POSADAS. El caserío precario se levanta en una lomada entre Vivanco y Centenario. No hay un censo poblacional que determine la cantidad de familias que hace cuatro o cinco años empezaron a ocupar la tierra, arrastradas por la transformación de la zona de El Laurel, pero se estima que son más de 300. Se dice que la mayoría llegó allí cuando comenzaron las obras de tratamiento costero encaradas por la Entidad Binacional Yacyretá. En aquel momento, un pequeño cause de agua servía para que los niños y jóvenes del lugar procuraran alguna pesca, pero una vez que el embalse de Yacyretá llegó a cota final, el “arroyito” se ensanchó 300 metros, se convirtió en un subembalse de aguas muertas, y, en el “basurero” de diversas chacras que extienden a lo largo de su recorrido, que nace en Aguado y Chacabuco de la capital provincial, donde la desidia vecinal se hace evidente con el desecho de los líquidos cloacales de muchas viviendas que no están conectadas a la red y de otros residuos sólidos. Algunas propuestasHay que aclarar que en su recorrido, que abarca gran parte de la ciudad, recibió un correcto tratamiento de zanjeo -muros de contención en forma de U a cielo abierto, lo ideal para que no se tranquen, en los tramos de avenida 115, Almirante Brown y Blas Parera. Según expertos consultados por PRIMERA EDICIÓN sobre el trabajo que se requiere para dar respuesta a la problemática ambiental, una de las opciones sería la de achicar el caudal y sobreelevarlo por encima del nivel del Paraná (con un trabajo de relleno para devolverlo a su cause original) que podría ayudar a que vuelva a tener capacidad de autoescurrimiento, algo no muy difícil de hacer si es que hay voluntad política. En ese sentido, lo que piden los lugareños es que “las autoridades hagan algo pronto porque se están haciendo inversiones millonarias en obras, pero aquí la salud de nuestros niños está en riesgo y no sabemos lo que pueda llegar a pasar cuando llegue el verano y traiga consigo todo tipo de enfermedades”.





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