BERNARDO DE IRIGOYEN. La particularidad de la frontera seca con Brasil, la permeabilidad de los controles y la inmensa extensión de territorio limítrofe contribuyen al ingreso de criminales extranjeros dispuestos a todo, menos a regresar a su país de origen con las manos vacías.El caso del policía herido de cuatro balazos el lunes pasado, alrededor de las 1.30, en Bernardo de Irigoyen, constituye el reflejo de que son delincuentes temibles a los que la vida ajena les importa poco. Más bien nada.El uniformado, identificado como Juan Carlos Duarte, de 34 años, tuvo suerte: 24 horas después de sufrir al menos dos impactos de bala fue dado de alta.No obstante, continúa con un proyectil a la altura de la pelvis y los médicos evalúan someterlo a una operación para extraer el pedazo de plomo.La frontera seca con Brasil es un territorio ideal para los criminales de ese país, que huyen de grandes centros urbanos como Porto Alegre e incluso San Pablo en busca de refugio e impunidad.Aprovechan esa circunstancia para cruzar a la Argentina, robar como sea y regresar a suelo brasileño recorriendo un par de metros.El robo a mano armada constituye una de las modalidades delictivas más recurrentes en la zona, en un porcentaje similar al robo de motos y su intercambio por cocaína o marihuana.En Irigoyen, por ejemplo, se da una característica particular. Se han secuestrado muchos vehículos, algunos de ellos de alta gamma, sustraídos en Brasil.Lamentablemente, esta región de la provincia no escapa a episodios vinculados -o sospechados de estarlo- con el oscuro mundo de la mafia. Un caso paradigmático en este punto fue el homicidio del aduanero Gabino Sánchez, de 52 años, ejecutado de un balazo en la cabeza la noche del 29 de febrero de 2008.Pero no fue el único. Más acá en el tiempo se registró otro hecho de ribetes mafiosos.Fue el viernes 23 de marzo pasado, a eso de las 21.30, cuando Celso Silva, de 38 años, aguardaba un colectivo en una calle del paraje Dos Hermanas, sobre la ruta provincial 17.Allí, a unos ochos kilómetros del ejido urbano de Bernardo de Irigoyen, fue acribillado a balazos desde una moto o un coche.El o los asesinos descendieron del rodado y con él tendido en el suelo, agonizante o muerto, se aseguraron que pasara a la eternidad degollándolo.A partir de este caso comenzó a hablarse del intercambio de motos o vehículos por droga en Irigoyen y zonas aledañas.En este episodio criminal, como en tantos otros, se habló de que los supuestos autores tenían nacionalidad brasileña.El 27 de abril pasado, dos criminales irrumpieron en el supermercado “El Oriental” de Irigoyen y a punta de pistola intentaron asaltar a José Acosta Benítez (65).El comerciante resistió el atraco y se tiroteó con los criminales. Fue alcanzado por dos proyectiles: uno en la cabeza y otro en el cuello.Los pistoleros huyeron a las corridas y subieron en un remis que los aguardaba afuera del local.El primero en caer fue el conductor del coche de alquiler. Tres días después fue el turno de dos maleantes brasileños, sorprendidos por la Policía Militar de ese país en un hotel de la localidad de Barracão.Allí se supo que al menos uno de ellos purgó condena y que, incluso, había escapado de la prisión donde estaba recluido. Un caso mafioso e impuneEl hombre detuvo la marcha del vehículo frente a su vivienda, en el barrio Soberanía Nacional, de Bernardo de Irigoyen, cuando fue abordado a punta de pistola por al menos tres delincuentes.Lo obligaron a ingresar a la casa mientras uno le decía, en tono bajo, “esto es un asalto”.Una vez adentro del inmueble, redujeron a la esposa y la encerraron en una de la habitaciones.Posteriormente, obligaron al dueño de casa a tenderse boca abajo en el piso.Allí, a sangre fría, lo ejecutaron de un balazo en la cabeza.El crimen mafioso y por encargo quedaba grabado con el sello inconfundible de la mafia. Sucedió el viernes 29 de febrero de 2008, alrededor de las 23, y los responsables jamás fueron identificados ni llevados ante la Ley.La víctima fue nada menos que el jefe de la Aduana de Bernardo de Irigoyen, Gabino Sánchez, de 52 años.El caso trascendió las fronteras de la provincia y ocupó la primera plana de los medios nacionales, escritos y audiovisuales.Incluso, motivó el arribo a la provincia del por entonces titular de la Administración Nacional de Aduanas, Ricardo Achegaray, actual jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip).El asesinato quedó impune pero dejó en claro, desde entonces, una realidad irrefutable: cualquier puede atravesar la frontera, cometer un delito y regresar a su país de origen como si nada hubiera ocurrido.





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