WASHINGTON, Estados Unidos (La Nación). La carrera por la Casa Blanca se aproxima a su recta final con dos caras antagónicas: la de preocupación de los republicanos y la de triunfalismo de los demócratas.Sin haber sabido explotar la realidad de una economía maltrecha, el candidato republicano, Mitt Romney, no logra consolidar su liderazgo y perdió su ventaja en la recaudación de fondos de campaña. Como si eso fuera poco, esta semana fue jaqueado por una cámara oculta que lo muestra describiendo al 47% de los norteamericanos como vagos que dependen del Estado.Las crecientes dificultades de Romney se traducen en una sensación de una “batalla definida” a favor de Barack Obama al punto de que el 60% de los norteamericanos cree que el presidente logrará su reelección el 6 de noviembre próximo, según un sondeo de The Washington Post.El triunfalismo, sin embargo, alarma a los responsables del Partido Demócrata, temerosos del efecto contraproducente que podría aparejar un exceso de confianza en sus filas.“Puede parecer que esto ya está definido, pero no es así. El resultado de la elección aún puede alterarse”, atajó el ex presidente Bill Clinton, al hacerse eco de la situación en una entrevista que la cadena CNN y de la que sólo se anticiparon algunos fragmentos.Clinton, que tiene el particular don de que a veces explica a Obama mejor que Obama mismo tal como acaba de demostrar en la reciente convención partidaria atajó así el reconocido riesgo de la sensación de victoria que empieza a instalarse entre algunos demócratas.“Hoy el presidente tiene ventaja. Pero la clave de la elección está en la gente que, efectivamente, se decida a ejercer su voto y eso es una cosa muy distinta a lo que digan las encuestas de intención de voto”, matizó.Son casi como dos caras de un mismo fenómeno. Si hoy los republicanos están angustiados por la presión con que enfrentan las últimas siete semanas de la campaña, los demócratas lo están por el riesgo de que esa sensación de triunfalismo termine por jugarles en contra, como un búmeran.Sobre todo cuando aún falta transitar la espinosa recta final de la campaña; un tramo de 45 días en que ambos candidatos se enfrentarán en tres debates televisivos ante toda la nación, a los que se les asigna potencial para incidir en la decisión de voto.





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