Anahí Fleck
Magister en Neuropsicología. 0376-154-385152
El sentido del equilibrio (sistema vestibular) es un pilar corporal que se integra con la interocepción, la propiocepción y la emoción; cuando se altera por estrés o trauma, afecta la identidad, la acción y la relación con otros y con la Tierra. Hay prácticas corporales (biodanza, contact improvisation, escaneo interoceptivo, rituales con plantas/colmenas) que restauran regulación, plasticidad y sentido de pertenencia.
La interocepción (la “escucha” interna del cuerpo) es central para sentirnos coherentes y seguros; la ínsula integra señales viscerales y construye la sensación de estar en un cuerpo y en el mundo. Cuando esa integración falla -por estrés crónico o aprendizaje en contextos traumáticos- la persona pierde contacto con sensaciones básicas (hambre, temperatura, latido) y con el afecto hacia sí misma. La danza y las artes corporales activan redes emocionales y sensoriomotoras que facilitan la reconexión y la expresión, y su efecto terapéutico tiene respaldo en estudios sobre mecanismos neuronales del arte y la danza terapéutica.
El sistema vestibular y su impacto en comportamiento y movimiento
El sistema vestibular (utrículo, sáculo y canales semicirculares) informa sobre aceleraciones y orientación espacial; sus aferencias llegan a redes que subyacen a la atención, la memoria espacial y la percepción del yo en el espacio. Cuando el equilibrio corporal está alterado, se resiente la coordinación motora, la navegación en el entorno social y la sensación de “estar centrado”, lo que puede traducirse en reactividad emocional y dificultades para sostener relaciones armoniosas.
Cómo se entrelazan los sentidos y las emociones
La propiocepción, la termocepción y la nocicepción aportan datos que el cerebro combina con la información vestibular e interoceptiva para construir una imagen corporal coherente. Si esos sentidos fueron “aprendidos” en contextos de amenaza, el cerebro prioriza la alerta y genera respuestas todo o nada; esto explica por qué muchas personas altamente estresadas pierden calma, se vuelven reactivas y sienten culpa o vacío. Intervenciones que promuevan co regulación social (contact improvisation, jams, biodanza y contacto con la naturaleza) activarían las vías parasimpáticas y favorecerían la seguridad relacional.
Son numerosas las prácticas somáticas para propiciar una versión mejorada de nosotros mismos frente a situaciones de estrés o trauma, además de las mencionadas, aplicar un protocolo como hemos conversado para descubrir o reafirmar nuestra verdadera vocación resulta clave.
El equilibrio no es solo un aspecto anatómico y físico: es relacional y ecológico. Recuperarlo implica re entrenar sentidos, reparar contextos sociales y cultivar prácticas que devuelvan agencia y cuidado mutuo.
La hipótesis de que sentidos “aprendidos” bajo trauma o estrés generan trastornos sensoriomotores y conductuales tiene apoyo creciente en la literatura sobre procesamiento sensorial y trauma; intervenir desde el cuerpo y la comunidad es una vía potente de aprendizaje y sanación.








