EL VATICANO (diario Clarín). Ahora se sabe que el Papa sufrió serios riesgos de un atentado por parte del mayordomo infiel y medio chiflado que durante seis años estuvo a su lado. Paolo Gabriele, 46 años, dijo a los jueces vaticanos que lo interrogaron que se consideraba “un infiltrado del Espíritu Santo” en los apartamentos pontificios y que quería “ayudar” al pontífice “mal informado” y luchar contra los “malignos”.Robó en los apartamentos decenas de documentos secretos y hasta un cheque de cien mil euros y una pepita de oro donados a Benedicto XVI, que encontraron los investigadores de la Gendarmería Pontificia cuando allanaron su departamento en el Vaticano. Menos mal que los disturbios psíquicos que constataron los psiquiatras llamados por la Justicia vaticana en las dos pericias que le hicieron a Paoletto, como con afecto lo llamaba el mismo Benedicto XVI, no apuntaron a alguna locura criminal contra el pontífice: querer protegerlo mandándolo al cielo, donde los “malignos” no le podrían hacer daño. O inculpar a Joseph Ratzinger –con las perturbaciones psicológicas de su mente, como les confesó a los magistrados vaticanos– de los males que el “infiltrado del Espíritu Santo” había convertido en una cruzada.El dictamen de un psiquiatra que le hizo la pericia consideró que Gabriele es “un sujeto sugestionable y socialmente peligroso”. El mayordomo infiel resulta “una mezcla desconcertante de ingenuidad, tonos apocalípticos y sugestiones de chifladura”, reflexiona Giacomo Galeazzi en La Stampa de Turín.“No lo hice por dinero”, reiteró varias veces y el mismo portavoz pontificio, padre Federico Lombardi, dijo que no veía “una razón económica”. Esta confesión es todavía más inquietante: si hubiera sido un delincuente que buscaba hacer mucha plata vendiendo los documentos y otras cosas que sustraía de los apartamentos papales, su figura no causaría tantos escalofríos.Gabriele fue arrestado en la noche del 23 de mayo por los investigadores de la Gendarmería Pontificia, acusado de haber robado documentos secretos de los apartamentos del tercer piso del Palacio Apostólico vaticano. Dos días antes en este lugar hubo una reunión de la Familia Pontificia, o sea de los servidores íntimos del Papa. El secretario de Benedicto XVI, monseñor Georg Gaenswein, preguntó a cada uno si era quien había sustraído documentos secretos y los había entregado al periodista Luigi Nuzzi. Todos dijeron que no, incluso Paoletto el mayordomo.





Discussion about this post