POSADAS. Dos mujeres que son amigas, artistas, una dirige a la otra, y que caminan senderos afines y no, anduvieron haciendo de las suyas en la capital misionera. Una, más tirada hacia a la música. La otra sube al escenario a deglutirlo metro por metro como actriz. Carmen Baliero dirige a Cristina Banegas en Molly Bloom, el monólogo final de “Ulises”, de James Joyce. Pero en un momento Baliero salió de bambalinas a tocar el piano y rendir culto a una obra muy personal y final de la chilena Violeta Parra, la que le pidió su hermano Nicanor. Luego de que concluyó una pieza vertiginosa de cuarenta minutos, que logra poner nervioso al espectador, la actriz, Banegas, esperó a que la pianista se despidiera del público y se metió en el cuerpo y voz de la líder de los descamisados, Evita Perón, la de Leónidas Lamborghini. Esto es un poquito de lo mucho que ocurrió con estas dos mujeres que sacudieron y dejaron aplausos retumbando en el Teatro Lírico del Centro del Conocimiento. El sábado, ante más de 300 personas, y el domingo, frente a 250, el teatro mayor de la tierra colorada fue el escenario para la calidad artística de dos estupendas artistas, cada una en lo suyo. Primero, en la noche sabatina, Banegas sacudió a la platea con un texto feroz, de Joyce, que fuera prohibido apenas se publicó, allá por 1920, más precisamente 1922, año en que viera la luz “Ulises” (la novela fue prohibida en todos los países de habla inglesa).Traducida por la misma Banegas y Laura Fryd, es un larguísimo soliloquio en medio del insomnio, enhebrando anécdotas y deja sin velo fantasías sexuales, visiones sobre el sexo masculino, pero también habla con desesperación del amor. El texto traído a nuestro lenguaje por momentos escatológico, grosero. Y al que la actriz le adosa una interpretación explosiva, llevándolo cuesta arriba con un in crescendo feroz, mezclando voces, gestos, corporalidad, ritmos diversos, cadencias y muchas tonalidades sobre, específicamente, el deseo de la mujer. Sólo con un atril soportando el texto como única herramienta, fueron 55 minutos en los que el público agradeció íntimamente haber llegado al teatro de la zona oeste posadeña.“Eva Perón en la hoguera” (1972, en Partitas), de Leónidas Lamborghini, en la voz y majestuosa gestualidad de Banegas, que por momentos ruge como un león, en otras susurra cuasi imperceptible y al instante emerge por sobre el atril arengando a las masas, sus queridos pobres, su pueblo. Se ajusta al gran lirismo del original y reconstruye desde la expresividad lo que el imaginario popular y, sobre todo, el peronista tiene como signos y símbolos de la líder del peronismo que ejerció desde Desarrollo Social y su fundación. Esto fue el domingo y el premio llegó de las manos del público, que se afiebró de tanto aplaudir, mientras que dos enorme ramos de flores fueron entregados por Élida Vigo, presidente del centro cultural, uno para Cristina Banegas y otro para Carmen Baliero. Se lo merecieron enormemente.Baliero, cuarenta minutos de vértigo puro“Una vez que me asediaste/Dos juramentos me hiciste/Tres lagrimones vertiste/Cuatro gemidos sacaste/Cinco minutos dudaste/Seis más porque no te vi/Siete pedazos de mí/Ocho razones me aquejan/Nueve mentiras me alejan /Diez que en tu boca sentí/Once cadenas me amarran/Doce quieren desprenderme/Trece podrán detenerme/Catorce que me desgarran/Quince perversos embarran”. Y así hasta llegar a 300. Fueron las décimas que le pidió a Violeta Parra su hermano Nicanor. Y una mujer argentina se animó a musicalizarla, Carmen Baliero. La obra original se llama “Las centésimas del Alma” y Baliero va exacerbando el ritmo, va y viene con el piano, el vértigo se va apoderando del espectador que no sabe cómo la artista va a terminar con esa gran escalada tortuosa que será llegar al verso 300. La misma letra de Parra se va preguntando eso a medida que se teje con rima. Y a medida que va transcurriendo, va desolando con lo que describe, esa atmósfera de su Chile copado por la dictadura de Pinochet.Antes de entregar esto, Baliero dejó una perlita de su disco “Te mataría” (2007), que estuvo en venta en el hall del teatro, justamente el que le da nombre. “Yo tuve problemas durante mi vida, por suerte pude traducirlos en música”, dijo con mezcla de ironía y humor negro, arrancando risas en el público. Pero abrió con una sorpresa, una guarania, a pedido de un técnico de sonido del Centro del Conocimiento, según contó, y lo hizo con una composición de su abuelo que le hizo conocer un músico paraguayo.




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