Acabo de recibir el regalo de graduación y no he podido menos que meditar, muy complacida, por el párrafo final. Creo, es el más adecuado regalo pero me confieso cuánto hubiera preferido media docena de fórmulas garantizadas para triunfar en la vida.
Créeme si te digo que no tengo nada más original que ofrecerte de mi propia cosecha. Pero a lo largo de mis años he tapado con algunas ideas de este tipo (nunca trivialidad te lo aseguro) que por su agudeza quedaron grabadas para siempre.
Nadie me ha dado todos juntos y bien ordenados, sino que los fui aprendiendo de vez en cuando y generalmente por boca de gente sencilla, sin pretensiones magistrales. Si se comparan esas máximas con los códigos de conducta que han pasado con éxito la dura prueba del tiempo, parecerán de poco precio y escaso lucimiento.
Pero todas y cada una han contribuido a hacerme la vida más fácil, feliz y fecunda. Espero que tú también las encuentres útiles. En toda la vida los hechos tienden a la inflexibilidad. Pero las actitudes con que nos enfrentamos dependerán de nosotros, siempre serás tú quien determine esas actitudes.
Nada ayuda tanto a conseguir el equilibrio interior como el hábito de cambiar los zapatos de baile por las botas de trabajo. ¡La ley del eco! Pero ¿es que existe de verdad tal cosa? No hay constancia cierta de que así sea. Y sin embargo desde tiempos ancestrales la humanidad cosecha inevitablemente lo que ha sembrado. Todas estas frases convergen a un mismo fin y sin embargo a cada uno de nosotros se nos concede, con estricta imparcialidad, igual número de horas y minutos cada día. El tiempo es la materia prima. Lo que cada quien haga con él solamente compete a cada uno. Nuestra tragedia no consiste en lo que padecemos, sino en lo que omitimos. Tenlo, presente: cariñosamente, Aurora.





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