El cultivo de ananá gana terreno en el noreste de Misiones. En la zona de Comandante Andresito ya son nueve los productores dedicados a esta actividad, que suma alrededor de diez hectáreas implantadas con destino comercial. Aunque la superficie todavía es acotada, la adopción de nuevas tecnologías y la búsqueda de diversificar la producción impulsan su expansión.
Para el técnico del INTA Comandante Andresito, el profesor Rodrigo Kramer, uno de los cambios más importantes de los últimos años es la incorporación del sistema de producción con mulching plástico, utilizado desde hace tres temporadas. “Las nuevas plantaciones ya se están realizando de esta manera y los productores lo van conociendo e incorporando”, explica. El principal beneficio, destaca, es el control de malezas. “No tenemos competencia. El c protege el suelo, evita el escurrimiento, reduce la pérdida de nutrientes y mantiene la humedad”, detalla.
El sistema también incluye el armado de camellones con taipero, la fertilización inicial y la incorporación de dolomita antes del plastificado. Según Kramer, esta técnica permitió obtener plantaciones más sanas, uniformes y con menor presencia de Fusarium y Phytophthora, dos enfermedades habituales del cultivo.
A esto se suma una maduración más pareja y frutas “más dulces y de mejor calidad”. Desde INTA Montecarlo, el ingeniero agrónomo Luis Acuña aporta una mirada provincial. El cultivo de ananá se expandió en Misiones desde los años setenta, inicialmente en Jardín América y luego se hizo fuerte en la zona de Colonia Aurora, en el Alto Uruguay. Para Acuña, el punto clave sigue siendo el plantín: su tamaño y su sanidad. “Si tiene manchas marrones, que son indicio de fusariosis, debe descartarse”, advierte.

El técnico también señala que la época de plantación varía según el riesgo de heladas, aunque en zonas seguras puede realizarse entre marzo y abril. La preparación del suelo, el uso de mulching y un adecuado plan de fertilización son factores decisivos para que la planta alcance al menos una treintena de hojas y que pueda inducirse la floración con etileno. A partir de allí, la fruta está lista para cosechar en unos seis meses.
Acuña destaca que los ensayos recientes del INTA mostraron buenos rendimientos utilizando trichoderma, fertilizantes granulados y nanofertilizantes. Sin embargo, remarca una brecha entre las recomendaciones técnicas y el manejo habitual en los campos: “Vimos menos producción y plantas que no llegaban a desarrollarse cuando no se selecciona bien el plantín”.
Entre los productores que promueven el desarrollo del ananá está Germán Oszurkiewicz, uno de los referentes de Andresito. Su motivación surgió de la necesidad de diversificar la producción de la chacra y los cultivos tradicionales. “Probé varias opciones y el ananá fue lo que más me gustó. Se vende fácil, a la gente le encanta y, si se logra buena calidad, ubicar la producción no es difícil”, cuenta.
Aunque mantiene la producción de yerba mate, dejó otros cultivos para concentrarse en este fruto tropical. Una de las tecnologías que considera indispensable es la manta antihelada, un material tipo TNT que protege a la planta en invierno. “Es una tecnología simple y poco conocida, pero muy eficaz”, afirma. El resto del manejo -suelo, fertilización, sanidad- es un proceso de aprendizaje constante. “Cada productor encuentra su forma, pero siempre buscando mejorar”, resume.
Cabe destacar que Oszurkiewicz comercializa parte de su producción en el mercado local donde cuenta con gran aceptación y que otra porción se destina a la venta en fresco en Buenos Aires. Con más productores incorporándose, nuevas técnicas de manejo y el acompañamiento técnico del INTA, el ananá misionero comienza a consolidarse como una alternativa productiva con potencial de crecimiento en el norte misionero.
Colaboración: Francisco Pascual y Martín Ghisio.





