PUERTO ESPERANZA. Los investigadores creen que la llamada telefónica mediante la que requerían los servicios de traslado del remisero Miguel Ángel Rojas fue, en realidad, una trampa para matarlo con saña y alevosía, lejos de los ojos de algún testigo. Por eso, a la altura de Mado ya había sido reducido por los criminales. A partir de ese momento, los minutos de su vida estaban contados.Otra arista que los detectives dan por sentada es que los sicarios conocían la zona como nadie. “Es imposible salir de ella si no se conoce”, indicó una fuente cercana a la investigación.Rojas desapareció el 24 de diciembre, cuando efectuó un viaje a Mado, sin saber claro está que sería el último.El Peugeot 405 bordó que conducía y su cadáver fueron encontrados cinco días después, en las afueras de Mado.Lo otro es historia conocida. La víctima fue torturada, empalada y hasta castrada.En un principio se barajó la teoría de un posible móvil pasional, pero la misma pareció perder peso específico con el devenir de los días.Ahora, todas las sospechas parecen apuntar a la hipótesis de un homicidio de ribetes mafiosos. En las últimas horas trascendió la demora, por el momento en calidad de testigo, del hombre que habría efectuado la última llamada telefónica a Rojas. Es probable que continúe en esa situación porque los detectives sostienen que una de las últimas comunicaciones fue la que llevó a Rojas a manos de sus verdugos.Para la instrucción, detrás de tanto ensañamiento puede haber un claro mensaje mafioso, aunque se desconoce hacia quien o quienes. Sin dudas, el homicidio del remisero es uno de los más macabros de la historia de la criminología local.





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