En climas fríos y lluviosos como el que transita la provincia, ser solidarios no es solo un gesto moral, es una forma concreta de construir comunidades. Nadie debería enfrentar el frío en soledad ni a la intemperie, pero la realidad expresa que sí sucede, por lo que la calidez humana se vuelve el recurso más valioso y transformador.
El frío y la lluvia no afectan a todos por igual. Para quienes viven en situación de calle, en hogares precarios o en soledad, el frío representa una amenaza real.
En estos días, la solidaridad deja de ser una idea abstracta y se vuelve una necesidad urgente. Donar un abrigo, compartir un plato caliente o abrir un espacio de resguardo puede marcar una gran diferencia.
La acción solidaria, tanto individual como colectiva, es una herramienta fundamental para que muchas personas moderen los efectos más duros del clima.
En climas hostiles, el mayor refugio que podemos ofrecer como sociedad es el compromiso con el otro.








