OBERÁ. Lorena Márquez (34) es profesora de Ciencia Política, tiene tres hijos. Es oriunda de Guaraní, terminó su carrera con mucho esfuerzo en el instituto Hernando Arias de Saavedra sede Oberá y hoy redobla sus esfuerzos buscando un trabajo como docente en escuelas de la zona. “Hay que estudiar. A los que están en duda sobre seguir o no una carrera, les diría que no dejen pasar la oportunidad, yo tengo 34 años y lo pude hacer”, destacó quien es madre de tres hijos, una de ellas con síndrome de Down.“Hay que intentar siempre, no importa lo que te digan. Mi madre siempre me incentivó, me decía que termine el secundario y siga”, resaltó.“Cuando decidí estudiar en la facultad muchas cosas se pusieron en juego, por ejemplo, tener que viajar todos los días a Oberá y organizarme con mi marido para dejar a mis hijos a su cuidado, o de una vecina. Se puede, claro que se puede. Y por suerte el Instituto Saavedra me becaba, porque yo empecé y debí abandonar porque no tengo trabajo, y mi marido solo veía el dinero cuando entregaba las partidas de ladrillo”, agregó la profesora.“Y ahora estoy buscando trabajo, dejé mi currículum en varias escuelas para trabajar como profesora. Aún hay mucha gente que me dice ‘qué te vas a poner a trabajar si tenes una nena discapacitada’. Pero yo creo que justamente por ella y por mis otros hijos es que tengo que trabajar. Por ellos estudié, aunque me significó mucho sacrificio”, puntualizó. “Quisiera enseñar”Fernando Duarte (21) también tiene una historia caracterizada por la perseverancia: hace tres años está postrado en una silla de ruedas luego de habérsele caído una pared sobre su espalda. Fue criado por sus abuelas en el seno de una familia humilde. Hoy vive con su abuela de setenta años y una tía, ya que su abuelo falleció hace diez años. Cuando Fernando tenía 18 y trabajaba en una construcción; se le cayó una pared encima y le aplastó la médula por lo cual hoy se moviliza en silla de ruedas.Comenzó a estudiar Ciencia Política en el Instituto Saavedra, donde fue becado y recibe ayuda con su traslado hasta la casa de estudios.“No muevo más que las manos y los brazos, pensé que no podría permitirme vivir mantenido por alguien, tengo la esperanza de un día volver a caminar. Y quisiera enseñar, trabajar como docente”, señaló Fernando.“En el Instituto me atendieron muy bien. Mi abuela me acompañó el primer día y se quedó todo el tiempo a esperarme. Todavía no me pudieron dar el carnet de discapacitado y entonces no tengo transporte, así que el Instituto me consiguió y el Comando me lleva de vuelta a mi casa”, señaló, destacando que tiene un buen grupo de compañeros y hace dos meses cobra una pensión.“Le digo a la gente que si se les abren las puertas, que aprovechen y estudien, sobre todo si tenés los recursos. Y sino probá igual. Si uno no da el paso, nunca va a saber si va a poder avanzar y además si fracasás es sinónimo de que intentaste”, señaló.




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