El 21 de octubre de 1988, el barrio porteño de Caballito fue escenario de una tragedia tan absurda como dolorosa. La caída de un perro desde un piso 13 derivó en la muerte de tres personas y del propio animal, en un episodio que quedó registrado en las crónicas policiales y que, aún hoy, sigue generando asombro.
Todo comenzó en un edificio ubicado en la avenida Rivadavia y Morelos, donde Cachy, un caniche de la familia Montoya, jugaba en el balcón del departamento. En un descuido, atravesó un hueco de la baranda y cayó al vacío. Abajo caminaba Marta Espina, de 75 años, quien se había detenido a mirar la vidriera de una casa de alfombras. El impacto fue fatal: la mujer falleció en el acto y el animal también perdió la vida.
La tragedia no terminó allí. Edith Solá, de 46 años, al ver la escena, cruzó apresurada la avenida y fue atropellada por un colectivo de la línea 55. Minutos después, un hombre que presenció la seguidilla de hechos sufrió un paro cardíaco y murió camino al hospital.
La noticia ocupó portadas en diarios nacionales e internacionales, señalada como uno de los accidentes más insólitos ocurridos en la ciudad. A pesar del paso del tiempo, el recuerdo permanece vivo en la memoria de los vecinos y vuelve a circular cada año en medios y redes sociales, como un caso que demuestra cómo una cadena de hechos desafortunados puede cambiarlo todo en cuestión de segundos.









