La Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) dio a conocer los resultados de la segunda edición del Premio Iberoamericano de Educación Intercultural y Plurilingüismo Bartomeu Melià, una convocatoria que busca visibilizar y apoyar experiencias transformadoras en el ámbito de la interculturalidad y el plurilingüismo en Iberoamérica.
En esta edición, el certamen recibió 25 postulaciones de Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay. De estos, 10 proyectos llegaron a la fase final, resultando ganadores cuatro de ellos junto con seis menciones de honor. En la categoría B, destinada a organizaciones de educación no formal, el proyecto ganador fue “Tekom’boe Tekoá” de la Escuelita Ambulante Caminos de Tiza, de Argentina.
“Camino de Tiza es la única propuesta latinoamericana que trabaja con niños con discapacidad en Tekoa’s guaraní. Nuestra propuesta es la única que adapta materiales de estimulación temprana, comunicación alternativa y accesibilidad cognitiva al guaraní”, explicó en exclusiva con PRIMERA EDICIÓN su fundador, el profesor, activista y educador comunitario oriundo de Uruguay, Julio Pereyra. “Nos comunicaron que es la única experiencia conocida que adapta estos materiales en lengua originaria”, agregó.
Este reconocimiento internacional distingue el trabajo que Caminos de Tiza realiza en temas de educación y discapacidad en contextos interculturales-bilingües en las comunidades Tekoa Yvyrá Poty (Puerto Rico), Tekoa Ka´aguy Porá II (Andresito) y Tekoa Pozo Azul, alcanzando a más de 1.000 personas entre beneficiarios fijos y atenciones itinerantes.
Pereyra recordó que “no es la primera vez que nos reconocen por este trabajo. En 2023 ganamos el International Achievement Award en Austria por el trabajo con pueblos originarios”. El premio de la OEI incluye fondos que serán destinados a la construcción de un aula satélite en Pozo Azul. “Somos una escuela itinerante, acuérdate que ellos se mueven, migran de una comunidad a otra”, señaló Pereyra sobre la dinámica del proyecto.
El trabajo de campo y la incansable lucha de rescatar recursos
El trabajo en territorio es llevado adelante por Pereyra y la profesora de Educación Especial Yanina Rossi, egresada de la Universidad Nacional de Misiones. “No es que somos todólogos. Tenemos gente a la que consultar y que nos asesora. Por ejemplo, para trabajar con un niño con discapacidad en el cepillado de dientes, consulto a un odontopediatra que me indica si hay urgencia o tratamiento específico”, detalló.

Las actividades no están orientadas a un nivel educativo formal, ya que muchos de los niños no están escolarizados. “Son materiales terapéuticos-pedagógicos para el desarrollo de habilidades lingüísticas y psicomotrices. Hemos conseguido sillas de ruedas, ortesis, prótesis y tecnología asistiva; también leches especiales, pañales y materiales para estimular el lenguaje. No solo trabajamos con los niños, también enseñamos a los padres y a docentes auxiliares indígenas estrategias de atención a los trastornos del lenguaje”, explicó.
La distancia y las barreras de transporte dificultan el acceso a la educación o a tratamientos especializados. “Conocemos casos de gurises que no van a la escuela porque no se le permite a una madre circular en moto con una niña con discapacidad desde una zona rural. Movilizar a un niño desde una tecoa en Pozo Azul hasta la escuela más cercana implica dos o tres horas de viaje por día para recibir apenas 40 o 50 minutos de clase, y no tiene sentido”, señaló.
En muchos casos, Caminos de Tiza articula con áreas de Discapacidad de algunos municipios para garantizar turnos médicos o tratamientos. “No diagnosticamos, pero hacemos detección temprana de marcadores: posibles problemas visuales, auditivos, o signos de autismo. Cuando se identifica la problemática, acompañamos al padre y garantizamos que siga el tratamiento”, comentó.
Pereyra lamentó la falta de acompañamiento provincial a pesar del impacto de su trabajo. “Gané el Premio Mundial de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el mismo que recibieron Mandela, Malala y Martin Luther King. Y no me recibió el Ministerio de Derechos Humanos de la provincia de Misiones. No recibimos ayuda; en todo caso, recibimos censura”, afirmó.
A esto último agregó: “Son temas que uno no habla y todo porque si no opaca lo que estamos tratando de resaltar, que es la generación de la política de una organización civil, que genera impacto académico y científico, que beneficia a las personas con discapacidad y que se está haciendo conocída en el mundo”.
Más allá de las dificultades, el educador remarcó el valor de una política generada desde la sociedad civil que tiene impacto académico, científico y social. “Este es el doceavo premio internacional que recibimos, entre mundiales, internacionales e iberoamericanos. Es bastante serio lo que hacemos y está haciendo que se conozca al mundo lo que se hace desde Misiones por las personas con discapacidad”, cerró.
Pereyra explicó cómo funciona la dinámica de la Escuelita Ambulante Caminos de Tiza y cómo logran adaptarse a las necesidades de cada niño: “No planificamos tanto las líneas de acción, porque dependen mucho de lo que conseguimos. Si consigo un bipedestador de alzada hidráulico, por ejemplo, en ese momento tengo que viajar a Pozo Azul. No puedo acumular materiales, entonces muchas veces los viajes se dan ante la emergencia situacional de un niño. Si necesita un medicamento, conseguimos el medicamento, los pañales, las leches especiales, o un nuevo material de órtesis o prótesis, un bipedestador, un reciprocador, un arnés de soporte. Ahí decimos: bueno, esta semana tenemos esto que le sirve a fulano de tal, viajamos y ya armamos el itinerario en el camino”.

El educador destacó que, más allá de llevar materiales, lo central es dejar capacidad instalada en las familias y comunidades. “Formamos al padre, al familiar y al docente auxiliar indígena, les damos herramientas, estrategias y recursos. No es que yo diga ‘cepilla así los dientes a un niño’, sino que se les deja el cepillo, las gasas y se les enseña la técnica”, explicó.
Además, Pereyra aclaró que el trabajo pedagógico incluye aspectos de salud y estimulación temprana, siempre con acompañamiento profesional. “Cuando enseñamos a bipedestar a un niño, por ejemplo, no es solo para movilidad: también trabajamos el tracto digestivo, la circulación sanguínea, la prevención de escaras. Y para eso se tiene que conseguir el bipedestador adecuado; no basta improvisar uno artesanal”, detalló.
Sobre la financiación del proyecto, el fundador de Caminos de Tiza explicó que combina recursos propios y donaciones solidarias. “Yo pongo la parte económica de mi trabajo particular fuera del ámbito de Caminos de Tiza. Cada vez se complica más, pero lo sostengo. Lo que recibimos como ayuda suele ser material: sillas de ruedas, bipedestadores, pañales, leches. A veces hago pedidos públicos a través de redes sociales, y la gente responde desde la solidaridad. Argentina es un país muy solidario, y Misiones, sobre todo en el interior profundo, es muy abierta y amable”, relató.
También mencionó un sistema de padrinazgos para garantizar que los niños puedan asistir a la escuela y evitar el trabajo infantil. “Eso nos permite asegurarnos de que tengan vacunas, DNI y estén dentro del sistema educativo. Las órtesis y prótesis, muchas veces, llegan en donaciones que yo refacciono o transformo para nuevos usos. Cosas que en otros lugares tirarían, nosotros las reciclamos para darles una nueva vida”, añadió.
11 años de un trabajo único en el país
Pereyra compartió su visión sobre el alcance y la repercusión de su trabajo. “Honestamente, nunca imaginé esta proyección. Según Naciones Unidas, en estos 11 años reinstitucionalizamos alrededor de 700 niños. Nunca dimensioné que se difundiera tanto, que creciera y que tuviera un impacto como para generar escuelas permanentes. Por ejemplo, el único espacio de primera infancia en Ka’aguy Porá II fue generado a partir de un proyecto de Caminos de Tiza, que hoy se articula con la Fundación Tekoporá. También trabajamos con la Fundación Dos Más de Eldorado, dando talleres de inclusión educativa y sobre bullying y discriminación”, relató.
A pesar de los premios internacionales y la visibilidad que ha adquirido, como el Global Teacher Award en India o el premio Iberoamericano Fidal en Ecuador, Pereyra mantiene firme su compromiso con el territorio. “Podría estar en otros lugares, pero mi ideología me impulsa a estar acá. Y quiero llegar a los lugares no por usar la pobreza o necesidad de la gente como catapulta, sino por mi formación y lo que he producido académica, científica y profesionalmente”, afirmó.
Cuando se le consultó sobre su motivación personal, Julio subrayó: “Me han ofrecido trabajo en todo el mundo, pero hoy ideológicamente tengo dos compromisos: estar en territorio y asegurar que nuestra intervención no dependa de mí, sino que deje herramientas y capacidades en las familias y comunidades. Siempre diferencio cuándo soy Julio Pereyra, profesional independiente, y cuándo soy el educador comunitario de Caminos de Tiza, incluso con símbolos como el guardapolvo”.
Pereyra, uruguayo de nacimiento y de 40 años, resaltó su integración con las comunidades guaraníes: “Hago Caminos de Tiza desde hace 11 años en Argentina, y ya soy más misionero que muchos locales. Hablo más guaraní que la mitad de los misioneros y conozco cada rincón de la provincia. Las comunidades me nombraron Verá Mirí, mi nombre en guaraní, y eso es un honor muy importante para mí”.
Pereyra cerró resaltando el valor de la solidaridad y el reconocimiento internacional: “Agradezco que valores y respetes nuestro trabajo y que seas el primer y único medio que se comunicó con nosotros para compartirlo. Los premios no son solo un honor, sino recursos que nos permiten seguir trabajando en Misiones, llegando a quienes más lo necesitan”, concluyó.









