Con el peso de la historia los argentinos comprendimos que la patria no es un concepto abstracto, sino que se plantea cotidianamente en la escuela que educa, el hospital que atiende, el trabajo digno y la voz social que se escucha. Por tanto, celebrar y honrar la patria es asumir la responsabilidad de hacerla realidad todos los días.
Hoy, como cada 25 de mayo, volvemos la mirada hacia atrás para recordar el inicio de un proceso que cambió nuestra historia. Y más de una celebración nostálgica, la fecha debería ser un nuevo punto desde el que reflexionar qué tanto avanzó aquel pueblo que ocupó la plaza y demandó grandeza por parte de sus dirigentes.
En un país que hace de sus crisis una cuestión cíclica, atravesado por desafíos persistentes -pobreza, desigualdad, desencanto político-, el Día de la Patria no debe ser solo una postal con escarapelas y locro. Debe ser una oportunidad para interrogarnos y, si es posible, reencender el compromiso con los valores fundacionales, reconocernos como herederos de aquella lucha, reflexionar sobre nuestro presente y renovar el compromiso con una Argentina más justa, inclusiva y solidaria. Porque la Patria no es solo historia: es también futuro.









