En una soleada Plaza de San Pedro colmada de fieles de distintas nacionalidades, el papa León XIV presidió este domingo la misa de Pentecostés e hizo un firme llamado a dejarse transformar por el Espíritu Santo. Durante su homilía, exhortó a los presentes a vivir el “mandamiento del amor” y subrayó que “el Espíritu abre fronteras donde el mundo construye muros”.
Inspirado por el relato bíblico de los Hechos de los Apóstoles, el Sumo Pontífice remarcó que, así como en el Cenáculo el Espíritu descendió como un viento impetuoso, hoy también su presencia sacude y empuja a superar divisiones. Retomando las palabras de Benedicto XVI, León XIV recordó que el Espíritu “supera la ruptura iniciada en Babel” y llamó a construir una Iglesia sin barreras, una comunidad de hermanos y hermanas libres en Cristo. En ese marco, destacó tres dimensiones clave de la acción del Espíritu Santo: abrir fronteras dentro de uno mismo, en las relaciones con los demás y entre los pueblos.
El Papa remarcó que la primera transformación ocurre en el interior de cada persona. “El Espíritu Santo viene a desafiar, en nuestro interior, el riesgo de una vida que se atrofia, absorbida por el individualismo”, afirmó, lamentando que, en un mundo hiperconectado, muchas personas vivan solas y desorientadas. “Siempre conectados y, sin embargo, incapaces de establecer vínculos”, expresó con pesar.
Frente a esta realidad, sostuvo que el Espíritu nos enseña a ver la vida de un modo nuevo, a mirar más allá de las máscaras y a redescubrir la alegría del encuentro con Dios. “Sólo si permanecemos en el amor recibimos también la fuerza de observar su Palabra y de ser transformados por ella”, dijo. En cuanto a las relaciones interpersonales, León XIV resaltó que el Espíritu hace madurar frutos que permiten vivir con autenticidad, superando rigideces y miedos hacia quienes piensan o viven distinto. Alertó sobre los peligros que contaminan los vínculos humanos, como los prejuicios, los malentendidos y, sobre todo, la violencia.
“El amor de Dios nos hace capaces de vencer la voluntad de dominio sobre el otro”, señaló. Con dolor, condenó los numerosos casos de feminicidio que, dijo, reflejan relaciones marcadas por el control y la destrucción: “Una actitud que frecuentemente desemboca en violencia”. Finalmente, el Pontífice recordó el signo inaugural de Pentecostés: las lenguas que no dividieron, sino que unieron. “El caos de Babel es apaciguado por la armonía del Espíritu”, afirmó. En un mundo atravesado por guerras y migraciones forzadas, pidió que las diferencias culturales y de idioma no sean fuente de conflicto, sino un patrimonio compartido.
La homilía concluyó con un llamado firme a practicar el amor como camino de unidad: “El Espíritu rompe las fronteras y abate los muros de la indiferencia y del odio. Nos pone en camino, juntos, en fraternidad”.
Fuente: Agencia de Noticias NA








