1ª ley de la medicina hermética: los sanadores ven palabras convertidas en enfermedad y corrigen el verbo, le recuerdan al cuerpo su naturaleza divina.
Tus palabras crean tu realidad, puedes culpar a las circunstancias, gérmenes, genes, destino, pero tu enfermedad es tu responsabilidad y tu sanación tu poder. Que estas palabras encuentren oídos dispuestos a escuchar la verdad que huye de las mentiras cómodas en las que has vivido.
Caso 2: Filipin padecía de sangre corrupta y decía tenerla envenenada. En trance alquímico mi conciencia se sumergió en mi propio torrente sanguíneo y vi que la sangre es un río consciente que lleva los decretos a cada célula del cuerpo. Vi que la sangre tiene memoria, cada trauma, cada alegría queda grabada en la matriz líquida como información que se transmite continuamente, no distingue entre una orden consciente y una queja inconsciente, sólo transporta, además de nutrientes, conciencia, órdenes.
Si quieres saber el estado de tu conciencia, observa tu sangre, porque es el vehículo perfecto de la conciencia, es tinta líquida que escribe tu destino y solo tú decides qué historia escribir.
Los egipcios la llamaban el Nilo interior que conectaba el mundo físico con el espiritual y cada elemento del cuerpo tiene un nombre secreto que, cuando se pronuncia con conocimiento y autoridad, despierta su naturaleza divina.
El nombre sagrado de la sangre es Jaima Soe = sangre de vida. Ejercicio: La Sangre Escucha: cada mañana por 21 días debía realizar la consagración de la sangre sagrada. En posición de loto con las palmas en el corazón, visualizaría su sangre como un río de luz dorada que fluía dentro suyo limpiando cada órgano, llevando oxígeno puro y vital a cada rincón de su cuerpo sintiendo su corazón bombear amor puro, conciencia líquida. Mientras respiraba profundamente decía con autoridad: Jaima Soe, sangre divina que fluye por mis venas, cada gota es medicina perfecta, cada célula sanguínea es un mensajero de salud.
Mi sangre transporta vida, vitalidad y regeneración a cada órgano, a cada tejido, a cada célula de mi templo sagrado.
Graciela del Carmen Zaimakis de Abraham
Escritora/ Escuela de Pensamiento
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