La pureza es una cualidad muy presente en el contexto original de esta celebración. Hoy hablamos desde el Niyama.
En nuestra tradición cristiana Navidad es la fiesta de la paz, la pureza, la alegría, la gratitud y el amor, como dice Ismael Cala. Precisamente, la pureza es una cualidad muy presente en el contexto original de esta celebración, cuya verdadera significación se nos va perdiendo año a año. Y por feliz coincidencia o sincronicidad como diría Jung- el tema que teníamos preparado para hoy, justo en Navidad, es la pureza. Veamos:
En la nota anterior habíamos completado los comentarios del Maestro Iyengar sobre Yama, el primero de los ocho pasos o peldaños del sendero del Yoga, que comprende cinco normas de conducta de aplicación universal.
El segundo paso es Niyama, que también se compone de cinco normas de conducta pero aplicadas a la disciplina individual, a saber: Sauca (pureza), Santosha (contentamiento), Tapas (austeridad), Svadhyaya (estudio y autoestudio) e Ishvara Pranidhana (dedicación al Creador).
Vamos al primer Niyama que es Sauca, la pureza. En su obra fundamental Luz Sobre el Yoga, el Maestro Iyengar nos comenta que es esencial la pureza del cuerpo para lograr el bienestar. Mientras que buenos hábitos como el baño lo purifican externamente, las posturas (ásanas) y la respiración yóguica (pranayama) lo depuran internamente. En el caso de las posturas, éstas tonifican el cuerpo entero y ayudan a expeler las toxinas e impurezas ocasionadas por un exceso de complacencia. El pranayama, por su parte, limpia y airea los pulmones, oxigena la sangre y purifica los nervios. Sin embargo, más importante aún es la depuración de la mente respecto de emociones perturbadoras como el odio, la pasión desbordada, la rabia, la lujuria, la avaricia, el engaño y el orgullo; y aún más importante es la depuración del intelecto (buddhi) acerca de pensamientos impuros. Esta depuración interior proporciona fulgor y gozo; nos trae benevolencia (saumanasya) al tiempo que aleja el dolor mental, el abatimiento, la pena y la desesperación (daurmanasya).
Y hay más. Junto con la pureza de cuerpo, pensamiento y palabra (lo que decimos y cómo lo decimos), se hace también necesaria la pureza del alimento.
Además de la limpieza en su preparación, ha de observarse pureza en los medios por los cuales nos lo procuramos, porque el alimento es sustancia sustentadora al tiempo que consumidora de toda vida y hemos de tomarlo con la sensación de que, con cada bocado, adquirimos fuerzas para servir al Creador. Eso lo torna puro. En tal sentido, el Maestro Iyengar plantea que ser o no vegetariano es un asunto personal en el que influyen las tradiciones y costumbres del país de nacimiento y crianza; no obstante, con el transcurso del tiempo el practicante de Yoga va adoptando espontáneamente una dieta vegetariana que favorece la pureza, la actitud compasiva, la atención unidireccional y la evolución espiritual.
Entonces, el alimento debe proporcionar salud, energía y vida. Para ello debe ser sencillo, nutritivo, jugoso y reconfortante. Debemos evitar los alimentos ácidos, amargos, salados, picantes, desabridos o rancios, pesados, sucios y demasiado calientes. Al mismo tiempo debemos tener en cuenta que el carácter se moldea según el tipo de alimentos que tomamos y según cómo los tomamos
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Y por si fuera poco, el Maestro nos recuerda que el hombre es la única criatura que come cuando no tiene apetito y hasta vive para comer en lugar de comer para vivir. Y encima, si comemos para llevar sabores a la boca vamos a ingerir más de lo necesario y podemos sufrir trastornos digestivos que desarmonizan todos nuestros sistemas. Pero quien aspira a la armonía come tan sólo para atender a su sustento: ni mucho ni poco, porque considera su cuerpo como el lugar de reposo de su espíritu y se guarda de la excesiva autocomplacencia
uuuy
¡y esta noche tenemos la cena de Nochebuena!
la pureza
la pureza
¡qué mejor oportunidad para cultivarla!
Y en lo que respecta a la práctica, además de la pureza del alimento importa mucho la del lugar, que debe ser limpio, aireado, alejado de ruidos, tranquilo y agradable.
Todo lo dicho le da lugar naturalmente al segundo Niyama, el contentamiento (Santosha), que será el tema de la próxima nota. Entonces respiremos profundamente en completa calma, disfrutando los efectos de la pureza, en la hora del ahora. Al finalizar, auguramos a todos ¡Feliz Navidad! Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
376-4430623
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