Claudia Olefnik
Artista plástica
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Después de Navidad, algo queda flotando en el aire. No es el ruido, no son los regalos, no es la urgencia. Es una sensación más sutil: la necesidad de volver a lo esencial. De quedarnos con lo que realmente importa cuando todo lo demás se apaga un poco.
Hay una pintura de Marc Chagall que siempre vuelve a mí en estos días. Se llama “El cumpleaños”. En ella, un hombre se eleva del suelo para besar a la mujer que ama. No hay alas, no hay esfuerzo, no hay explicación. El amor, simplemente, lo levanta.
La escena ocurre en una habitación sencilla. Una mesa, flores, una pared clara. Nada extraordinario. Y sin embargo, todo lo es. Porque Chagall entendía algo fundamental: “la verdadera magia no ocurre en los grandes gestos, sino en los vínculos”. En ese instante íntimo donde alguien ama y es amado.
El arte, cuando es verdadero, tiene esa capacidad. No grita. No impone. No decora por decorar. “Nos recuerda”. Nos devuelve a un lugar interno donde la paz todavía es posible. Donde el amor no es una consigna, sino una experiencia cotidiana.
Después de las fiestas, cuando el calendario sigue y la vida vuelve a su ritmo, el arte puede ser un refugio suave. Una imagen, un color, una forma que nos diga sin palabras: “todavía estamos acá”. Todavía podemos mirarnos con ternura. Todavía podemos elegir la calma.
Chagall pintó el amor como algo liviano, casi ingrávido. Y tal vez ese sea uno de los mensajes más necesarios de este tiempo: no todo tiene que pesar tanto. No todo tiene que doler. Hay gestos , un abrazo, una mirada, una obra de arte, que nos levantan del suelo sin que nos demos cuenta.
El arte no cambia el mundo de golpe, pero cambia a quien lo mira con el corazón abierto. Y eso ya es muchísimo. Una persona más en paz, una persona más conectada con lo que ama, es una pequeña victoria silenciosa.
Este domingo, después de Navidad, elijo quedarme con esa imagen: alguien que flota por amor. Y deseo que cada uno encuentre, en el arte o en la vida, aquello que lo eleve aunque sea un poco.
Porque cuando el amor aparece en una pintura, en un gesto, en una presencia es ahí en ese preciso instante que el mundo se vuelve más habitable.








