Dos mujeres de hoy. A fines del siglo XIX, grandes maestros como Ramakrishna, Vivekananda y Aurobindo comenzaron a divulgar en Europa y Estados Unidos la antigua sabiduría adaptada a las características de los occidentales. Luego, a mediados del siglo XX, los yoguis Krishnamacharya, Sivananda, Yogendra y Kuvalayananda decidieron empezar a incluir entre sus discípulos a extranjeros y a… ¡mujeres! -que siempre habían sido excluidas de esta disciplina-, intuyendo que la filosofía de vida del Yoga podía coexistir con la ciencia, la medicina y las costumbres de Occidente.Pero ellos no imaginaron la gran expansión que alcanzaría el Yoga en nuestros días y… el creciente número de entusiastas mujeres que lo disfrutan. A ello contribuyó la difusión de las enseñanzas de grandes maestros como Iyengar en las últimas décadas. Actualmente se estima que solamente en los Estados Unidos hay 15 millones de personas que lo practican.Y si de mujeres se trata, mientras resuenan los efectos del reciente Día Internacional de la Mujer, honramos primero a Indra Devi -la maestra que nos lo acercó- y destacamos a dos extraordinarias docentes del Yoga de hoy: La estadounidense Tara Stiles y la argentina Stella Ianantuoni.Con su característica vehemencia, Tara Stiles nos expresa que no se puede establecer exactamente cuándo comenzó la práctica del Yoga, porque es algo que siempre ha existido y que se encuentra en nuestro interior. Tradicionalmente es una disciplina dedicada a unirnos con lo Absoluto, considerando que lo Absoluto está dentro de nosotros, porque el Yoga unifica el cuerpo, la mente y el espíritu. Es un elemento que todos tenemos, como el agua, el aire y la tierra. Y no proviene del hinduismo, sino que las estructuras religiosas hinduistas se desarrollaron posteriormente e incorporaron prácticas e ideas que son tradiciones del Yoga.Nuestra compatriota Stella Ianantuoni, docente por excelencia, explica que la gran difusión del Yoga en Occidente se debe a que es una actividad sencilla, agradable y sumamente útil para lograr la salud física y la paz mental, porque no es sólo un trabajo físico, ya que las posturas y las prácticas respiratorias que aparecen en primer lugar se sustentan en una filosofía, una experiencia de vida y una ciencia milenaria. Practicarlo es experimentar cómo el cuerpo, la mente y el espíritu se influyen mutuamente; sostener las posturas es sentir que mientras se extiende, fortalece y relaja el cuerpo, se abre y se purifica la mente; se descubren las propias limitaciones y se desarrolla la voluntad para superarlas, así como la paciencia para respetar los propios tiempos; constantemente se concentra la atención en el momento presente para vivir el aquí y el ahora plenamente.Y los beneficios físicos y mentales no terminan allí –agrega Stella-, ya que todo esto se ve reflejado luego en la vida diaria. Todos deseamos estar equilibrados, calmos y en armonía con nosotros mismos y con nuestro entorno, conectados con la vida y con su aspecto espiritual. Por eso, cuando descubrimos el Yoga y experimentamos el poder de la conciencia sobre el cuerpo, logramos una transformación profunda cualquiera sea nuestra edad. Y eso sucede en la hora del ahora. Namasté.ColaboraAna Laborde Profesora de Yoga [email protected]
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