CÓRDOBA (Diario La Voz del Interior). Una gruesa manguera descarga agua desde un camión cisterna. La vereda pronto se inunda y un grupo de cuatro personas, empleados de la Municipalidad de la localidad cordobesa de Quilino, barren con fuerza. A menos de 20 metros, otros vecinos acaban de limpiar su vereda. El rastro de sangre, que comenzó en la esquina de Sáenz Peña y Avenida Argentina, en el Centro, se extendía por más de 100 metros, hasta acabar en la comisaría del pueblo, ubicada frente a la plaza principal. Eran las 17 del pasado martes, y allí ya se encontraba detenido el principal sospechoso del atroz crimen de María Cabrero de Carrizo (67). Los poco más de 5 mil vecinos que conforman Quilino (contando las zonas rurales aledañas) no podían referirse a otro tema que no fuera el del espanto. Todos aseguraban que el joven, ahora apresado, Bernardo Javier Osan (19), había mostrado desde hacía tiempo serios problemas de conducta y de adaptabilidad social. Cabrero era una residente histórica del pueblo ubicado 150 kilómetros al norte de la Capital. Su marido, hoy fallecido, fue el primer intendente de Quilino cuando regresó la democracia, en 1983. Hoy, es su hija, María Soledad, la que comanda los destinos de la localidad. Cabrero estaba al frente de varios emprendimientos comerciales de la familia. Explotaban un minishop, una casa de venta de artículos de cuero y otro local turístico, los tres ubicados en la estación de servicios YPF emplazada en uno de los accesos del pueblo. El lunes pasado, al filo de la medianoche, fue la última en irse del minishop. Con ella se llevaba los cerca de 10 mil pesos de la recaudación, según se constató en el arqueo posterior. Cuando ingresó en su casa ubicada en la esquina de Sáenz Peña y Avenida Argentina, el silencio ganaba la vivienda que habitaba sólo ella. Caminó hacia su dormitorio, con el dinero en una bolsa de naylon. Allí, agazapado, la esperaba su asesino, según la confesión que el ahora detenido hizo de manera informal (no tiene validez legal) en sede policial.Horror“Osan primero negó todo, pero después, abrumado por las pruebas, se quebró y contó que cuando la mujer lo vio, se quiso defender y lo golpeó con la mano en el cuello. ‘Ahí me puse loco y le entré a dar con el cuchillo’, dijo”, aseguró uno de los informantes. En esa misma declaración el joven aseguró que había ingresado por una ventana por el frente de la casa, que, como se estila en Quilino, casi no tenía seguros puestos. Aunque en un primer momento trascendió que habría recibido cerca de 30 puñaladas, la autopsia confirmó que se trató de dos cortes profundos letales, uno a la altura del cuello y otro cerca de un pulmón. El resto fueron heridas superficiales, que sufrió al intentar defenderse. Antes de huir por la tapia trasera, que da a un descampado, el asesino sacó el dinero de la bolsa y también se alzó con el celular de la víctima. En el baldío, arrojó el arma homicida: un cuchillo militar de doble filo, calado y con el mango recubierto con sogas de paracaídas. Pedido desesperadoCabrero, moribunda, salió caminando con su teléfono inalámbrico en la mano. Desandó los pocos más de 100 metros que la separaban de la comisaría y, cuando llegó, cayó desvanecida. Era la 1.30 del lunes. Antes, los uniformados alcanzaron a oír que le “habían entrado”, que se trataba de un “hombre” y que ella lo había “conocido”. Aunque fue llevada a la clínica que se ubica a pocos metros de allí, en otro extremo frente a la plaza, ya no hubo nada que hacer para reanimarla. Una cuadrilla de investigadores comandada por el jefe de la Departamental Ischilín, el comisario mayor José Novillo; el jefe de Investigaciones de la Departamental, el comisario Horacio Ferreyra; y el comisario de Quilino, Sergio Domínguez comenzó a buscar al autor del crimen. Toda gente conocedora de la zona.Cuando los investigadores encontraron a media mañana del martes el cuchillo tirado en el baldío, empezaron a orientar la pesquisa. Osan, que vive en barrio Clínicas, a unas ocho cuadras del lugar del crimen, había ingresado al Ejército para ser soldado voluntario en la ciudad de Córdoba a principios de 2011. Osan no estudiaba ni trabajaba. Solía juntarse a beber en un negocio ubicado a pocos metros de la casa de Cabrero. Se especula que desde allí la observó durante noches y noches, hasta decidirse a cometer lo peor.





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