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Surfeando la cuarta ola

17 marzo, 2022

Por: Paco del Pino

Partamos de una base: el periodismo es como el barbijo. Cuando uno se siente cómodo con él es porque no lo está utilizando bien. Desde que se sentaron los cimientos de la profesión, se sabe que el periodismo es (debe ser) incómodo. Incómodo para todos.

Para los poderes de turno, que ven a la luz pública lo que pretendían ocultar o se ven interpelados por temas de los que preferirían no hablar. Para los propios periodistas, obligados a mantenerse alertas a cuanto les rodea y a interrogarse a sí mismos sobre la mejor forma de comunicar lo que averiguaron para cumplir cabalmente su misión de informar y conmover (es decir, de mover a la acción a sus destinatarios). E incómodo incluso para los receptores (lectores, oyentes, televidentes, usuarios), a los que el buen periodismo interpela también y los hace pensar y eventualmente actuar en consecuencia. Todo ello, sumado a la creciente incomodidad con la que afrontamos hoy en día el simple hecho de escuchar al otro.

Lo que pasa es que con el transcurso del tiempo, y sobre todo de dos décadas a esta parte, las cosas han cambiado mucho. Y uno de los primeros daños colaterales es el periodismo. Entre los muchos avances que han aportado las tecnologías (dejemos de llamarlas nuevas, porque ya están bastante creciditas) se han colado también algunos retrocesos, o cuando menos obstáculos para el progreso.

Uno de ellos es la comodidad. Todo se ha simplificado tanto que el esfuerzo se ha convertido en un disvalor: ningún fin justifica esforzarse para llegar a él, acaso en la convicción de que antes o después se alcanzará -o nos lo alcanzarán- de forma más sencilla.

Extrapolado al mundo de las comunicaciones, ¿cuántos de nosotros no hemos visto alguna vez un titular o una foto en internet y hemos saltado directamente a los comentarios para ver si con eso nos alcanzar para enterarnos de lo que pasó? Y de última, ¿no es más divertido leer las opiniones de la gente, de nuestros pares, que ese relato o análisis aburrido de un tipo que se cree en posesión de la verdad sólo por haber estudiado, investigado y reflexionado?

En este contexto, ¿a alguien le sorprende que los medios de comunicación desaparezcan? Pues sí, están en extinción. Al fin y al cabo, como su nombre lo dice, los medios eran los intermediarios entre una porción de realidad y quienes no tenían acceso a ella. Hoy, con las redes sociales, hay muy pocos sin acceso a buena parte de la realidad. Hasta la realidad -de la mano de su socia, la autoridad- parece haberse acogido a una merecida jubilación ante la masiva (y cómoda) convicción de que la realidad no es lo que es, sino lo que uno cree que es.

 

 

La sociedad ha dejado de tener intermediarios y por eso los medios de comunicación han dejado de ser medios para convertirse en empresas de información, en un delivery a la carta donde el periodismo -salvo honrosas excepciones- corre detrás no ya del interés general, sino del interés personalísimo de cada individuo, ese que suma clicks a nuestros posteos (de ahí su valor), así que en realidad no es individuo sino usuario, no es persona sino el IP de una terminal informática, no es quien es sino lo que consume, o mejor dicho la proyección algorítimica de lo que va a consumir en función de lo que consumió anteriormente. Cada vez más lejos del libre albedrío que nos siguen prometiendo.

A los “exmedios”, jaqueados económicamente por una multiplicidad de factores que no vienen al caso (pero que se sintetizan en que cada componente de su estructura de negocio se ha mudado a otros vecindarios), les está costando volver al juego y remarcar la cancha. La urgencia los lleva a prácticas aperiodísticas (en algunos casos antiperiodísticas) para mantenerse a flote hasta que pase la tormenta, porque a nadie debería escapársele que la actual “revolución” correrá la misma suerte que las anteriores y en algún momento quedará perimida. Pero entretanto, ¿cuántos se irán ahogando por el camino?

Dar al público lo que pide es un arma de doble filo tan damocliana como lo fue en su momento darle gratis la información de calidad que tanto esfuerzo económico y recursos humanos demandaba: los usuarios se acostumbraron tanto a la gratuidad que hoy es casi una ofensa pedirles que paguen por ello. Con ese ejemplo en mente: ¿cuánto está dispuesto a ceder de su esencia el periodismo para seguir sobreviviendo?

Empecemos por algo que parece una pavada pero que tiene un profundo alcance simbólico: la icónica pirámide invertida ha muerto. Ese “viejo” esquema de organización de la noticia que permitía al lector en apenas uno o dos párrafos saber qué pasaba y por qué, dónde, cuándo, cómo y quiénes eran los protagonistas, se ha abandonado para que el usuario no nos abandone. Como los “exmedios” necesitan que quienes los visitan permanezcan la mayor cantidad de tiempo en sus páginas, demoran lo más posible los datos esenciales y dedican los primeros párrafos a circunloquios más o menos envolventes para conducir a los lectores hasta el final. Entienden que si las claves están al principio, la comodidad hará que los usuarios dejen de consumir el resto del contenido y pasen a otra cosa (o peor, a otro “exmedio”). ¿Solución? Ofrecemos un peor producto para obtener mejor “performance”. ¿Solución? ¿Por cuánto tiempo? ¿Tan estúpidos son nuestros lectores?

La misma lógica se replica en otras “nuevas prácticas” como jugar al misterio (ofrecer preguntas en lugar de respuestas) o el empobrecimiento del uso del lenguaje, para hacerse ver al mismo nivel que el lector (¿cuál lector, en todo caso?) y no como una pretenciosa autoridad que trata de “bajar línea”. Y conduce a una tendencia que resulta aún más inquietante: el abandono de la objetividad.

Sí, es cierto, el dilema de la objetividad ha sido motivo de debate desde hace décadas, porque al fin y al cabo ¿qué es la objetividad? Soy de los que conceden que en el fondo no existe, ya que la simple elección de qué tema merece ser informado y qué enfoque se le da representa en sí misma un sesgo subjetivo.

Pero a lo que voy es a la subjetividad deliberada: no al sesgo subjetivo inherente a todo acto humano, incluido el de informar, sino al uso de la ideologización e incluso de la polémica como forma de atraer lectores (clicks). Y todo porque en la era de los algoritmos, el alcance se obtiene extremando posturas.

Según analizó Julia Munslow para The Wall Street Journal, los “nuevos” (o por lo menos los últimos hasta ahora) consumidores, la Generación Z, valoran más las opiniones que las informaciones basadas en hechos. Por eso los jóvenes confían más en los influencers que en los periodistas tradicionales.

“Escuchar las dos campanas” no está de moda: hay que tomar postura, si se quiere ser “auténtico” según lo entienden las nuevas generaciones. Y también muchos periodistas: “Estamos en condiciones de decir que no hay dos bandos. En cuanto al cambio climático, no hay dos bandos; en cuanto a la democracia, no hay dos bandos; en cuanto al racismo, no hay dos bandos”, dijo Ali Velshi, presentador de MSNBC, con pasado en CNN y Al Jazeera.

Andy Hirschfeld, en un artículo titulado, “Repensar el significado de la objetividad en el siglo XXI”, ratifica que “como profesionales de los medios, se espera cada vez más que mostremos nuestras reacciones y hagamos comentarios personales instantáneos cuando se produce una noticia”.

Esto desemboca a su vez en el creciente fenómeno de la “creator economy”, donde periodistas individuales se suben a la ola de los streamers, youtubers, tuiteros y tiktokers, y se posicionan por encima de los medios para los que trabajan como traccionadores de seguidores, avalados -casi siempre- o no por esos mismos medios.

El colombiano Mauricio Cabrera, uno de los más notables gurúes de las nuevas narrativas en periodismo, lo expresa claramente: “Son cada vez más los periodistas que dicen ser mucho más que los medios en que trabajan” y “dicen que no los necesitan, que ellos, con su propia marca y sus comunidades, pueden ser dueños de su propio negocio y, por tanto, de su propio tiempo y de sus propias decisiones”.

Taylor Lorenz, exredactora de temas de “estilo” en The New York Times y actualmente con la misma función en The Washington Post, pero con más de 500 mil seguidores en su cuenta personal de Tik Tok, está considerada como el paradigma del periodista enfocado en “llamar la atención”. Y ella se defiende con el argumento de que “hoy es un suicidio para un periodista dejar de pensar en su marca personal”.

La teoría de la comunicación se ha hecho añicos. En pocos años hemos pasado de “el medio es el mensaje” de Marshall McLuhan a “el canal (las redes sociales y de mensajería) es el mensaje” y finalmente a “el emisor es el medio”. Lo complejo es detectar hasta dónde debe llegar el periodista con las estrategias de posicionamiento y cuándo conviene no ir más allá.

Cabrera, férreo defensor de la “creator economy”, que implica un emisor individual con “marca” propia, señala no obstante los graves peligros que se afrontan al abrazarla. Uno de ellos es la sobreexposición ante la audiencia y la tentación constante de construirse un rol protagónico por encima de las historias que uno genere. “En la era de la individualización del periodismo, el autor se hace cada vez más relevante que aquello que está contando”, define.

Es decir, no importan tanto los hechos como quien los cuenta. Y peor aún: los hechos serán creíbles no por ser reales sino según quién los exponga. En palabras de Cabrera, “si cuestionamos que los lectores estén buscando contenido que no haga más que darles la razón en ideas preestablecidas, para efectos de creación la dinámica es semejante: si eres este periodista, te creo. Si eres este otro periodista, no te creo”.

Claro que de toda la vida algunos periodistas han sido más creíbles que otros, pero en función de la trayectoria de cada uno. La novedad es que ahora la credibilidad pasa más por la afinidad emocional que por exigencias periodísticas. Porque las audiencias, inmersas en la era de la “posverdad”, decidieron que la objetividad debe ser desterrada de la conversación pública.

En este contexto, transformarse o morir parece ser la consigna. Pero la práctica nos ha mostrado reiteradamente cómo luce la crisálida una vez que la mariposa escapó volando.

Si toda esta situación nos resulta tan enojosa a la generación híbrida, esa que se crió en un mundo analógico pero en la escuela aprendió a manejar las computadoras de 32 o 64 k y en la universidad saltó de un día para el otro de la máquina de escribir y el papel carbónico a programar a base de ceros y unos, me imagino lo que debe ser para las generaciones anteriores, a las que el desembarco de las nuevas tecnologías las encontró ya sentados en su escritorio de trabajo.

Pero el mundo ha cambiado irremediablemente. Y otra vez como el barbijo: no importa el tiempo que pase, no importa lo que nos acostumbremos a ello, tanto el tapabocas como lo nuevo que llega -o por venir- nunca dejará de molestarnos. El problema es que la amenaza ya ha dejado de ser que perdamos el último tren: el peligro ahora es que ese tren nos pase por encima.

Tags: ActualidadComunicarEnfoquePeriodismoPeriodistasTransformar
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FM 89.3

Las ventas por las fiestas de Navidad dejaron un balance positivo para el comercio de Posadas, con un consumo que mostró planificación previa, búsqueda de precios y una marcada preferencia por segundas marcas y alternativas más rendidoras.
Así lo aseguró el comerciante posadeño Nelson Lukowski, quien destacó que el movimiento superó las expectativas y se mantuvo en niveles similares, e incluso levemente superiores, a los del año pasado
En una jornada atípica para el calendario legislativo, el Senado de la Nación sesionó este viernes 26 de diciembre para avanzar en el tratamiento del Presupuesto 2026, una ley clave para el Gobierno nacional. La sesión estuvo atravesada no solo por el debate económico, sino también por un fuerte cruce político y un episodio interno que generó tensión en el recinto.Desde el Congreso, el corresponsal de FM de las Misiones y Primera Edición, Gerardo Strejevich, explicó que “nadie preveía que íbamos a estar sesionando un 26 de diciembre, pero el Senado está tratando el Presupuesto 2026, que ya tiene media sanción de Diputados y ahora busca convertirse en ley”.
La creciente cantidad de siniestros viales en Misiones, especialmente aquellos que involucran a motociclistas, volvió a encender las alarmas. Desde la Asociación de Motociclistas Misioneros, su presidente Alejandro Melgarejo trazó un duro diagnóstico de la situación actual y cuestionó con firmeza las políticas de seguridad vial que se vienen aplicando en la provincia.“Estamos hablando de aproximadamente 300 víctimas fatales en lo que va del año, más de 80 víctimas más que el año pasado. Son 300 familias destruidas, y eso es gravísimo”, advirtió Melgarejo, al remarcar que el escenario es aún más preocupante por la falta de información oficial y de un plan de contingencia claro. “No tenemos datos oficiales, no hay responsables a la vista y tampoco respuestas para las familias”, sostuvo.
A pesar de la ordenanza que prohíbe el uso de pirotecnia sonora, la noche del 24 y la madrugada del 25 de diciembre volvieron a estar marcadas por estruendos en distintos barrios de la ciudad. Desde la Fundación de Apoyo a Padres de Hijos del Espectro Autista (FAPADHEA) advirtieron que este año se registraron más reclamos que en 2024 y que, en algunas zonas, “no hubo prácticamente ninguna diferencia con los tiempos previos a la normativa”.Así lo expresó Eduardo Sisto, presidente de la fundación, quien lamentó que “volvimos a unos años atrás porque un grupo importante de ciudadanos no entiende lo que es la convivencia respetuosa”. “A mucha gente le importó muy poco la salud integral de las personas con autismo, de los niños, de los ancianos y de las mascotas, y tiraban cohetes como si nada”, señaló.
El tradicional mercado La Placita vivió una Navidad con un movimiento comercial positivo que sorprendió incluso a los propios comerciantes. Así lo afirmó María Eva Duarte, referente y locataria del paseo, quien destacó que las ventas estuvieron por encima de lo que se esperaba en un contexto económico complejo.“La verdad es que no nos podemos quejar, fue más de lo que nos imaginábamos”, aseguró Duarte al hacer un balance de los días previos a la Navidad. Si bien reconoció que el nivel de ventas no alcanzó al de otros años, remarcó que “estuvo bien, estuvo bien, gracias a Dios”, lo que permitió cerrar las fiestas con alivio y optimismo.
El Parque Nacional Iguazú y el Área Cataratas celebraron la Navidad con una noticia que reafirma la fortaleza del destino turístico: el 25 de diciembre se alcanzó el ingreso del visitante número 1.500.000 en lo que va de 2025. El dato fue confirmado por Nicolás Benítez, director de Marketing del Ente Municipal de Turismo de Iguazú (ITUREM), quien destacó el buen nivel de ocupación y las perspectivas alentadoras para la temporada de verano.“Estamos gratamente sorprendidos por el movimiento que se está dando en el destino. Hace bastante tiempo no teníamos una ocupación tan notable en estas fiestas”, señaló Benítez, al referirse al flujo turístico registrado durante Nochebuena y Navidad.
Los siniestros viales vinculados al consumo de alcohol volvieron a ocupar un lugar central en la agenda durante el último fin de semana, especialmente en la noche del 24 de diciembre. Frente a este escenario, la jueza de Faltas de la dependencia N.º 3 de Posadas, Bettina Alejandra Balbachán, advirtió que el problema excede ampliamente a las sanciones y puso el foco en un cambio cultural profundo.“No hablamos de accidentes, hablamos de siniestros, y lamentablemente venimos viendo un incremento sostenido, sobre todo en fechas festivas”, señaló la magistrada, al tiempo que remarcó que los niveles de alcoholemia detectados no son excepcionales. “Un dosaje de 1,57 no es el más alto que he visto, es un número habitual, y en fechas festivas suele ser incluso mayor”, afirmó.
En el marco de las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, desde la Fundación de Apoyo a Padres de Hijos del Espectro Autista (FAPADHEA) renovaron el pedido de evitar el uso de pirotecnia sonora y apostar por festejos más empáticos e inclusivos. Así lo expresó Patricia Caramuto, integrante de la entidad, quien remarcó la importancia de “ponerse en el lugar del otro” a la hora de celebrar.“Cuando hablamos de festejos, de compartir y de inclusión, también hablamos de la importancia de evitar la pirotecnia justamente en estas fiestas y celebrar con un poco más de empatía”, sostuvo Caramuto, al señalar que el impacto del ruido no afecta solo a personas con autismo, sino también a adultos mayores y mascotas.
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