POSADAS. Entre la evidencia, el testimonio de vecinos y la confesión de él mismo, la Justicia ya no tiene dudas en relación con el triple crimen del barrio Yacyretá. Por eso, ayer la fiscalía de Instrucción 6 de Posadas elevó a juicio la causa que se le sigue a Juan Orbino (26), el changarín acusado de matar y descuartizar a su concubina y a los dos hijos de la mujer en septiembre último.Fuentes del caso le confirmaron a PRIMERA EDICIÓN que el Ministerio Público Fiscal, representado en esta oportunidad por la doctora Elena Mabel Torrez, acusó formalmente a Orbino del delito de “Homicidio simple, tres hechos en concurso real” en un auto de elevación a juicio que ingresó ayer al Juzgado de Instrucción 6 de Posadas, a cargo del magistrado Ricardo Balor.Ante cierto temor de los vecinos de las víctimas de que el presunto homicida sea declarado inimputable por insanía mental, en el escrito la Justicia ratifica y, en base a los exámenes psicológicos, confirma que Orbino cuenta “con capacidad para comprender la criminalidad de sus actos”.Los estudios realizados por integrantes del Cuerpo Médico Forense arrojaron que el detenido se encontraba “vigil, lúcido, orientado en tiempo, espacio y persona, no presentando alteraciones sensoperceptivas ni del pensamiento”. Incluso, los informes psicológicos revelan que Orbino hasta “se posiciona como responsable por los hechos que se le imputan”.Por otra parte, en base al testimonio de testigos, la fiscalía llegó a la conclusión de que el imputado “tuvo la intención de matar, ya que desde hace mucho tiempo atrás venía demostrando actitudes amenazantes”, tal como contaron testigos de la chacra 111, que ante la Justicia relataron incluso que el acusado maltrataba físicamente a la mujer y a sus hijos, a los que hasta llegó a propinarles golpes de puño en el rostro.“Se separaban, pero él volvía al tiempo, ella lo perdonaba y estaban así unos días hasta que volvían a pelear, siempre por la casa”, le contó uno de los testigos a la Justicia.Otro testimonio vertido ante la Justicia determinó que, en una oportunidad, el imputado tenía un machete y amenazaba con matar a Angélica Hann de Freitas (46) y sus pequeños hijos, Mauricio Marcelo Ruiz (10) y Betiana Belén Ruiz (14).Pero más allá de toda esta batería de pruebas y de los distintos elementos recolectados en la escena, como un machete y un cuchillo con manchas de sangre, o los exámenes de luminol que confirmaron la matanza en base a las manchas de sangre halladas en una de las habitaciones, la cuestión clave tiene que ver con la propia confesión del autor de los hechos ante la Policía.Ese lunes 17 de septiembre, Orbino llegó a la guardia de la comisaría seccional Sexta en estado de shock. Primero se sentó y, cuando los policías le preguntaron qué sucedía, fue determinante: “Me presento acá porque maté de un hachazo a mi mujer. Le voy a decir la verdad: la maté a ella y a sus dos hijos y los enterré debajo de la cama, y dejé el hacha al costado de un aparador, y la tierra la coloqué en una heladera vieja”, les dijo a los uniformados. Después, les entregó un manojo de llaves de la casa de la calle 66 casi avenida Lucas Braulio Areco, en el barrio Yacyretá de la capital provincial.Rápidamente, el oficial de servicio dio aviso al juez Balor. Mientras, los agentes esposaban a Orbino y lo subían a una camioneta de la fuerza que partió rauda hacia la escena de los hechos. El changarín prefirió quedarse en el asiento de atrás, esposado, con la mirada fría y sin volver a hablar.A la casa humilde y de tono azulado entró el juez, la fiscal, los detectives y el resto de la comitiva policíaco-judicial. Enseguida notaron que debajo de la cama la tierra estaba “hinchada”. El espanto no tardó en llegar: apenas comenzaron a desenterrar, aparecieron primero los cuerpitos de los mejores y luego el de su madre.En ese momento se conoció la otra parte del horror. El homicida había descuartizado a sus víctimas, aparentemente una vez que estaban muertas. Esto se pudo confirmar mediante la autopsia, que determinó que Betiana tenía “profundas heridas incisocortantes en la región maxilo facial y sección del paquete vascular yúgulo carótideo y eventual shock hipovolémico”. Esto quiere decir, básicamente, que el joven degolló a la indefensa niña de catorce años.La suerte que corrieron Mauricio y su madre no fue mejor. Los dos habían sufrido trauma craneoencefálico con fractura de la bóveda craneal y, en el caso de la mujer, hundimiento óseo. Los tres habían sido descuartizados, aparentemente porque los cadáveres enteros no cabían en el pequeño hoyo que había cavado el sospechoso.Orbino todavía tenía callos en las manos cuando la Justicia lo procesó por el triple crimen, a finales de octubre. Antes, se había abstenido de declarar ante la Justicia. Ya era demasiado tarde: las pruebas estaban sobre la mesa y todo hacía prever que su causa sería elevada a juicio. Así sucedió finalmente ayer, a poco más de tres meses del sangriento episodio que conmocionó a la provincia y que llegará a juicio seguramente en 2013.





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