrugada. Al menos hasta ayer, fuentes de la investigación confirmaron ante PRIMERA EDICIÓN la serie de irregularidades que terminaron en el escape de los presos.En ese sentido, se supo que la pequeña sierra con la que Paredes y Giménez cortaron los barrotes de la puerta principal de los calabozos llegó hasta ellos gracias a un familiar que se la acercó escondida en un termolar, en una visita.Salta a las claras la inacción de parte de los uniformados a la hora de la correspondiente requisa, si es que realmente existió. En realidad, todo hace suponer que nadie en la guardia de turno durante aquella visita revisó el termolar, en el que tranquilamente cabe un arma blanca y, por qué no, hasta un arma de fuego.La cuestión es que la sierrita llegó a manos de uno de los dos fugados, y así lo confirmó otro detenido a los policías que investigan el caso. Ese testigo, muy conocido en el ámbito delictivo, hasta aseguró que Paredes y Giménez lo “invitaron” a fugarse, pero desistió “porque yo salgo mañana, ¿para qué me voy a ir?”.Según confió una fuente, el ofrecimiento fue prácticamente masivo, pero los presos que se encontraban alojados en las celdas de la Novena aquella madrugada desistieron del escape, quizás suponiendo que serían recapturados al poco tiempo. Otra de las graves irregularidades que son investigadas por la Justicia tiene que ver con que todo hace suponer que las puertas de las celdas estaban totalmente abiertas.Al parecer, ante la ausencia de personal, el “llavero” -encargado del área de detención- en muchas de las comisarías posadeñas debe atender la guardia cuando el resto de sus compañeros parten hacia una comisión.Durante las noches -o al menos durante esa madrugada- la puerta principal del calabozo permaneció cerrada con llave, pero no así los accesos de las celdas, para “permitir” que los presos vayan al baño. La falta es gravísima y habría sido clave en la fuga, ya que esas puertas deben permanecer cerradas y el “llavero” debe abrirlas y acompañar a los detenidos al baño cada vez que estos se lo pidan.Con todas estas facilidades a su favor fue que actuaron Paredes y Giménez, entre las 3 y las 5 del pasado domingo 28 de abril. Los investigadores llegaron a la conclusión de que primeramente intentaron limar los barrotes de una ventana, pero estaba a una buena altura y el trabajo era dificultoso. Entonces decidieron hacerla más fácil, aprovechar la desidia de la guardia actuante e ir directamente por la puerta principal de los calabozos.Los prófugos cortaron dos de los barrotes, los doblaron, salieron, y volvieron a dejarlos en su posición original. Así recuperaron la libertad y esas ausencias recién fueron acreditadas por los policías a las 7, en el cambio de guardia. La matemática no falla y quiere decir, entonces, que los efectivos recién se percataron del hecho al menos unas dos horas después, tiempo suficiente como para alejarse una buena distancia del radio de búsqueda que se implementó en el momento.Así las cosas, desde la Jefatura se inició un sumario interno contra los cuatro policías que conformaban la guardia durante aquella madrugada, para establecer de manera fehaciente que grado de responsabilidad tuvieron en el hecho. Con ese mismo objetivo también trabaja el magistrado Marcelo Cardozo, al frente del Juzgado de Instrucción 1 de la Primera Circunscripción Judicial, con asiento en la capital provincial.




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