La relación entre el ambiente y la salud mental es cada vez más evidente, en un mundo donde la degradación ecológica y el estrés cotidiano afectan profundamente el bienestar emocional. La destrucción de ecosistemas, la contaminación y el cambio climático han generado lo que hoy se conoce como ecoansiedad, una afección que incrementa los niveles de angustia y preocupación por el futuro ambiental (Reátegui Lozano, 2022). Frente a esto, la ecosanación surge como una alternativa restauradora que busca reconectar a las personas con la naturaleza, promoviendo no solo la recuperación del entorno, sino también el equilibrio psicológico y el bienestar integral.
La crisis ambiental y su impacto en la salud mental
El desarrollo urbano descontrolado ha llevado a una pérdida progresiva de biodiversidad, afectando la calidad de vida de quienes habitan en zonas donde el concreto ha reemplazado los espacios verdes. En Chilca, Perú, este fenómeno ha sido particularmente evidente en la transformación de Las Salinas de Chilca, el humedal de Puerto Viejo y las lagunas medicinales, lugares que anteriormente proporcionaban un entorno saludable y terapéutico para la comunidad. La sustitución de estos ecosistemas por infraestructura urbana ha impactado no solo la calidad del suelo, el agua y el aire, sino también la salud y bienestar de los moradores del distrito (Malca-Casavilca et al., 2021).
La ciencia ha demostrado que el contacto con espacios naturales no solo genera sensaciones de calma y bienestar, sino que también estimula la neuroplasticidad, favoreciendo la recuperación de personas con trastornos de ansiedad, depresión, esquizofrenia y trastornos afectivos (Draganski et al., 2004). La exposición a un entorno natural facilita la regulación del estrés, promoviendo respuestas adaptativas con validez ecológica (Pinel, 2007).
El suelo como base de la ecosanación
Dentro del enfoque de ecosanación, el suelo se ha revelado como un agente clave en la restauración del equilibrio neurológico. Investigaciones recientes han mostrado que ciertas bacterias del suelo, como Mycobacterium vaccae, están relacionadas con la producción de serotonina, un neurotransmisor esencial para la estabilidad emocional (Lowry et al., 2007). De manera indirecta, actividades que implican el contacto con el suelo, como el cultivo de plantas o la jardinería terapéutica, favorecen la reducción del estrés y la ansiedad.
Además, se ha observado que las bacterias fijadoras de nitrógeno, como Rhizobium y Azospirillum, desempeñan un papel en la síntesis de neurotransmisores esenciales, contribuyendo a la regeneración neuronal y mejorando la respuesta cognitiva en personas con trastornos neuropsicológicos (Berendsen et al., 2012). Este vínculo refuerza el impacto positivo de prácticas como la horticultura terapéutica, que además de estimular la neuroplasticidad, permite que los individuos recuperen una sensación de propósito y bienestar.
Restauración ecológica y salud mental: una vía de transformación
Si bien los efectos de la degradación ambiental son preocupantes, los avances en ecosanación y neurociencia ofrecen un enfoque esperanzador. La integración de prácticas ecológicas en la rehabilitación psicológica puede convertirse en un método efectivo para mejorar la calidad de vida y restaurar el equilibrio emocional. La interacción con entornos naturales, combinada con estrategias de recuperación ambiental, permite que las personas reconecten con su entorno y experimenten mejoras significativas en su salud mental.
En Chilca, la implementación de proyectos de regeneración del suelo y reforestación podría contribuir no solo a la recuperación de ecosistemas, sino también a la disminución del impacto negativo sobre la salud mental. Si bien los desafíos son grandes, la conexión entre ambiente y bienestar psicológico se perfila como una nueva frontera en la regeneración de la salud humana, demostrando que la solución a muchos trastornos neuropsicológicos podría encontrarse en el entorno que nos rodea.
Anahí Fleck
Magister en Neuropsicología. 0376-154-385152








