BARRA CONCEPCIÓN, Concepción de la Sierra. En 1983, una de las crecidas más importantes que experimentó el río Uruguay en todo el siglo XX dejó sepultada a la isla San Lucas, donde vivían unas 200 personas, que nunca más pudieron regresar, tras perderlo todo. Este cayo se ubica a unos 200 metros de la costa argentina, a la altura del poblado ribereño conocido como Puerto Concepción, perteneciente al municipio de Concepción de la Sierra. La isla San Lucas se comenzó a poblar en albores del siglo pasado, según manifiestan algunos antiguos isleños, los primeros en llegar lo hicieron en 1902, huyendo de los ataques de los bandeirantes que llegaban a las costas en busca de hombres y mujeres para esclavizar. Si bien durante esos años la isla fue un refugio, con el tiempo proliferaron las familias y la organización comunitaria. De tierras fértiles, y poseedora de vasta diversidad en materia de flora y fauna autóctona, la isla San Lucas resultó durante décadas un pequeño polo productivo donde se cultivaba y cosechaba todo tipo de cultivos anuales y cítricos. También la pesca y la cría de animales fueron, durante décadas, fuentes importantes de subsistencia. La crecida que derivó en inundación, y que marcó el éxodo definitivo de todos los pobladores de San Lucas, tuvo lugar en septiembre de 1983. Luego, si bien las aguas bajaron, rigió una prohibición oficial para ocupar la isla, de modo que nadie puedo volver. A tres décadas, PRIMERA EDICIÓN acudió a la zona para dialogar con algunos de los ex isleños que todavía pueblan los parajes de Barra Concepción y Puerto Azara. A continuación, el recuerdo de la isla en sus voces. Aguas grandesSegún consta en los registros de la Prefectura Naval, aquella histórica crecida del río Uruguay, en septiembre de 1983, elevó el nivel del río a 20 metros, cuando habitualmente la media se mantiene entre 5 y 7 metros en la zona. Sin embargo, aquella gran inundación había sido precedida por otra similar en 1964 y una posterior- de 16 metros- en 1972. En ambas ocasiones, los habitantes de la isla San Lucas debieron ser evacuados. Siempre volvieron cuando las aguas abajaban. Pero tras la inundación de 1983, ya no volverían. “Hay que tener en cuenta que en aquellos años no existían las tecnologías en comunicación que existen ahora; antes no había forma de prever ciertas cuestiones. Y en las inundaciones, siempre se iba a rescatar a los isleños, porque la isla quedaba bajo agua. Pasaba un tiempo, el agua bajaba y la gente volvía. Hasta que después de lo que pasó en el 83, el entonces intendente Osudar, prohibió que se vuelva a poblar la isla San Lucas”, referencia uno de los prefecturianos del tranquilo puesto de Barra Concepción. Nacidos y criadosMarta Martínez (61) nació y se crió en la isla. Es hija de don Honorio Martínez, a quien recuerdan como uno de los pioneros de la San Lucas. Hoy, Marta vive junto a sus hijos en Barra Concepción, desde cuya costa se ve aún la isla, ahora profundamente selvática. “Mi padre y mi tío Florencio estuvieron entre los primeros que llegaron a la isla. Nosotros somos cinco hermanos, todos nacidos en la isla. Y si no hubiera llegado la crecida del 83, podríamos decir que seguiríamos viviendo allí. Era nuestro pueblito, con la única diferencia de que estábamos rodeados de agua. Pero todos nos ayudábamos y nos queríamos mucho, entre las familias que allí vivíamos se compartía todo”, recuerda Marta. Previa a la inundación del 83, esta mujer evoca que fueron evacuados en otras tres ocasiones anteriores. “Con cada inundación perdíamos cosas, pero luego nos recuperábamos; pero aquella última vez las casas fueron arrastradas de cuajo por el agua y no hubo forma de salvar nada. Me acuerdo de mi madre, Urbana Irala, isleña también, quedó muy triste por haberlo perdido todo y en los primeros años posteriores me fui a vivir con ella a Monte Hermoso, después volví a Barra Concepción y me quedé acá”. Floricel Martínez también ex isleño. Contó: “Mi abuelo tenía campos en Brasil y tuvo que dejarlo todo por los ataques de los bandeirantes, así llegó a la isla San Lucas, a esconderse”. Su esposa, Irene Alvez, al igual que él tiene abuelos pioneros. “Mis familiares se instalaron en la isla a principios de siglo, y luego volvieron a buscar más gente. A medida que la gente se iba comunicando, la isla se fue poblando. El que cruzaba la isla y se instalaba en Barra (así le dicen a Puerto Concepción) se convertía en esclavo. En la isla se consumía lo que se plantaba y lo que se criaba de animales. Se ordeñaban las vacas y teníamos leche todos los días. También se pescaba mucho, alcanzaba hasta para darles pescado a los chanchos. Si se plantaba bastante se vendía afuera, o se hacía trueque por harina, grasa, fideos, lo más necesario. Sacábamos el agua del río y filtrábamos para poder tomar cuando el río crecía. Pero normalmente crecimos tomando agua del río, porque estaba limpia”, recordó don Martínez. Entre las varias particularidades que tenía la vida en la isla, los ex isleños recuerdan las carreras de caballo, que tenían lugar en un camino que habían abierto de punta a punta de la isla; también los bailes, las navidades comunitarias y una serie de actividades colectivas que involucraban a todas las familias, en un marco de fuertes vínculos entre los pobladores. Muchos de los isleños pudieron acceder a la educación pública gracias a la instauración en Barra Concepción de la Escuela 602, que hasta ahora sigue funcionando. Memorias de la inundaciónMiguel Da Silva (60) vivió toda la vida en Barra Concepción. En 1983, fue uno de los vecinos que junto a los equipos de Prefectura y Gendarmería ayudaron a escapar de la inundación a los isleños de San Lucas. “Fue una experiencia que nunca voy a olvidar”, dice sobre aquel suceso. “Yo iba muy seguido a la isla, a plantar sobre todo. Allí la tierra es muy pero muy fértil. Le cuento, cierta vez planté de una misma vez, dos hectáreas de zapallo acá en Barra y otras dos hectáreas en la isla San Lucas. De la plantación acá, saqué dos carros, y la cosecha de la isla fue de doce carros”, refleja el vecino. En cuanto a la inundación, el hombre recuerda que
“esos días llovía muchísimo y hacía frío. Recuerdo que el jefe de Prefectura me había dicho que teníamos que salir de ahí, porque iban a evacuar tanto a la gente de la costa como a los de la isla. Mucha gente no quería salir, entre ellos mi padre, Francisco Da Silva, decía que le iban a sacar muerto, pero cuando el agua empezó a entrar a las casas no quedó otra”. Lo sucedido se atesora en la memoria colectiva de aquellos testigos, en imágenes imborrables que se conservan sólo en sus pensamientos, dado que no existen registros fotográficos- al menos en esta zona – de aquella crecida de 1983. “Las aguas se llevaban las casas de cuajo, flotaban las casas los animales boyaban, había vacas en las copas de los árboles, víboras por todos lados, fue un desastre, pero por suerte nadie se ahogó”, cuenta Da Silva.Sobre el rescate que protagonizó, señaló que “agarramos una chalana (bote) y enfilamos para la isla con otro vecino, para rescatar a la gente que había quedado. Me acuerdo que la señora Protasia Aranda y su marido por ejemplo, ellos quedaron atrapados entre unos gajos, casi se ahogan y nosotros llegamos a tiempo, recuerdo como las víboras se subían a la chalana, y no dejaba de llover”. Tras la inundación, las 189 personas que a 1983 vivían en la isla San Lucas, se afincaron en las tierras de Puerto Concepción que fueron donadas por un vecino llamado Arnaldo Pratt.





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