Señora Directora: Llama mucho la atención las repetidas contradicciones en el gobierno nacional entre lo que se declara públicamente y la realidad de los hechos. Sobre todo cuando al optimismo presidencial se contraponen decisiones que van en contrario de esas palabras o indicadores sociales y económicos que las desmienten. Es como si el discurso –“el relato”, se diría si se habla del corrupto kirchnerismo- evidenciara un preocupante desconocimiento de la situación en que se encuentra hoy la Argentina.En tanto, el Presidente y sus funcionarios hablan, en general, de futuras mejoras que siguen demorando y se posponen para un tiempo posterior (lluvia de inversiones, caída de la inflación, crecimiento en la producción y el empleo, por ejemplo), la realidad parece ser la inversa y los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) así lo indicarían. Incluso negando algunos latiguillos con que se justificar en la “herencia recibida” esa falta de reacción de la economía argentina. Pesada, por cierto, pero…Cuanto funcionario habla carga una y otra vez sobre que en los últimos cinco años no hubo crecimiento económico en el país y el mismo Indec, dirigido por un hombre designado por la actual gestión, señala que en 2015 hubo tal crecimiento, aunque, es cierto, no en los valores de principios de esta década, pero lo hubo. Y ahora ese Instituto sale a mostrar un panorama distinto a lo que en día previo se había ufanado el presidente Mauricio Macri en cuanto a la reactivación en las empresas y en las fuentes de trabajo.Según esos datos oficiales, en los primeros nueve meses el comportamiento económico fue el inverso: se cerraron 5.000 empresas y se perdieron 128.000 empleos. Un panorama totalmente inverso al anunciado por el optimismo presidencial y, por lo que se ve, difícil de haberse podido modificar en los otros tres meses restantes para concluir 2016, y que podría profundizarse en razón de la visón económica de quienes acaban de llegar a las carteras Hacienda y a Finanzas. “Al menos sobra un millón de empleados públicos”, había afirmado como periodista y desde el llano el hoy ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne.Otra cuestión similar se da con el proceso inflacionario, que cuando candidato prometió su rápida reducción y, a la vez, insistió en la responsabilidad del gobierno en ese control. El año pasado rondó el 40% –un poco más o algo menos, según quien haya hecho la estimación (el Indec lo difundirá más adelante)-, el más alto desde comienzos de la convertibilidad, en 1991; y lo que se estima para este año 2017, alrededor de un 25%, en poco difiere con los valores alcanzado en 2015 por el anterior gobierno que, en octubre y noviembre, debió soportar una estampida de precios por la irresponsabilidad del proselitismo del hoy gobierno que hizo eje en la eliminación del cepo cambiario y una futura devaluación del peso respecto del dólar (lo que en diciembre ocurrió).Estas discrepancias entre lo que se dice y lo que muestra la realidad son preocupantes porque da la sensación de que el gobierno carece de una lectura correcta de lo que ocurre y asusta sobre lo que podría venir. Y, por lógica, crea desconfianza de que sepa muy bien lo que quiere y cómo lo va a hacer entre quienes, como yo, en 2015 depositamos nuestra esperanza en él porque así pondría fin a la “fiesta” K.A Macri lo sigo apoyando, pero creo es necesario encarar la economía desde otra visión y tratar que el discurso y los datos que se difunden sean uniformes. Crea confusión y regala comida a los “tiburones”.
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