La gran paradoja del éxito de la medicina moderna: vivimos más, pero esa longevidad, el triunfo más celebrado del siglo XX, nos enfrenta directamente al principal factor de riesgo para la enfermedad más temida. A medida que la población envejece, el cáncer se consolida como el desafío sanitario, económico y biológico dominante de una era.
Los números, lejos de ser abstracciones, dibujan una realidad contundente. En Argentina, según datos del Ministerio de Salud de la Nación, el impacto de la edad es innegable: alrededor del 66% de todas las muertes por tumores ocurren en personas mayores de 65 años.
Este fenómeno es global. El Instituto Nacional del Cáncer de EEUU sitúa la edad promedio de diagnóstico en 66 años y el 70% de las muertes se produce después de los 65 y quienes superan esa edad tienen once veces más probabilidades de padecerla que los más jóvenes.
Pero el espejo regional es el que más preocupa: de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la esperanza de vida en la Región de las Américas alcanzó los 77,2 años en 2019, más de tres años por encima del nivel registrado en 2000 y por encima del promedio global y las proyecciones de las Naciones Unidas muestran que el envejecimiento poblacional continuará acelerándose: en América Latina y el Caribe, la población mayor de 60 años se triplicará hacia 2060, pasando de 42 a más de 220 millones de personas. En ese escenario, los adultos mayores representarán casi un tercio de la población regional.
“Para 2040 se estima que los casos de cáncer en mayores de 65 años se duplicarán”, advierte Gabriela Bugarín (M.N. 71.988), directora médica de Oncología de MSD Argentina.
“Es una consecuencia directa de vivir más tiempo: los avances nos permiten alcanzar edades antes impensadas, pero también nos exponen con mayor frecuencia a enfermedades crónicas”.
Este “tsunami plateado”, como lo llama la demografía, plantea la pregunta más urgente de la oncología moderna: ¿estamos preparados? La respuesta exige mirar mucho más allá de la quimioterapia. Exige desentrañar por qué el tiempo mismo enferma.

La fábrica del riesgo
El vínculo entre edad y cáncer es, ante todo, biológico. Durante décadas, la respuesta se simplificó a “más tiempo, más chances de una mutación”. Hoy, la ciencia sabe que es un proceso mucho más complejo: el envejecimiento crea el ecosistema perfecto para el cáncer.
La explicación radica en la superposición de los “Sellos del Envejecimiento” (Hallmarks of Aging) y los “Sellos del Cáncer” (Hallmarks of Cancer), dos de los marcos teóricos más importantes de la biología moderna.
El reloj genético y las células zombis
Dos mecanismos son centrales. El primero es el acortamiento de los telómeros, los capuchones protectores de los cromosomas, que se gastan con cada división celular. El segundo es la senescencia celular: cuando una célula acumula demasiado daño (o sus telómeros son muy cortos), activa un “freno de mano” de emergencia para dejar de dividirse. Esta es una brillante estrategia anticáncer en la juventud.
La paradoja llega con la edad. El sistema inmunológico, también envejecido, pierde eficiencia para limpiar estas “células zombis” (senescentes). Estas se acumulan y, aunque no se dividen, secretan un cóctel de sustancias proinflamatorias.
“Inflamm-aging”: el suelo fértil
Aquí entra un concepto clave: “inflamm-aging”. Es el estado de inflamación crónica, de bajo grado pero persistente, que caracteriza al envejecimiento. Esta inflamación, causada en gran parte por las células senescentes, es el “suelo” perfecto donde las semillas del cáncer (células premalignas) pueden germinar.
“La longevidad saludable no depende solo de la genética, sino también de las condiciones de vida”, señala el gerontólogo Carlos Presman (M.P. 17.871). Esas “condiciones de vida” -mala dieta, sedentarismo, estrés crónico- actúan como aceleradores de este “inflamm-aging”.

Inmunosenescencia: el vigilante cansado
Si el “inflamm-aging” es el suelo, la inmunosenescencia es el vigilante que se quedó dormido. Nuestro sistema inmune está diseñado para una “vigilancia tumoral” constante: patrullas de células (como las Células T y las Natural Killers o NK) buscan y destruyen células con comportamiento anómalo.
Pero con la edad, este sistema también se desgasta. La producción de nuevas células T “vírgenes” (naive) en el timo disminuye drásticamente, y las células NK se vuelven menos letales. El resultado es que el vigilante se cansa. Células que en un individuo de 30 años hubieran sido eliminadas en horas, en uno de 75 logran escapar, esconderse y, eventualmente, formar un tumor clínico.
El envejecimiento, por lo tanto, no solo causa más daño (inestabilidad genómica), sino que también debilita las defensas (inmunosenescencia) y fomenta el crecimiento (inflamm-aging).
El paciente, no el DNI
Si la biología es compleja, la clínica lo es aún más. El verdadero reto para la medicina moderna surge cuando un paciente mayor es diagnosticado. ¿Cómo tratarlo?
Históricamente, la oncología ha oscilado entre dos abismos peligrosos: el nihilismo terapéutico (“es muy mayor, no va a tolerar nada, démosle solo cuidados paliativos”) y el sobretratamiento (“tiene cáncer de pulmón, le toca el mismo protocolo que a uno de 40”, resultando en toxicidades fatales).
“Cada paciente es diferente”, enfatiza Presman. “Algunos tienen 80 años y un estado funcional excelente, y otros 65 con múltiples comorbilidades. Por eso es clave evaluar cada caso de manera integral”.
Aquí es donde la oncogeriatría, una subespecialidad en auge, se vuelve fundamental. Su herramienta principal no es un fármaco, sino un concepto: la Evaluación Geriátrica Integral (EGI).

Desarmando la EGI
La EGI es una “radiografía” multidimensional que busca definir la “edad biológica” o funcional del paciente, que es mucho más importante que la cronológica.
Según la Sociedad Internacional de Oncología Geriátrica (SIOG), esta evaluación debe medir:
- Funcionalidad (el “motor”): ¿El paciente es autónomo? Se miden las Actividades Básicas de la Vida Diaria (ABVD), como bañarse, vestirse, comer; y las Actividades Instrumentales (AIVD), como manejar dinero, usar el teléfono o preparar comida.
- Comorbilidad (la “mochila”): “El tratamiento en personas mayores requiere un equilibrio más cuidadoso: comorbilidades como hipertensión, diabetes o insuficiencia cardíaca pueden limitar las opciones terapéuticas”, explica el oncólogo clínico Diego Kaen (M.P. 1.898). La EGI mapea esta “mochila”.
- Polifarmacia (el “cóctel”): Un paciente de 75 años puede estar tomando 5, 8 o 10 medicamentos. ¿Interactuarán con la quimioterapia? ¿Aumentarán la toxicidad? Reducir o ajustar esta polifarmacia es, en sí mismo, un tratamiento.
- Cognición (el “comando”): ¿El paciente comprende el diagnóstico? ¿Puede firmar un consentimiento informado? Se usan test como el mini-mental para descartar un deterioro cognitivo que complique el tratamiento.
- Estado Emocional (la “actitud”): La depresión es común y está subdiagnosticada. Un paciente deprimido no come, no se moviliza y tolera peor el tratamiento.
- Nutrición: La desnutrición (sarcopenia) en el paciente mayor es un predictor de mala evolución. Un paciente que inicia quimioterapia desnutrido tiene un riesgo altísimo de toxicidad.
- Soporte Social: ¿Vive solo? ¿Quién lo traerá a la quimio? ¿Quién lo cuidará si tiene fiebre?
Vigoroso, vulnerable o frágil
El resultado de la EGI no es un número, sino una clasificación. El paciente mayor con cáncer se clasifica en uno de tres grupos:
- Vigoroso (Fit): Tiene más de 65 años, pero su EGI es excelente. Es funcionalmente autónomo, sin comorbilidades graves. Tratamiento: Se trata con el mismo protocolo estándar que un paciente joven.
- Frágil (Frail): Es dependiente para sus actividades, tiene múltiples comorbilidades, deterioro cognitivo o desnutrición. Tratamiento: El tratamiento estándar sería tóxico y podría matarlo. El objetivo aquí no es la curación a toda costa, sino la calidad de vida, el control de síntomas y, quizás, tratamientos de baja intensidad.
- Vulnerable (Pre-frágil): Es el grupo del medio y el más importante. Son pacientes con algunos déficits, pero que son reversibles. Es el paciente que está un poco desnutrido o deprimido. Tratamiento: Aquí la oncogeriatría brilla. No se inicia la quimio de inmediato. Primero se interviene: se manda al nutricionista, al kinesiólogo, al psicólogo. Se “optimiza” al paciente durante unas semanas y se lo convierte en “vigoroso” para que pueda tolerar un tratamiento curativo.
“Una buena alimentación, el ejercicio adaptado, la hidratación y el acompañamiento emocional son tan importantes como la terapia en sí”, concluye Kaen, resumiendo el espíritu de este abordaje.
El doble reto de la región
El desafío no es solo médico; es profundamente social, económico y ético. El “tsunami plateado” golpea a América Latina en un contexto de vulnerabilidad.
Como señalan la CEPAL y la OPS, la región envejece a un ritmo mucho más acelerado del que experimentaron Europa o Estados Unidos, pero lo hace con menor desarrollo económico, con sistemas de salud fragmentados y sin Estados de bienestar consolidados.
El cáncer es una enfermedad cara. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha advertido que el cambio epidemiológico hacia enfermedades crónicas genera costos sostenidos que presionan las finanzas públicas.
La “toxicidad financiera” y la crisis de los cuidados
El impacto no es solo macro. A nivel del paciente, se habla de “toxicidad financiera”, incluso en sistemas con cobertura, los costos de bolsillo (copagos, transporte, medicación de soporte, adaptaciones en el hogar) pueden devastar la economía de una familia.
Y esto lleva a la “crisis de los cuidados”. El paciente geriátrico oncológico necesita un cuidador. En Argentina, este rol recae abrumadoramente sobre mujeres (esposas, hijas) que, a menudo, deben reducir su jornada laboral o abandonar sus empleos, sumando un costo invisible y perpetuando la inequidad de género.
Autonomía y ley: el paciente argentino
Finalmente, está el desafío ético. ¿Qué quiere el paciente? ¿Más tiempo o más calidad de vida? Aquí, la legislación argentina es avanzada. La Ley 26.529 de Derechos del Paciente es clara. Reconoce la autonomía del paciente para aceptar o rechazar tratamientos, incluso si eso implica riesgo de vida.
Fundamentalmente, la ley y el Código Civil y Comercial regulan las “Directivas Anticipadas”. Un paciente en pleno uso de sus facultades puede (y debería) dejar por escrito qué tratamientos acepta o rechaza para el futuro, en caso de no poder expresarse. ¿Aceptaría un respirador? ¿Aceptaría una quimioterapia agresiva de último recurso a los 85 años?
El equipo de oncogeriatría debe tener esta “conversación difícil” de forma temprana, asegurando que el tratamiento refleje los valores del paciente y no solo las posibilidades de la medicina.
La calidad de los años
Vivir más es un logro colectivo que exige repensar las estrategias de cuidado. La oncología moderna, enfrentada al espejo del envejecimiento, entiende que su objetivo ya no puede ser solo la supervivencia a cinco años.
La detección temprana y la prevención (tema de otra nota) son cruciales, pero cuando la enfermedad ya está aquí, el desafío es integrar la biología más avanzada con la humanidad más profunda.
Se trata de usar la Evaluación Geriátrica Integral no para excluir pacientes de los tratamientos, sino para incluirlos de forma segura, garantizando que esa longevidad que tanto costó conseguir, se traduzca, ante todo, en bienestar.

Armas clave para desarmar la estadística
Es claro que el envejecimiento es el principal factor de riesgo para el cáncer. Si bien no podemos detener el reloj biológico, la medicina y la salud pública sí tienen dos herramientas que alteran drásticamente el pronóstico: la prevención primaria (evitar que la enfermedad aparezca) y la secundaria (detectarla cuando es microscópica).
Contrario a la creencia popular, estas estrategias no pierden relevancia con la edad; de hecho, se vuelven más críticas.
Prevención: el poder de los hábitos
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) estima que entre un 30% y un 50% de todos los cánceres se pueden prevenir modificando o evitando factores de riesgo clave.
El desgaste celular por la edad (la senescencia y el acortamiento de telómeros) es la base, pero los malos hábitos actúan como aceleradores de ese desgaste.
- Tabaquismo: Sigue siendo la principal causa de cáncer evitable en el mundo. Dejar de fumar reduce el riesgo drásticamente, incluso en personas mayores.
- Obesidad y dieta: El sobrepeso está vinculado a más de 13 tipos de cáncer (incluyendo mama posmenopáusico, colon y páncreas). El tejido adiposo no es inerte; produce un exceso de estrógeno e inflamación crónica, combustible directo para los tumores.
- Sedentarismo: La actividad física regular ha demostrado fortalecer el sistema inmunológico, algo crucial cuando la “inmunosenescencia” (el envejecimiento del sistema inmune) reduce la capacidad natural del cuerpo para detectar y eliminar células malignas.
Detección: llegar antes que el síntoma
Aquí es donde se libra la batalla más importante en oncogeriatría. El objetivo es simple: encontrar el tumor en Estadio I, cuando el tratamiento es más simple y las tasas de curación son altísimas, y no en Estadio IV, cuando ya dio síntomas y se ha diseminado.
El Instituto Nacional del Cáncer (INC) de Argentina mantiene programas activos de tamizaje (screening) que son vitales en la población adulta:
- Cáncer de Colon: La estadística es brutal: detectado a tiempo, la supervivencia a 5 años supera el 90%. Detectado tarde, cae a menos del 15%. El test de sangre oculta en materia fecal (TSOMF) o la colonoscopía se recomiendan para la franja de 50 a 75 años.
- Cáncer de Mama: Es el de mayor incidencia en mujeres. La mamografía es la herramienta estándar. Aunque las recomendaciones varían, el consenso es mantener el control anual o bienal mientras la expectativa de vida de la paciente y su estado general (no solo su edad cronológica) lo justifiquen.
- Cáncer de Cuello Uterino: El Papanicolau (PAP) y el test de VPH han sido tan exitosos que las muertes se han desplomado, pero no se debe abandonar el control.
El desafío, subrayado por los oncogeriatras, no es dejar de hacer estudios por la edad, sino aplicar la “Evaluación Geriátrica Integral” (EGI) para decidir qué estudios priorizar en cada paciente.
Vivir más nos expone al riesgo, pero la evidencia es clara: un estilo de vida saludable y una política activa de detección temprana siguen siendo las estrategias más efectivas para garantizar que esos años extra se vivan con calidad.
Fuentes:
- Agencia de noticias NA
- Ministerio de Salud de la Nación (Argentina): Datos de Mortalidad por Tumores. (Referencia a estadísticas provenientes de la Dirección de Estadística e Información de Salud – DEIS y/o Registros Nacionales de Cáncer).
- National Cancer Institute (NCI) – Estados Unidos: Estadísticas sobre Edad Promedio de Diagnóstico y Muerte por Cáncer.
- Naciones Unidas (ONU) / Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL): Proyecciones Demográficas sobre el Envejecimiento de la Población en América Latina.
- Banco Interamericano de Desarrollo (BID).Informes sobre el Impacto Económico y los Costos Sanitarios de las Enfermedades Crónicas y el Envejecimiento en la Región.
- Organización Panamericana de la Salud (OPS): Análisis sobre los sistemas de salud en América Latina frente al reto demográfico del envejecimiento.
- Hanahan, Douglas y Weinberg, Robert A.: Marcos conceptuales sobre la Biología del Cáncer (Hallmarks of Cancer) y la Biología del Envejecimiento (Hallmarks of Aging).
- Sociedad Internacional de Oncología Geriátrica (SIOG) / International Society of Geriatric Oncology: Guías y Consensos para la aplicación y la metodología de la Evaluación Geriátrica Integral (EGI) en pacientes oncológicos mayores.
- Conceptos biológicos: Telómeros, Senescencia Celular, Inflamm-aging (Inflamación Crónica asociada al Envejecimiento) e Inmunosenescencia.
- Bugarín, Gabriela (M.N. 71.988). Directora médica de Oncología de MSD Argentina.
- Presman, Carlos (M.P. 17.871). Gerontólogo.
- Kaen, Diego (M.P. 1.898). Oncólogo Clínico.
- Ley Nacional 26.529: Ley de Derechos del Paciente en su Relación con los Profesionales e Instituciones de la Salud. (Sección clave: Autonomía del paciente, Consentimiento Informado y Rechazo a Tratamientos).
- Código Civil y Comercial de la Nación (CCyCN): (Sección clave: Regulación de las Directivas Anticipadas).





