Señora Directora: Finalmente se realizó el cacareado debate presidencial que tanto vino reclamándose y sobre el que hubo un tironeo en cuanto a quien iba a llevarse la paternidad y manejar la moderación. Aunque lamentablemente la ausencia de uno de los candidatos –y no cualquiera, sino el que viene encabezando las encuestas- le quitó el brillo que se prendió darle.Muy condenable esa actitud de no exponerse ante la opinión ciudadana y frente a los otros cinco candidatos que pretenden ocupar desde el 10 de diciembre el sillón de Rivadavia que quedará vacante. Al estilo estadounidense, con él se pretendió zanjar algunas de las muchas dudas que tienen los potenciales votantes, pero, a mi parecer, la rigidez conque se manejaron las reglas para evitar cualquier confrontación que se saliera de control, le cortó toda autenticidad y muestra de lucidez. Pero también lo dejó carente de ese sabor especial que le da la pimienta de la política que permite observar la agilidad en las respuestas y el ingenio para provocarlas o exponerlas.Además faltaron propuestas concretas que fueran más allá de los simples eslogan de campaña, tan trillados en la publicidad política que se escucha hasta el hartazgo. Salvo, quizás, ciertos atisbos en contrario de alguno de ellos.No sé qué conclusiones sacarán quienes lo presenciaron desde sus casas, pero, en mi opinión, falta mucho todavía en esta materia. Pese a que se avanzó frente las anteriores experiencias frustras, aun cuando se repitió la carencia de éstas: una de las sillas vacías, dando la impresión de que hay algún candidato que duda de la trascendencia democrática que debiera tener este tipo de confrontaciones ideológicas.¡Muy bien a los otros cinco!Carolina Beatriz Ríos San Ignacio (Misiones)





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