El 3 de diciembre se conmemoró el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, un colectivo que representa al 16% de la población mundial. Pese a esta cifra significativa, la formación de los futuros equipos de salud en Argentina -y a nivel global- aún tiene una “deuda pendiente”.
Referentes de la Universidad Hospital Italiano (UHI) advierten que existe un “vacío significativo” en la currícula universitaria respecto a la discapacidad y la accesibilidad, lo cual impacta directamente en la calidad de la atención.
De acuerdo con docentes de la UHI, una de las barreras más persistentes en el sistema de salud no es de índole tecnológica ni arquitectónica, sino actitudinal.
“La comprensión de la discapacidad como interacción entre la persona y las barreras del entorno todavía no está suficientemente incorporada en los programas de formación de grado”, explica Cecilia Figari, directora del posgrado Especialización en abordajes interdisciplinarios centrados en las personas con discapacidad y sus comunidades, y Dra. en Psicología.
Figari subraya que los profesionales pueden convertirse en facilitadores o, sin quererlo, en obstáculos, y esa diferencia depende tanto de la infraestructura como de la formación y las actitudes. La “accesibilidad actitudinal” -que incluye la lucha contra prejuicios, estereotipos y representaciones sociales- aún no tiene un lugar sistemático en la currícula de grado, pese a su impacto directo en el trato y el reconocimiento de derechos.

Reducción biomédica y paternalismo
La falta de contenidos sobre discapacidad, accesibilidad y derechos tiene consecuencias concretas. Puede derivar en enfoques centrados exclusivamente en lo biomédico, “reduciendo a las personas a diagnósticos” y habilitando prácticas paternalistas. Esto incluye acciones como infantilizar, decidir por la persona o dirigirse únicamente a sus acompañantes.
Frente a esto, la especialista remarca un principio fundamental: las personas con discapacidad ejercen su autonomía y, si requieren apoyos, “es el sistema el que debe brindarlos, sin sustituir su voz”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) insiste en que los sistemas sanitarios deben ser accesibles, inclusivos y centrados en la persona. Para traducir estas recomendaciones en prácticas reales, la UHI considera indispensable que las universidades incorporen contenidos sobre accesibilidad, derechos y diversidad de manera transversal.
“Esto no se trata solo de rampas, intérpretes o protocolos, sino de profesionales que miren a la persona en su singularidad”, concluye Figari.
“El desafío es construir una inclusión recíproca, donde profesionales y pacientes se reconozcan parte de una misma comunidad. Y ese trabajo comienza en las aulas”.





