Mariana Belén Espíndola tiene 33 años y hace 11 que se maneja en silla de ruedas. Debido a ello pudo terminar una relación violenta y salir adelante. Es mamá de Lautaro (13) y estudiante de abogacía.
Hasta los 22 años Mariana Belén Espíndola llevaba una vida como la de cualquier otra persona: atendía su casa y a su hijo Lautaro, en ese entonces un bebé de dos años, estudiaba abogacía y trabajaba en la empresa familiar. Hasta que un día comenzó con un dolor lumbar que, luego de meses, derivó en la imposibilidad de caminar. Pero eso no la doblegó, al contrario, le abrió los ojos: pudo salir de una relación violenta y enfocarse en salir adelante. Hoy trabaja para generar conciencia sobre la discapacidad y reconoce que me salvó y liberó.
Mariana recibió a PRIMERA EDICIÓN en la casa de su mamá, la que cuida mientras ella estuvo en el interior. Pasa los días de vacaciones con Lautaro, su hijo de 13 años, y rodeada de tres perritos que la acompañan incondicionalmente.
Lo mío fue de golpe, no hubo indicios de que se venía algo, recordó en relación a noviembre de 2006. El cumpleaños de Lautaro había sido el 9 de dicho mes y dos semanas después ella empezó con dolores en la zona lumbar. No pensó en nada raro: lo atribuyó a tener que levantar al bebé y caminar un par de cuadras, desde su casa en Santa Helena hasta la ruta, más las tareas del hogar. Pensé que era ese dolor de cuando dormís mal, aseguró.
Como seguía con dolores, una noche, después de salir de trabajar, le pidió a su mamá que la lleve al sanatorio. Me revisaron, dijeron que tenía un desgarro y me medicaron. A la semana el dolor no paraba y volvió al sanatorio: la atendió un traumatólogo pero no lograban dar con lo que estaba pasando.
El 23 de noviembre de 2006 estaba en la casa de mi exsuegra y empecé a sentir hormigueos en ambos pies. Volvió a su casa y en el camino del pasillo de la entrada hasta la puerta ya no tenía estabilidad. Me acosté y levanté fiebre. Cuando me quise levantar de la cama me caí al piso, ya no sentía ni movía las piernas, recordó.
Frente a este panorama llamó a su papá Mario y volvió al sanatorio donde quedó internada. Allí comenzó una batería de exámenes para determinar qué era lo que estaba pasando. Luego de varias resonancias lograron el diagnóstico: un absceso extramedular causado por la bacteria estafilococo aureus. La misma ingresó a su cuerpo y afectó la médula lo que hizo que Mariana deje de caminar.
Salir de la violencia
Luego del diagnóstico estuvo 60 días internada. Cuando recibió el alta se fue directamente a la provincia de Córdoba para empezar un tratamiento en el Instituto de Rehabilitación Neurológica Rayito de sol. Viajó con su papá, al mes fue mamá Neca con Lautaro. En un principio Mariana pensó que estaría un mes por allá pero ese tiempo se extendió a un año. Se comenzó a ver la recuperación porque yo ni siquiera podía estar sentada en una silla de ruedas, recordó. Todo fue con la intención de volver a caminar pero la vida tenía preparado para ella otro tipo de recuperación.
Para mí la discapacidad en ningún momento fue una tragedia y tampoco pregunté por qué a mí, siempre me pregunté para qué. En Córdoba pudo encontrar la respuesta a esa pregunta. Con el papá de Lautaro sufría violencia de género, él me golpeaba.
Esta persona había sido su novio por dos años cuando decidieron casarse. Mariana tenía 19. Señaló que en ningún momento durante el noviazgo hubo alguna situación que diera indicios de violencia, pero una vez casados todo cambió. El primer cachetazo fue cuando estaba embarazada de cuatro meses. Después fue más y más, ya me pegaba cuando tenía al nene en brazos. La última golpiza llegó cuando yo estaba en silla de ruedas.
El año que estuvo en Córdoba, rodeada del amor incondicional de sus padres e hijo, me ayudó porque estaba fuera de ese ambiente violento. A mí la discapacidad me salvó, porque si seguía en ese ambiente hoy mi mamá y mi hijo iban a estar con un cartelito de Ni Una Menos. A Dios gracias que pasó ésto, que pude abrir mis ojos y empezar a contar. Mariana insistió en que, en ese tipo de relaciones, te trabajan tanto psicológicamente que te anulan, te preguntás qué hiciste mal, pensás que tuviste la culpa y no es así. Cuando salís de esto, si salís, empezás a ver para atrás y a preguntarte qué pasó realmente.
Durante todo el tiempo que estuvo en Córdoba Mariana seguía casada y recibía la visita esporádica de su marido. Cada vez que iba lo veía como un extraño. Al año y un mes Mariana volvió a Misiones con un nuevo accesorio – la silla de ruedas- y debía volver a la casa que compartía con quien era en ese entonces su marido. No tenía ganas de estar allá. Al año nos separamos. Él juntó sus cosas y se fue. En ese momento respiré, cuando vi que pasó la puerta y el portón dije gracias. Terminó un tiempo de calvario, de sufrimiento, de tristeza y dolor. Hoy están divorciados y tratamos de llevarnos lo mejor posible por Lautaro.
Una vez que se cerró esa puerta debía afrontar la vida con mi hijo. Mariana y Lautaro empezaron terapia y lograron salir adelante. En mi casa somos los dos, hacemos las cosas juntos, yo cocino, pongo ropa en el lavarropas, la cuelgo, lo que antes hacía parada ahora lo hago sentada para no cansarme mucho, dijo entre risas y agregó que la discapacidad no es una tragedia. Reconoció riéndose que Lautaro se convirtió en mis piernas, las cosas que no alcanzo y no puedo bajar con un escobazo me las baja él.
Mariana no volvió a trabajar y, después de volver de Córdoba, se tomó un año para retomar la carrera que había dejado. Fue su tío Lito, hermano de su mamá, quien le insistía en que debía regresar y se ofrecía, además, a pagar. Un día me dije que tenía que, que podía y necesitaba seguir, ser alguien por mi hijo y por mí. Fue así, Mariana ya está en el último año y, por estos días, se encuentra abocada al estudio: rindió el 5 y 7 y también el 14 y 16 de febrero.
Seguir adelante
Mariana repitió que la discapacidad para ella nunca fue una tragedia. Por el contrario. De su vida en Córdoba le quedaron grandes amigos, como Jorge, un enfermero salteño que la atendió durante su vida allá. Mientras estuve en Córdoba no quería salir de mi departamento. Estaba encerrada. Un día de mucho frío Jorge me dijo que me suba a la silla porque íbamos a ir a ver algo. Salimos del edificio y me dejó en el medio de la rampa, él se puso en la vereda y me decía que así estaba mi vida en ese momento. O volvía o podía salir a la vereda, por mí y mi hijo. Decidí bajar esa rampa y, de ahí en más, salíamos al shopping y a todos lados. Siempre con él y es uno de los amigos incondicionales que me quedaron. Hasta el día de hoy hablamos, indicó.
Jorge es uno de esos amigos que conoció en un momento triste y difícil de su vida pero agradeces a la discapacidad por haber conocido a un montón de gente como también desconocí a propios familiares y amigos además de que también me hizo ver que lo mío no era nada comparado a otras discapacidades y otros problemas.
Para cerrar Mariana insistió en que a mí la discapacidad me golpeó pero no me tumbó porque tuve unos cimientos de fierro, mis padres y mi hijo que fueron los pilares que nunca me dejaron caer y, si bien soy hija única, tengo primos que valen oro, dos de ellos son Alan y Franco que no me dejan, cuando estoy por caer, ellos están.
Mario, su papá, falleció hace dos años y medio y se volvió mi ángel. Él era quien me llevaba y traía a todos lados. Cuando se fue mi papá automáticamente esa confianza la deposité en mi hijo. Es posible volver a caminar y Mariana piensa retomar este año todos los tratamientos para intentarlo. Ahora me estoy dando un descanso a mí misma. Tengo que empezar este año porque siento en mis piernas no haber hecho nada durante un tiempo.
En este momento nada la detiene, menos que menos esa silla de ruedas que, en muchos aspectos de su vida, para ella fue la libertad.
Dar todo por una causa
Mariana sabe que nada de lo que le ocurrió debe ser en vano. Es por eso que empezó lentamente una lucha por ella y por todos aquellos que tienen alguna discapacidad y se encuentran con las barreras de la ciudad, en todos lados.
Me gusta mucho colaborar y trabajar para y por la discapacidad, aseguró. Lo hizo desde su lugar como mujer parlamentaria en marzo de 2017 donde presentó el proyecto de un parlamento inclusivo. También participó en el foro de discapacidad que se realizó el año pasado donde, con su grupo, propuso que a nivel provincial haya un gestor de la discapacidad que se encargue de todas las cuestiones relacionadas.
También ocupó la banca del concejal Francisco Fonseca en el Concejo Inclusivo, donde presentó dos proyectos: uno de ordenanza para poner en funcionamiento los semáforos para personas con ceguera en el centro de Posadas, a través de botones y chicharras, y un proyecto de comunicación pidiendo un informe al Ejecutivo municipal de por qué no hay entradas para personas con discapacidad en el Anfiteatro.
Mariana no pudo ir a ver a Abel Pintos -pese a que ya tenía la entrada- porque no tenía cómo ingresar y, no solo eso, tampoco pudo asistir a dos fiestas de la escuela de Lautaro que se realizaron allí.
El pasado 3 de diciembre estuvo presente en el Paseo La Terminal con su stand informando sobre la discapacidad. Queremos que las obras que se hagan de ahora en adelante no se hagan solo para las personas con discapacidad sino con las personas con discapacidad porque quien más que nosotros sabe qué necesitamos, reconoció y, para finalizar, agregó que mi lucha es la lucha por toda la discapacidad y me encantaría trabajar por, para y con la discapacidad, aun si vuelvo a caminar, porque este es un terreno en el que viví, sé como es y cómo se tiene que tratar.
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