Nació prácticamente en el medio del monte, en la casa grande de los abuelos, al igual que sus hermanos. Vivió feliz y criada en libertad, tanto que su mamá le decía a las mujeres: “nunca dejen que ningún hombre las domine porque hará de ustedes la sirvienta de la casa. Ustedes son las dueñas de la casa, no las sirvientas. No permitan tampoco que ningún hombre las basuree..”. Recomendaciones que Eustacia Leis “Pití”, se tomó al pie de la letra y ni bien se dio cuenta que su primer marido no la hacía feliz no dudó en regresar con su mamá. Un año le duró el matrimonio consumado en 1926. Pasó el tiempo y solito llegó a Parada Leis quien sería el padre de sus hijos Daniel, Juan Carlos y Susana Miranda. Me fascinó su historia, ya no tanto porque su abuelo Celestino Leis fue quien hizo de ese lugar una Parada del tren sino por su calidez y su sabiduría. Además de su memoria exquisita a la que cuidó desde ese día en que se dio cuenta de que algunas palabras “se me olvidaban”. Pidió que le compraran crucigramas y llegó a confeccionar hasta tres grandes cuadernos con su propio diccionario de palabras, tan prolijo que estremece. Pití recuerda cuando “construían las vías para el ferrocarril y compraban las tierras, pero mi abuelo decidió donarlas si a cambio le daban una parada que además llevara su apellido”, así fue el nacimiento del único entretenimiento de los chicos de la zona.“Nosotros no teníamos otra diversión, entonces íbamos a ver el paso del tren a las nueve de la noche, que venía de Buenos Aires lleno de pasajeros. Nos íbamos a la estación y saludábamos (risas), era nuestra única diversión; nos juntábamos todos y hacíamos una barra de diez o doce, íbamos todos juntos”, cuenta con alegría y recuerda a su madre como una “mujer muy alegre muy divertida, le gustaba bailar y nos hacía bromas”. Sí se lamentó porque “falleció primero mi hermano mayor y después papá, y mamá quedó solita con las tres mujeres. Qué triste es no saber nada de nada, nosotras nunca compramos ni una caja de fósforos siquiera. Cuando nos faltó papá no sabíamos nada, empezamos a vender primero los animales y después los campos”. Igualmente, ella tiene su casa en la calle principal de Parada Leis y es feliz. “Pienso que Dios me dio una buena vida, no tuve tantos problemas, y los hijos sanos, que están bien. No tengo ninguna preocupación, estoy viviendo mi vejez como si tuviera 15 años. Mi mamá me contagió su espíritu alegre y divertida, una gran mujer siempre dispuesta a ayudar”, y tuvo su fiesta en el pueblo con mucho ritmo y baile. PorRosanna [email protected]





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