Todos tenemos altos y bajos, y a lo largo de nuestra vida, si miramos hacia atrás, nada ha sido lineal, todo lo contrario, momentos de mucha alegría y momentos de dolor e incertidumbre, unos seguidos de otros en constante vaivén.
Hacer consciente esto, nos permite darnos cuenta que nada es eterno y hasta los momentos más difíciles, también pasarán, y le seguirán momentos de alegría.
También si miramos atrás vemos que la vida nos sorprende, cuando creemos que todo seguirá de la misma forma, algo repentino sucede, da un giro y reparte nuevas cartas para seguir jugando.
Esos giros repentinos pueden ser momentos de mucha alegría y éxito o momentos de mucha incertidumbre y dolor.
Los giros repentinos, tanto si son felices o tristes, nos sacuden, nos despiertan del modo “piloto” y nos invitan a sacar el jugo a la vida, llenar cada segundo de momentos deseados.
Cuando aparecen irrumpiendo nuestra vida, más aún si son dolorosos, la clave es preguntarnos ¿Qué está dentro de mi campo de acción?
Tener claridad absoluta en qué está dentro de lo que nosotros podemos accionar para mejorar y qué no lo está, es la clave para poder atravesar estos momentos y encontrar la luz.
Una gran verdad enuncia: “En lo que te enfocas se expande”, teniendo claridad que está dentro de nuestras posibilidades hacer, podemos enfocarnos en eso, y accionar.
Esto logra resultados y disminuye la incertidumbre y el sufrimiento de todo lo que escapa a nuestro control.
Por otra parte, todo aquello que no podemos controlar, todo lo inesperado, lo ponemos en manos de Dios, en la confianza que Él camina a nuestro lado, y se ocupará de todo eso que no podemos manejar.
Cuando abrazamos nuestro dolor, mostrando nuestra vulnerabilidad y dejamos salir todo lo que sentimos, en la confianza que Jesús nos escucha y hacemos nuestra parte, la magia sucede, nuestro peor día se transforma.
Cuando hacemos equipo con Jesús, nosotros nos ocupamos de nuestra parte y él de la suya; caminamos juntos paso a paso, sorteando lo que venga, sintiendo su amor y su poder sobre nosotros, recibimos el regalo de ver que somos mucho más fuertes de lo que creemos.
Natalia Moyano
Contadora con corazón de escritora
[email protected]





