}Ubicado en la ruta provincial 7, el Valle del Cuña Pirú abarca la producción de sandías más importante de la provincia. Este corredor productivo incluye las localidades de Ruiz de Montoya, Puerto Rico y Garuhapé, donde el cultivo se ha transformado en una alternativa económica clave para productores que dejaron el tabaco. A su vez, se registran cuencas emergentes en zonas como San Vicente, Eldorado y Andresito, donde la sandía comienza a ganar espacio con destino comercial.
Según Aníbal Krindges, profesor en Ciencias Agrarias y técnico del INTA, “los agricultores del Cuña Pirú encontraron en la sandía una alternativa interesante y rentable, muchas veces consociada con cultivos como la mandioca (para consumo fresco o industrial) y forestaciones de pino o eucalipto”.
Producción local, frescura garantizada
Uno de los rasgos distintivos de la sandía misionera es su frescura, producto de una cadena de comercialización corta, desde la cosecha hasta el consumo. “Cada productor tiene su experiencia para determinar el momento óptimo de madurez. Evitar la cosecha masiva o por barrido permite garantizar mejor sabor y dulzura”, explica Krindges.
Las variedades híbridas dominan el cultivo en la tierra colorada. La más utilizada es “Bárbara”, de fruto ovalado, alta dulzura y muy apreciada por los consumidores, aunque sensible al frío. También, se cultivan otras variantes como Olimpia, Lara y Jubilee, esta última con un ciclo más largo.

Etapas del cultivo y manejo sanitario
La campaña comienza en julio con la preparación del suelo, la fertilización de base y la producción de plantines, que luego se trasplantan a campo en agosto. “El uso de plantines permite reducir pérdidas por eventos climáticos tempranos y asegura un mejor desarrollo inicial”, detalla el técnico del INTA. El ciclo productivo se extiende hasta diciembre y enero con la finalización de cosecha.
Krindges recomienda que los nuevos productores elijan lotes elevados, alejados de cauces de agua y adopten tecnologías simples pero efectivas como el uso del plantín. Además, subraya la importancia de diseñar un plan sanitario frente a posibles enfermedades que afectan al cultivo.
En este sentido, INTA trabaja en conjunto con productores y la Facultad de Ciencias Forestales de la UNaM en ensayos a campo para evaluar el comportamiento de tres fungicidas con muy buenos resultados. “Estos avances nos permiten incorporar tecnologías complementarias como el mulching plástico y el riego por goteo, que optimizan la nutrición de la planta y favorecen su desarrollo”, concluye Krindges.
Nota: colaboración Francisco Pascual y Martín Ghisio.





