En un contexto de ajuste profundo sobre el Estado, la evolución reciente del salario público muestra una diferencia cada vez más marcada entre quienes dependen de la Nación y quienes trabajan para las provincias. Según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), el poder adquisitivo de los empleados provinciales se ubicó en septiembre un 6,3% por debajo del nivel de noviembre de 2023, mientras que los trabajadores nacionales sufrieron una caída del 32,6% en el mismo período.
El derrumbe salarial no fue homogéneo. En enero de 2024, ambas administraciones registraban una pérdida similar -del orden del 22% real- respecto de noviembre de 2023. Sin embargo, mientras los estatales provinciales iniciaron una recuperación parcial a partir del segundo trimestre, los nacionales continuaron perdiendo ingresos reales de manera sostenida.
Esa divergencia consolidó una brecha que hoy impacta de forma directa en la capacidad de consumo de alrededor de un millón de trabajadores del Estado.
La diferencia también se replica en el gasto público destinado a personal. Durante el primer semestre de 2025, el gasto salarial provincial creció 11% real interanual, lo que refleja aumentos nominales superiores a la inflación o el ingreso de personal. En paralelo, el gasto en salarios del Estado nacional se contrajo 5% real, en línea con la política de reducción de estructuras, achique de organismos y no renovación de contratos.
Costo laboral provincial
El análisis de los salarios provinciales muestra que no existe un patrón uniforme entre jurisdicciones. El costo laboral -que incluye salario más contribuciones patronales y otros componentes, y sirve como aproximación del ingreso mensual por trabajador estatal- evidencia una brecha territorial muy marcada.
En 2024, Neuquén registró el costo laboral más alto del país, con $3,08 millones mensuales por empleado, seguida de Santa Cruz ($2,34 millones), CABA ($2,29 millones), Chubut ($2,24 millones) y Tierra del Fuego ($2,22 millones). Estas administraciones no solo pagan salarios altos, sino que además poseen una elevada dotación de personal por habitante, lo que las ubica entre las provincias con mayor gasto en relación con su población.
En el extremo opuesto, La Rioja ($1,12 millones), Jujuy ($1,24 millones), San Luis ($1,33 millones) y Santiago del Estero ($1,38 millones) se ubican entre las jurisdicciones con menor costo laboral.
La mayoría de estas provincias combinan altos niveles de empleo público con remuneraciones sensiblemente más bajas que las de la Patagonia. En La Rioja y Jujuy, por ejemplo, la cantidad de empleados estatales por habitante es una de las más altas del país, pero los salarios se encuentran en el fondo de la tabla.
Misiones, con un costo laboral promedio de $1,5 millones, se posiciona en el sector medio-bajo del ranking, por debajo del promedio nacional de provincias ($1,87 millones). Su estructura salarial se ubica cerca de Mendoza, Tucumán, Santiago del Estero y Corrientes, todas con niveles remunerativos asociados a economías regionales de menor escala y con restricciones fiscales persistentes.
La brecha entre extremos es contundente: un empleado público neuquino percibe, en promedio, casi el triple que uno de La Rioja o Jujuy. Y un trabajador de Santa Cruz, CABA, Chubut, Tierra del Fuego, Santa Fe y Córdoba cobra aproximadamente el doble que los estatales de menor nivel salarial.
Más empleados, menos salario
Aunque el salario público muestra diferencias coyunturales, la trayectoria de los últimos 15 años revela una tendencia común: la pérdida de poder adquisitivo. El costo laboral promedio del empleo estatal provincial cayó 15% real entre 2011 y 2024, mientras que en la Administración Nacional la caída fue de 40% real en el mismo período.
En paralelo, el empleo público provincial creció de forma estable, a una tasa anual promedio del 1,2%, apenas superior al crecimiento poblacional.
La nómina nacional, en cambio, fue mucho más volátil: aumentó 34% durante el segundo mandato de Cristina Fernández y 4% bajo la presidencia de Alberto Fernández, pero cayó 10% durante el gobierno de Mauricio Macri y acumula un descenso del 16% en lo que va de la gestión de Javier Milei.
El gasto en personal acompañó esas oscilaciones. Mientras que las provincias alcanzaron su punto máximo en el segundo mandato de Cristina, con un incremento acumulado del 20%, la administración de Milei volvió a situar tanto el gasto nacional como el provincial en niveles similares a los de la gestión de Macri, aunque con una inflación mucho más alta y una pérdida real más profunda.

Desigualdades internas
El panorama reciente muestra un doble fenómeno: recorte y deterioro acelerado de los salarios nacionales, junto con una desigualdad estructural entre provincias marcada por diferencias fiscales, productivas y demográficas. Mientras algunas jurisdicciones pueden sostener remuneraciones similares al sector privado formal, otras enfrentan severas limitaciones presupuestarias, altos niveles de empleo público y salarios que siguen perdiendo capacidad de compra año tras año.En un país donde el Estado es uno de los principales empleadores, estas brechas no solo definen el nivel de vida de cientos de miles de familias, sino que también condicionan el funcionamiento de servicios esenciales como salud, educación, seguridad y administración general. La discusión sobre el tamaño del Estado, su financiamiento y su rol en la economía se vuelve así inseparable de un debate más profundo: cómo equilibrar un mapa salarial fragmentado que hoy exhibe diferencias superiores al 200% entre provincias y un deterioro acelerado en la administración nacional.





