Bonito é ser feliz , evocan publicidades callejeras, a lo largo de un trayecto de cuatro kilómetros, que recorro desde un lugar insólito. Es de noche, pero una invasión de LED, reflectores y épicas pantallas hi-tech imprimen una visibilidad “diurna” al circuito carnavalesco Dodô, que une las playas de Barra y Ondina.¿Por qué habrá sido que dentro del menú identitario de los pueblos a los argentinos nos tocó la prisión del pasado y la queja y, a ellos, los brasileños, el goce del presente y la felicidad?Todo refrenda el aserto publicitario. Me rodean estampidas de colores y brillos, meneos frenéticos de cuerpos que bailan axé y un desparpajo sinfónico de voces como no escuché jamás. Ni cuando celebré el Mundial 78. Ni cuando dormí a la intemperie en Palermo para ver pasar a Juan Pablo II. Como en trance, participo del mayor Carnaval da rua del planeta. Me desplazo lentamente, a paso de hombre, bordeando la Bahía de todos los Santos, la más grande del Brasil.Desde una plataforma móvil con potentísimos amplificadores de sonido, elevada a la altura de un primer piso, comparto el escenario ambulante de lo que aquí se conoce como “trío eléctrico”. Todo un símbolo del Carnaval del nordeste brasileño que no se jacta de sus scolas do samba, sino de sus blocos, con músicos populares, desfile de muñecos monumentales y acompañamiento de comparsas. Predomina la fusión de ritmos. Del afro, con el frevo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y el axé, a la música popular mezclada con pop, rock y arreglos electrónicos. Como la que entona Magary Lord, el músico bahiano de raíces angoleñas, la voz revelación del Carnaval 2012, convertido hoy en uno de los favoritos de estas fiestas junto con Daniela Mercury, Claudia Leitte e Ivete Sangalo, con su célebre bloco Real-Fantasía.Es curioso cómo sólo dos voluntades trasnochadas lograron contagiar el frenesí e instalar en el Nordeste la tradición de los tríos eléctricos, una excentricidad típicamente bahiana. Hoy, en cada circuito pueden sumarse hasta 30 de ellos, con diferentes blocos. Fueron los músicos Dodô y Osmar los que una vez, en 1950, se subieron a un vetusto Ford rojo con altoparlantes atados al techo, con el solo propósito de compartir con el pueblo su música y su felicidad. A partir de entonces se constituyó en tradición difundir por las calles, durante el Carnaval, el repertorio bahiano por el circuito más largo y convocante, bautizado Osmar. Allí, como búnkeres de campaña durante la celebración de una elección, se yerguen como rastis las hileras de camarotes desde donde se ven pasar a los blocos más vivados, siempre locales por definición. Olodúm, con su “samba, futebol e alegría, como raíces de Brasil” y sus singulares sonidos tamboriles, tiene seguidores que son una legión y a nivel mundial. Su consagración llegó con el video que filmaron con Michael Jackson.No me caben dudas: la felicidad es brasileña y de eso habrá que aprender. ¿Cuánto mal pueden hacer la alegría, una tregua a las agresiones, una pizca de felicidad?Por Loreley GaffoglioDiario LA NACION





Discussion about this post