Jangadas que surcaban por los ríos llevando productos de las selvas durante muchos años. Desde lejos, una llamativa curiosidad. Verlas desplazarse por las aguas era un atractivo para todas las edades, primero una larga espera, hasta tenerlas más cerca, escuchar datos de los habitantes de las costas, los que relataban curiosidades de esta gran cantidad de rollos que eran capaces de mantenerse a flote y dejarse desplazar con la corriente del agua. Para llegar a esto había que superar una gran cantidad de dificultades y contar con personas que, a través de muchos años, se fueron perfeccionando para realizar lo mejor posible su especialidad.

Ya quedan los últimos hombres que pueden aportar algunos datos sobre las jangadas, en general no han dejado escritos, solamente relatos. Uno de ellos, Edgardo Henn, nacido el 9 de enero de1936, en Puerto Rico, que el 12 de abril de 1999 me relató lo siguiente en su experiencia de 1957 a 1963. La empresa Henter tenía en la zona de Paranay un obraje del cuál era el encargado. Hay que separar todo en dos partes, los trabajos a realizar en tierra firme por distintos especialistas con sus respectivos nombres: descubierteros -generalmente dos-, ubican las distintas especies de árboles en la cerrada selva, toman las medidas, diámetros, circunferencia y altura, son los que ubicaban los árboles a derribar, eran hombres sin miedo, con coraje, fuertes, para superar cualquier peligro y clima. No temían a las víboras, ni a los tigres, ni a cualquier otro animal que los podría atacar.
Para ello se necesitaba, en primer lugar, de árboles flotadores -boyaban y mantenían a los otros-, eran de las especies de cedro, timbó colorado, guayca, situados en los bordes de las jangadas en dirección sur-norte o norte-sur, o alternados hacia el medio, con ellos eran ubicadas en las mismas direcciones las maderas duras o pesadas como incienso, lapacho, loro negro, grapia, cañafístola, guatambú, anchico, guayubira. En las partes superiores, todos estos enormes troncos de las más variadas especies eran afirmados o atados con alambres, lianas o sogas a unos troncos de unos 0,25 centímetros de espesor de las especies de rabo-guatambú llamados varales, los que se ubicaban de este a oeste u oeste a este, podía llegar a tener una jangada colocados de 20 a 30 varales o más.
Atentos al peligro
Los hacheros o volteadores, encargados de derribar los árboles, debían tener en cuenta, en muchas, ocasiones los desniveles.
Los encargados de realizar los caminos para que se puedan desplazar los distintos vehículos.
Los medios de transporte de los rollos variaban de acuerdo a las distancias, generalmente con unos transportes especiales llamados “alzaprimas” con dos ruedas gigantes, tirados por parejas o yuntas de bueyes o mulas, hasta la barranca del río, generalmente se ubicaba cerca de una bahía con aguas tranquilas.
Con 97 años el vecino Alfonzo Löffler me relató en 2023, que arrastraba algunos rollos directamente por el suelo con pares de bueyes, con otros colegas desde la selva cercana a la barranca en puerto Laharrague. La mayoría de las veces, los rollos debían recorrer muchos kilómetros en plena selva, hasta 20 kilómetros en la Argentina y en el Paraguay hasta 25 kilómetros. Después llegaba la otra etapa, la que era necesaria realizar a la perfección en el agua, para ello tenían que tener mucha experiencia; era un trabajo muy sufrido y sacrificado porque tenían que mantenerse en el agua durante horas, cualquiera fuere el tiempo y temperatura reinante, con neblinas. Una vez que fueran deslizados por las barrancas con la ayuda de maderas, pero siempre teniendo en cuenta primero la madera que flotaba.

La construcción de la jangada consistía en mantener en flote a un conjunto de grandes troncos, atados entre sí, aprovechando después el desnivel o descenso del agua de los ríos o arroyos en los de mayor caudal para trasladarla.
Para ello se necesitaba, en primer lugar, de árboles flotadores -los que boyaban y mantenían a los otros-, eran de las especies de cedro, timbó colorado, guayca, situados en los bordes de las jangadas en dirección sur-norte o norte-sur, o alternados hacia el medio, con ellos eran ubicados en las mismas direcciones las maderas duras o pesadas como incienso, lapacho, loro negro, grapia, cañafístola, guatambú, anchico, guayubira. En las partes superiores, todos estos enormes troncos de las más variadas especies eran afirmados o atados con alambres-lianas o sogas a unos troncos de unos 0,25 centímetros de espesor de las especies de rabo-guatambú llamados varales, los que se ubicaban de este a oeste u oeste a este, podía llegar a tener una jangada colocados de 20 a 30 varales o más.
Con 300 rollos tenían colocados unos 10 de estos varales. Una jangada tenía de 400 a 600 rollos, pero podían llegar hasta mil rollos o más. Mientras se iba armando todo el conjunto de la jangada, era atada a un gran y fuerte árbol de la ribera.

Relató Edgardo Henn, en esa época las jangadas eran arrastradas aguas abajo con lanchas remolcadores, en la parte media había un cabezal, ese lugar tenía que ser el más fuerte y bien trincado, era el que encabezaba la jangada, allí iba un cable o linga de unos 30 metros de largo. Una vez armada la jangada era alejada de la costa, con largas cañas de tacuaras, llamadas botadores o pértigas. La corriente descendiente del río llevaba la jangada.
Durante el siglo 1800, tardaban semanas en llegar a destino -hasta que aparecieron las lanchas remolcadores- uno adelante y otra lancha atrás.
Durante la noche la jangada era atada a una isla, sobre la jangada los jangaderos, armaban un rancho donde dormían y cocinaban, pero debían evitar que la jangada se enganche en algún extremo costero o en islas. Un remolcador venía juntando en el siglo 1900 desde Iguazú cuatro a cinco jangadas con destino a Posadas para dejarlas en las compañías Heller – Sidema o a Corrientes. Aquí las cargaban en barcazas a Buenos Aires, las que podían cargar de 200 a 300 rollos.
Sin caminos ni puentes
En las décadas 1960 y 1970 las jangadas comenzaron a desaparecer por las construcciones de buenos caminos con sus puentes. Durante el siglo XIX y gran parte del XX, la única manera de poder traer la madera de las regiones de las selvas del Paraguay, Sur del Brasil y del Nordeste de la Argentina era con las jangadas por los ríos Paraná, Uruguay, Paraguay, Bermejo, porque todavía no había caminos ni puentes que permitiesen llegar a los centros de consumo o industrias.
El 14 de febrero de 2024 realicé una entrevista a Luis Alberto Henn -nacido el 30 de agosto de 1938-, el que me aportó los siguientes datos. Su padre Leopoldo empezó en la actividad maderera en Puerto Leoni. En 1941 armaron la primera jangada en el Puerto Londero sobre el río Uruguay, la madera era llevada hasta Concordia.

Cada cuatro o cinco meses armaban una jangada, los rollos tenían un promedio de más o menos ocho metros. Eran rollos rectos porque al encontrarse en la selva con otras especies, buscaban la luz, su crecimiento era recto. Los varales estaban separados unos cinco metros entre ellos. Al árbol no flotador antes de largarlo barranca abajo se lo ataba con una linga de metal. Eran dos rollos flotadores y después uno no flotador en el armado.
En el armado de una jangada trabajaban hasta seis. Una vez armada una jangada, se armaba una casita con carpa para hasta cuatro personas. A los rollos no se les sacaba la cáscara. No era difícil encontrar obreros para realizar estos distintos trabajos; como trabajaban durante semanas, como parte del pago se le adelantaban distintos productos de mercaderías para realizar después la liquidación final.
Cuando en nuestra juventud, estando junto al río Paraná en la zona del Remanso Grande, después conocido como remanso Henrici, y algo más hacia el Norte remanso Rothe o Seifert, se podía observar después de las bajadas del río Paraná, trancados entre piedras o troncos, grandes rollos de la especie de cedro los que se habían desprendido de jangadas, por las turbulentas aguas en remolinos que se formaban en muchas partes. Por ley había un período largo de penalización para no ser tocados.
Con el deseo que esta ponencia sirva para conocer y recordar cómo eran llevadas a los centros de industrialización las distintas maderas de nuestras selvas, y fueron fuente de trabajo para muchos obreros de distintas nacionalidades. Además, durante casi dos siglos, nuestros ríos fueron el único medio usado para sus traslados.
Por Juan Plocher. Montecarlo. Febrero 2024.






