Durante las recientes movilizaciones en Argentina contra el ajuste presupuestario, en defensa de la educación pública, las universidades, el Hospital Garrahan y en contraposición al sistema de ajuste impulsado por el presidente Javier Milei, la bandera pirata de los sombreros de paja comenzó a ondear junto a los tradicionales símbolos de protesta.
Esta incorporación no solo refleja un nuevo lenguaje simbólico, capitalizado por nuevas generaciones, sino que también pone en evidencia la profunda influencia política y social que One Piece tiene más allá de sus páginas y su pantalla.
Contra la opresión y en búsqueda de la libertad
La historia de One Piece, creada por Eiichiro Oda en 1997, gira en torno a las aventuras de Monkey D. Luffy, líder de los Piratas de Sombrero de Paja, cuya bandera negra con calavera y sombrero de paja simboliza la lucha contra la opresión y la búsqueda de libertad en los mares del Nuevo Mundo. Estos valores, que han calado en millones de seguidores, se trasladan ahora a la realidad cuando manifestantes los emplean para expresar su descontento social y político.
Las protestas en Indonesia, por ejemplo, mostraron una fuerte dosis de indignación cuando cientos reemplazaron la bandera nacional por la de los Mugiwara en protesta por el nacionalismo impuesto. Algo similar sucedió en Nepal, con la irrupción y el descontento social que tomó las calles para erradicar al Gobierno de turno.
Una resistencia
El uso de este símbolo en contextos de protesta no solo tiene una carga estética, sino que hace explícito el vínculo entre la ficción y la realidad política. Los manifestantes argentinos, al igual que muchos otros en Asia, encontraron en One Piece un referente que legitima sus reclamos y refuerza el espíritu de resistencia colectiva frente a gobiernos y políticas que consideran injustas.
La trascendencia de One Piece en la cultura global se refleja además en su adaptación a otros formatos, como el anime, que suma más de mil episodios, y la reciente serie de Netflix que ha revivido su popularidad. Este fenómeno cultural no solo entretiene sino que se reinventó como un vehículo de expresión política, especialmente potente para las nuevas generaciones que combinan su afición por el manga con sus convicciones sociales.
Más allá de ser un mero símbolo de rebeldía, representa un claro mensaje social que une a manifestantes en una lucha común por la libertad, la justicia y la defensa de derechos fundamentales frente a los sistemas de ajuste y poder imperantes.
Fuente: El País









