El avance acelerado de la inteligencia artificial (IA) y la robótica en la vida cotidiana está llevando a la humanidad a cuestionar incluso las fronteras de las relaciones afectivas y la institución del matrimonio.
Recientemente, dos casos llamaron la atención del mundo: una artista española y un hombre australiano decidieron convertirse en los primeros en casarse con robots humanoides. La decisión, tan futurista como polémica, desató controversia y preocupación en distintos sectores sociales.
El amor, el sexo y el matrimonio, pilares fundamentales de las relaciones humanas, comienzan a ser atravesados por la tecnología. El chatbot Leo —creado con ChatGPT— se volvió viral tras convertirse en el “novio” protector de una usuaria, generando una conexión emocional que pasó del experimento a una relación que ocupa gran parte de su atención diaria.
Geoff Gallagher, un australiano, fue aún más lejos. Conoció a Emma, una robot con apariencia femenina, en una tienda, y decidió casarse con ella. Aunque su decisión fue duramente criticada, afirma estar decidido a convertirse en el primer humano en formalizar una unión con una robot.
Casos similares se repiten en distintos rincones del mundo. Rocío Buffolo, conocida como “Rouse Ben”, se define como “mujer robot” tras implantarse un microchip. Es abogada, cantante, tiene un perro robot y mantiene una relación amorosa con otro androide. “El amor debe ser una entrega de datos de amor hacia el otro”, asegura. Según ella, sus relaciones sexuales con robots se dan “a través de un puerto USB”.
Mientras tanto, en Tailandia, la policía presentó al “Police Cyborg AI v1.0”, un robot humanoide con IA capaz de patrullar, identificar sospechosos y prevenir delitos. En el ámbito gastronómico, robots camareros de 1.30 metros de altura ya toman pedidos y llevan platos a las mesas en restaurantes que enfrentan escasez de personal tras la pandemia.
Los robots, además, han sido diseñados para cumplir funciones en entornos peligrosos —como la desactivación de bombas o la minería— y han tomado forma en áreas como la medicina, el entretenimiento y el espacio. El “Astribot S1”, por ejemplo, es el “amo de casa perfecto”: lava platos, dobla ropa y sirve bebidas.
Pero la relación emocional (y física) entre humanos y máquinas genera preguntas sobre el futuro de la pareja tradicional. El Dr. Ian Pearson, futurologista británico, predice que para el año 2050 cada vez menos personas se casarán: “La gente preferirá quedarse soltera”, afirma.
Al mismo tiempo, se vislumbra un futuro en el que los implantes tecnológicos permitirán a las parejas transmitir pensamientos durante las relaciones sexuales, anticipando los gustos del otro gracias a la IA.
Aunque pueda parecer ciencia ficción, esta fascinación por los autómatas tiene raíces antiguas. Desde las ideas de Leonardo Da Vinci hasta la muñeca mecánica Olympia en la ópera de Offenbach, o los relatos de robots en el cine —como “Metrópolis”, “Blade Runner” o “Her”— la humanidad ha explorado su vínculo con las máquinas a lo largo del tiempo.
Hoy, esa fantasía comienza a tomar cuerpo en la realidad. La robot Sophia, de Hanson Robotics, es capaz de mantener conversaciones fluidas y expresar emociones con el rostro, asombrando al mundo entero con su naturalidad casi humana.
La pregunta ya no es si los robots podrán amar, sino si la sociedad está preparada para aceptarlo. ¿Estamos ante una nueva era de convivencia con androides? ¿O frente a la última metamorfosis de la automatización? Lo único claro es que la robótica dejó de ser una promesa futurista: llegó para quedarse, para trabajar, convivir y, quizás, amar.
Fuente: Noticias Argentinas








