BUENOS AIRES (Medios Digitales) La convivencia entre Daniel Scioli y Cristina Kirchner ya ha dado material como para escribir varios manuales de psicología.O, tal vez, habría que inventar la disciplina de “psicología política” para describir esa relación de amor-odio y de necesidad mutua, cuyas consecuencias se hacen sentir en la economía del país.Los últimos días han dado una muestra cabal de cómo la Presidenta puede ser la mejor aliada del candidato oficial… o su peor problema de campaña.Justo al día siguiente del acto en el que Scioli presentó su programa de gobierno, y cuando esperaba una reacción positiva del mundo empresarial y financiero, por haber enviado varias señales “market friendly”, el mercado se desplomó.Y no por efecto de la crisis internacional, según la versión que el ministro Axel Kicillof intenta imponer, sino como consecuencia de una medida intervencionista que resucitó los fantasmas de la pesificación compulsiva de activos dolarizados.Peor “timing” político, imposible. Scioli no pudo terminar de saborear los aplausos que había recibido luego de prometer la “corrección de errores” -algo que los empresarios descodificaron como menos intervencionismo y más apertura económica- y de su promesa de traer inversiones nada menos que por u$s30.000 millones al año.En definitiva, todo al revés de lo que Scioli había planeado. En vez de contribuir a llevar calma al mercado -algo que necesita todo candidato oficialista-, las acciones de los funcionarios en estos días han significado un lastre en su campaña.Pero, inmediatamente después del garrote en plena recta final camino a octubre, vino el dulce.Contrariando las especulaciones previas, Cristina le dejó un “regalito” que le facilitará la vida al candidato si es que, como indican las encuestas, llega a convertirse en Presidente.El Poder Ejecutivo envío un proyecto de ley por el cual se extiende la ley de emergencia económica. Esa que había promovido Eduardo Duhalde en 2002, en pleno debacle económica y social post-implosión del régimen de convertibilidad, y que nunca fue derogada en los 12 años K.Esta ley le atribuye poderes extraordinarios al Presidente, en rubros clave como la fijación de precios, la regulación de los servicios públicos y a la hora de determinar las retenciones a la exportación.En el ambiente político se daba casi por seguro que Cristina no iba a enviar el proyecto y que, por lo tanto, este régimen especial dejaría de regir el 31 de diciembre.De la misma manera, muchos apostaban a que no se extendería la vigencia del impuesto al cheque, una creación de Domingo Cavallo pensada para tiempos de crisis y que ya cumplió 14 años (la vigencia debe ser extendida expresamente cada doce meses por el Congreso).Lo cierto es que éste gesto de Cristina resultó sorprendente. Primero, porque la demora en el envío de las iniciativas de ley, había generado la expectativa de que no estaba dispuesta a dejarle los “superpoderes” como herencia a su sucesor.Como ya se había hecho tradición que la extensión de la emergencia económica fuera remitida al Congreso junto con la ley de Presupuesto, el hecho de que la semana pasada no se hubiera hecho mención a este asunto que contribuyó a la especulación política.




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