Paula Vogel
Gimnasia para el Alma.
Whatsapp: 3764-414872
Y llegamos a la Navidad del 2025. Gracias a Dios, llegamos hasta aquí. Estamos caminando hacia un nuevo año, hacia un tiempo que se abre como un libro en blanco.
En esta época celebramos un nacimiento: el nacimiento de Jesús, Dios hecho hombre para sentir, en carne viva, lo que significa habitar este misterio que llamamos ser humano.
¿Y qué es ser humano? No solo una definición que habla del homo sapiens, de la capacidad de pensar y aprender.
Ser humano es la posibilidad constante de transformarnos, de abrirnos a lo nuevo, de reconocer que hemos venido a experimentar.
A equivocarnos. A crecer. Sin embargo, solemos enojarnos con nosotros mismos por “no saber”, como si debiéramos haber nacido con todas las respuestas.
Olvidamos que estamos aquí para aprender, y que todo aprendizaje necesita de la experiencia y del error, esa palabra tan temida, tan castigada, tan incomprendida, cuando en realidad es una maestra silenciosa.
La Navidad nos recuerda que cada nacimiento trae luz. Y que nosotros también nacemos una y otra vez. Cada vivencia, cada emoción, cada sacudida de la vida es una oportunidad para volver a empezar, para mirar más adentro, para crecer un poco más.
Lo que sentimos -eso que duele, que irrita, que incomoda- también habla. Nos muestra dónde poner límites, hacia dónde ir, qué ya no queremos seguir cargando. Todo nos sirve si lo miramos con ojos inocentes, sin el peso del juicio aprendido. En este tiempo de Adviento te invito a observarse, a notar qué barreras construiste, qué parte tuya se esconde por miedo o por costumbre. Anímate en estos días: A suavizar un poco la dureza. A abrazarte con más ternura. A recordar que, así como Jesús se hizo hombre y sintió el dolor, nosotros también lo sentiremos y que eso no es malo.
Es parte del milagro de vivir. Todo es tan efímero que para qué angustiarse. Siempre hay un tiempo para reír y un tiempo para llorar. Ambos son sagrados.
Que Dios los bendiga y los renueve.








