La última edición del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia y de la Asociación de Academias de Lengua Española, publicada en diciembre de 2024, incluye miles de definiciones canónicas de palabras conocidas y no tanto, pero también más de una sorprendente presencia.
En esta última actualización del DLE se incorporaron más de 4 000 novedades (entre incorporaciones, modificaciones y supresiones), dentro de un universo de 94 mil entradas.
Hojeando (virtualmente) sus páginas, nadie podría pasar por alto expresiones como “almóndiga”, “toballa” o “murciégalo”, que a pesar de ser evidentemente construcciones incorrectas, aparecen incluidas en el prestigioso diccionario.
¿A qué se debe esto?
Cómo se decide qué palabras entran y cuáles no
El Diccionario de la Lengua Española es un diccionario de uso: para determinar si un término está asentado y podría incorporarse, existen bancos de datos que proporcionan sus datos exactos, como es el caso del CORPES XXI. Esto permite hacerse una idea de si está extendido el término.
En ese caso, al comprobar que una voz está suficientemente implantada al aparecer en un número significativo de casos, ya sea en una zona geográfica o en un estilo concreto, se incluye en el diccionario. Pero no siempre lo más documentado es lo más culto.
La Real Academia justifica la inclusión de los términos con el siguiente criterio de uso: “El diccionario es una herramienta para entender el significado de las palabras y expresiones que se emplean en textos actuales y antiguos de las numerosas áreas hispanohablantes y de los distintos registros”.
Eso sí: “Muchos neologismos de creación muy reciente no generalizados deben esperar para poder incorporarse al diccionario”.
Vulgarismos llamativos
Lo que más suele llamar la atención de las voces registradas en el diccionario son aquellas vulgares o coloquiales, entendiendo por éstas los usos ajenos a la norma culta, porque puede parecer que no son adecuadas a este tipo de obras.
El hecho de ser un diccionario de uso hace que en él tengan cabida voces que son incorrectas o se consideran “vulgarismos”. Pero incluirse en el diccionario no significa que deje de ser vulgar: es importante distinguir entre “estar incluido en el diccionario” (cualquier voz que aparezca en él) y “pertenecer a la norma culta” (uso perteneciente a un estilo cuidado). Abreviaturas, como vulg. (vulgar) o coloq. (coloquial) informan del estilo al que corresponde su uso.

Muchos de los vulgarismos que aparecen en el DLE se mantienen porque fueron incluidos en el pasado: “En general, solo se pueden encontrar en el diccionario algunos de los vulgarismos que se incluyeron en siglos pasados y que hoy, como mucho, siguen usándose en niveles de lengua bajos. Así, almóndiga entró en la primera edición del diccionario (en 1726), donde ya se consideraba una variante corrupta y sin fundamento de albóndiga”.
Otros, en cambio, son más recientes, como la palabra “conchudo”, que se introdujo en 1992 con esta definición: “2. adj. coloq. Am. Sinvergüenza, caradura”.
Cómo saber si es una palabra vulgar o incorrecta
Por esta razón, la entrada para almóndiga es la siguiente:
almóndiga 1. f. desus. albóndiga. U. c. vulg. .
Se marca que es femenino (f.), pero también vulgar (vulg.) y en desuso (desus.), es decir, no pertenece a la norma culta, la misma indicación hecha en el Diccionario panhispánico de dudas:
“No debe usarse la forma almóndiga, propia del habla popular de algunas zonas”.
Aun así, tanto ha corrido el rumor de que estaba “admitido”, que la RAE se pronunció al respecto para aclarar que ni se ha incluido en el diccionario en época reciente, ni pertenece al lenguaje culto.
Por su parte, la palabra “cocreta” nunca se ha integrado en los diccionarios académicos, salvo en el Diccionario panhispánico, aunque advirtiendo de que “Es errónea la forma cocreta, usada a veces en la lengua popular”.
Otro ejemplo interesante es “murciégalo“, forma que “entró ya en 1734 como variante válida e incluso preferida de murciélago (…) y fue solo en ediciones posteriores cuando adquirió la marca de vulgar y desusada, según fue cayendo en desuso en la lengua culta general”.
Algo similar ocurrió con asín, también vulgar, de la edición de 1770 o toballa, en desuso.
Otras novedades de 2024
Entre las 609 adiciones del DLE en su edición de diciembre pasado, se pueden mencionar “nuevos” términos científicos y tecnológicos como aerotermia, microbioma, desarrolladores, driver o escalabilidad.
En el ámbito de la música, se suman rapear, funk, groupie o indie, mientras que sin salir del ámbito cultural, se castellanizan palabras de origen extranjero como escript o espoiler.
Del mundo del deporte surgen fitness, full contact, bicicross o capoeira, y de la gastronomía: frapé, barista, wasabi o infusionar.
También se hace eco de expresiones tan popularizadas como “zona de confort” o “voto de castigo”.
Fuente: Periodismo.com / Cadena Dial











