Pasaron los años, y en busca de un futuro próspero, Agustina y su marido, se fueron a vivir a la Capital del país. “Acá no había mucho trabajo y la verdad es que yo tenía ilusiones de trabajar, prosperar, criar a mis hijos en un espacio propio”, argumentó la peregrina al justificar la decisión.Tuvieron ocho hijos y “trabajamos toda la vida para tener nuestra casa y nuestro auto. Hasta los 64 años trabajamos. Ahora mis hijos son grandes, todos trabajan, todos tienen su casa, sus autos y sus familias, ni uno estuvo metido en cosas raras, ni en la comisaría. Gracias a Dios”, contó. Pasaron los años y su compañero se enfermó de diabetes y como consecuencia, otras enfermedades aparecieron. “Cuando murió hicimos cremar su cuerpo y lo traje acá, está por allá”, señaló hacia el final de la colina, ahí donde empieza el barranco y la tierra se une con el rió Uruguay, “donde dice ‘Las mujeres lloran por Jesús’”.Este año, es el octavo aniversario que Arlindo dejó Agustina para “marcharse”. Ella dijo que “Él me está esperando, algún día nos vamos a encontrar”.Si bien el cerro es un punto para recordar a quien amó, Agustina también asistió porque está muy enferma. “Tengo artrosis y falta de audición, a veces no puedo escuchar bien”. “Vengo a pedir por mi salud y por mis hijos”, expresó, esperanzada en su fe.Un solo DiosLa mujer confesó que es una convencida de que “estemos donde estemos, estamos con Dios, que siempre que tengamos fe el nos acompañará” .“Yo creo que hay un solo Dios y Dios vive en nosotros, no esta en la iglesia. El vive en nosotros por medio de nuestra fe, por medio del amor, porque Él es amor” aseguró.Lo que provoca el cerro“Para mí el cerro te permite meditar. Cuando no hay gente, es un lugar silencioso, de mucha armonía. Es un digno lugar para encontrarse con Dios y, además, sirve para encontrarme con mi esposo”, dijo la abuela de 70 años que, aunque el dolor del cuerpo la quiera sentar y la sordera desestabilizar, con amor y fe, logró llegar al destino que se propuso ayer.





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