POSADAS. El verde de la vegetación misionera invade el paisaje. En el medio de tanta exuberancia se erige la pequeña población de Hipólito Yrigoyen, un municipio pequeño, ubicado a la vera de la ruta nacional 12, donde la gente trabaja en la chacra toda la semana.Transcurría el domingo 6 de mayo de 1978, poco más de un mes antes de la consagración de Argentina como campeón del Mundial que se organizó en nuestro país. Un murmullo se escucha entre el “capueral”, en donde en el espacio más limpio se encuentra la cancha Irupé. Algo pasaba, porque en los pueblos chicos, la única manera que se juntara mucha gente congregada en un solo lugar eran las fechas patrias, el aniversario del pueblo o algún partido de fútbol, con la participación del equipo del lugar contra un rival vecino.Y ese murmullo fue creciendo, cada vez más fuerte, porque un equipo de la Liga Amateur de San Ignacio, Tigre de Santo Pipó, la sensación del momento, enfrentaba a su par de Yrigoyen. Era un partido donde los pipoceños dominaban el cotejo, pero que iba a marcar una historia grande para el fútbol de la zona y el misionero. Corría casi media hora de juego del segundo tiempo, el DT de Tigre, Bernardino Fleitas, se acerca al banco y le dice a un chico rubio, de apenas doce años, “bueno, preparate que vas a entrar”.Algo nervioso y a la vez ansioso, el chiquilín miró para un lado y para el otro y vio mucha gente gritando. Trotó a un costado hasta que llegó el momento de ingresar. A partir de entonces comenzaron a escribirse páginas importantes de una historia única entre ese jugador y la pelota. “Bien Dante”, se escuchó de inmediato desde otro costado. Allí estaba Don Otto, su papá, quien a regañadientes había accedido a ficharlo un día antes, por pedido insistente de los jugadores más grandes del plantel para jugar el domingo. Dante, que siempre jugaba con futbolistas mayores en El Pueblito, no se amilanó y saltó a la cancha a jugar el partido que marcó su debut oficial en la primera.Así comenzó su carrera como futbolista Dante Wolfgang Pigerl, un histórico integrante del plantel del mítico Tigre de Santo Pipó, que hace 35 años juega en primera y se destaca por su temperamento.“El seis, el pelado, le pega como una bestia. Cuando patea un tiro libre es medio gol”, le decía un aficionado a otro, en cancha de Mitre, una vez que jugaban por el torneo posadeño los locales frente a Tigre, aún cuando no era tan popular el nombre del elenco del interior o “el equipo de los Pigerl”, como también se lo conocía. Un cambio importanteA finales de la década del 80, Tigre decidió dejar la Liga Amateur de San Ignacio para incursionar en la Liga Posadeña. En 1987 militó en la primera B y al año siguiente consiguió el ascenso a la A, categoría en la que consiguió 9 campeonatos. A todo esto, el longevo jugador no dejó sus estudios y terminó el secundario en el Colegio La Salle de Buenos Aires. Por aquellos años, el joven Pigerl se probaba en Ferro Carril Oeste y luego en River Plate, pero el aprendizaje y luego el ingreso a la Facultad de Medicina postergaron sus sueños de jugar en un equipo de la Capital. Sin embargo, siempre se hizo un tiempito para venir a Misiones a jugar para el Felino los fines de semana.Con el correr de los años, Tigre -con Otto en la dirección técnica; Dante, Heno y Alan Pigerl dentro de la cancha- se convirtió en uno de los equipos de referencia del fútbol misionero, especialmente en la década del 90, cuando ganó todo a nivel local, regional y estuvo a punto de ascender al torneo Argentino A en la temporada 1999-2000.En ese tiempo jugó 32 partidos en diversos lugares del país y dejó bien parado el fútbol de Misiones. El equipo de Pipó quedó afuera en el cuadrangular final del Argentino B, fase en la que se enfrentó a Chacras de Coria de Mendoza, Liniers de Bahía Blanca y Sarmiento de Catamarca.Dante cuenta con 47 años en la actualidad y piensa seguir jugando al fútbol en Tigre. No es frecuente que un jugador siga en la actividad tras 35 años de carrera en una liga federada.A lo largo de su camino en las canchas, Pigerl se transformó en un aporte para distintos equipos de la provincia, ya que actuó como refuerzo de Guaraní Antonio Franco, Atlético Posadas, Rosamonte de Apóstoles y Huracán de Montecarlo. Hoy la familia Pigerl se abraza al recuerdo de aquella tarde en cancha de Irupé y seguramente habrá festejos. Porque en un hogar apasionado por el fútbol la historia sigue su curso y ese niño que debutaba con doce años hoy sigue corriendo detrás de la pelota. Y, según reconoce el propio Dante, esto no termina aquí, pues su idea es “seguir jugando al fútbol en el equipo del pueblo” que tanto quiere.Sin dudas es un hecho que lo convierte en el jugador más longevo de la provincia y, a no ser que registros encajonados digan lo contrario, también aparece como un hecho único en el fútbol nacional.





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