La Asociación de lucha contra la bulimia y la anorexia (Aluba) cumplió 30 años el pasado 6 de octubre. Nació con un objetivo claro: la atención a pacientes que sufren de dichos trastornos alimenticios. Con el paso del tiempo fueron sumando otras actividades como también profesionales, siempre con el fin de ayudar. PRIMERA EDICIÓN habló con Mabel Bello, la fundadora de la asociación y actual consultora médica, quien explicó tratamientos y posibilidades de recuperación, criticó a las páginas de internet que se crean con consejos sobre la enfermedad pero ratificó que “se cura, desaparece. Si uno hace el tratamiento puede dejar de sufrir, porque nadie que tiene una patología alimentaria puede ser feliz o está completo”.¿Qué actividades se realizan principalmente en Aluba?Tenemos atención clínica a pacientes, no sólo de anorexia y bulimia sino trastornos límite de personalidad y bipolaridad y también hacemos docencia a través de la Universidad de Buenos Aires (UBA) como cursos de posgrado para médicos, psicólogos y nutricionistas. También tareas de prevención en escuelas e investigación en distintos estratos de la población viendo estadísticamente cómo va la patología alimentaria, y muchas otras tareas inherentes a la clínica. Trabajamos con padres de los pacientes capacitándolos para entender la patología y superarla. Trabajamos con instituciones, colegios, universidades, no sólo haciendo prevención sino también asistencia cuando hay pacientes que estudian en la universidad o en el colegio y sufren esta problemática. Los asistimos y le damos todas las perspectivas y apoyo a las instituciones para ayudar al paciente. También asesoramos a otras instituciones que trabajan con nuestra metodología.¿En qué consisten los tratamientos?En Aluba trabajan psiquiatras, psicólogos, clínicos, y también profesores de teatro, de baile y especialistas de otras ramas de la medicina en cuanto sean necesarios como endocrinólogos u odontólogos. Nosotros tenemos un grupo de profesionales que asiste a nuestros pacientes o que también asesoran a los médicos de su seguro u obra social.¿Trabajan sólo con chicas o también atienden casos de varones?Tenemos casos de mujeres y varones y de niños y de personas adultas. Estamos divididos por edad, por nivel de madurez. Tenemos niñitos de tres años que no quieren comer y tienen problemas emocionales y también personas adultas mayores que incluso han arrastrado la patología o tienen patologías propias de la edad, relacionadas con las emociones. Niños de tres años… ¿son casos excepcionales o es más común de lo que se cree?Lamentablemente es muy común porque esta patología tiene un 40% genético y un 60% social. Y en la actualidad se viralizan a través de las redes sociales, entonces es muy fácil encontrar sitios especiales de niñas con anorexia o con bulimia que distribuyen la patología o facilitan el ingreso a las mismas a través de estas páginas. Realmente es un problema social y lo encaramos también de esa manera.Sobre estas páginas de internet que dan consejos, ¿cómo se lucha? ¿Hay regulación?Es imposible luchar contra las redes sociales, porque en guarda de la libertad de prensa existe la libertad de hacer nuevos sitios, entonces si se cierra uno aparece otro. Ese es el precio que pagamos por la libertad. Lo que importa es decirles a los padres de los adolescentes que ellos son responsables de fiscalizar, de fijarse a qué sitios ingresa su hija y con quién se conecta, porque así como hay secuestros y violaciones también hay contaminación por grupos de pacientes que están sin tratamientos, enfermos. Entonces cada padre tiene la responsabilidad de vigilar los contactos que hace su hijo, tiene esa obligación y no es inmiscuirse en la vida de sus hijos, porque tampoco a un chico de tres años en nombre de la libertad lo dejan salir a la calle por su cuenta. Cuando alguien es inmaduro para tomar decisiones y esa decisión puede afectar incluso su vida, los padres tienen la responsabilidad de protegerlos y averiguar cuál es el sitio donde está ingresando.¿Con qué promedio de pacientes trabajan anualmente?Nosotros tenemos dos sedes en este momento, una en Capital y otra en Banfield. Por allí pasan por lo menos 500 o 600 pacientes por año buscando una solución.¿Estos pacientes llegan con la familia o ellos mismos buscan ayuda?Generalmente estos pacientes no tienen conciencia de enfermedad, es excepcional el caso en que sí lo tengan. Entonces son los familiares angustiados de verlos retroceder, adelgazar o darse cuenta de que tienen conductas extrañas con la comida, o que se cortan en los trastornos límites, quienes vienen a investigar a preguntar y ese es el primer paso y la primera estrategia para el abordaje de los pacientes.¿Cómo es el trabajo con los padres? ¿Toda la familia tiene que estar involucrada en la recuperación?Absolutamente toda la familia, y las personas que tienen afecto por el paciente, pueden ser amigos, novios, esposos, todas las personas del entorno afectivo deben estar involucradas. El trabajo con ellos es a través de un grupo muy fuerte de voluntarios que se encarga de capacitar a los padres nuevos, de enseñarle cómo es la institución, de explicarle qué cosas tienen que respetar, cómo se puede beneficiar al paciente con determinadas actitudes, en qué consiste la patología, ayudarlo también a expresarse. Tenemos reuniones que llamamos multifamiliares, y convivencias en donde lo que se hace es arte. Entonces los padres pueden cantar o bailar o los hijos también, lo que hace todo esto es que como comunidad nos ayudemos entre todos. Muchos padres ayudan a una hija que no es la de ellos, sino que se vuelcan a la comunidad a ayudar a combatir la patología. ¿Cuánto tiempo llevan aproximadamente los tratamientos, depende de cada paciente?Absolutamente. En general, es dos o tres años. Algunos tardan mucho más y otros tardan justo eso, porque no es sólo que el paciente aprenda a comer, eso es lo más fácil, se consigue enseguida. Es que el paciente pueda controlar su miedo a crecer, a vivir y a las responsabilidad y eso tarda mucho más. Entonces el tratamiento está dividido por módulos y objetivos alcanzados. Lo que nos importa es desarrollar las actividades sociales, equilibrar las emociones y que haya un proyecto de futuro. Esto evidentemente tarda, las habilidades sociales como aprender a hablar en público, desinhibirse, tener confianza en sí mismo, aumentar la autoestima. En la parte social confiar en los otros, abrirse, defender las propias ideas, todas esas cosas a través del teatro, el baile, las conferencias que ellos mismos dan. Aprenden a soltarse, confiar en sí mismos y por último, el proyecto de vida, que si uno no lo tiene, cae de vuelta en la enfermedad. Entonces el proyecto de vida es lo que nos dice que el paciente ya está encaminado, que tiene habilidades sociales para defenderse y entonces están listos para afrontar la vida sin problemas y se les puede dar el alta.¿Es común la recaída?Durante el tratamiento sí hay alguna recaída, n
o todos. Algunos pacientes tienen momentos de recaída donde se aíslan, tienen más miedo de enfrentar la vida y entonces aparecen de nuevo los síntomas. Después no, es muy raro, yo diría casi anecdótico que un paciente que hace los controles vuelva a la patología. Generalmente han superado una etapa y la patología queda atrás. Gracias a Dios tengo contactos con mis primeros pacientes, aquellos que empecé a tratar hace 30 años que hoy son madres de adolescentes y andan por los 50 y han vivido una vida feliz, completa y sin patología alimentaria. De manera que hay que ratificar que esto se cura, que desaparece, si uno hace el tratamiento se deja atrás y que se puede dejar de sufrir, porque nadie que tiene una patología alimentaria puede ser feliz o está completo.La historia de AlubaMabel Bello era jefa de psiquiatría del Hospital de Gastroenterología y “allí iban a parar chicas con patología alimentaria. Cuando no encontraban nada patológico, era obvio que eran pacientes de patología alimentaria y en ese momento en nuestro país no existía tratamiento”. Esta situación “nos produjo la responsabilidad de armar un tratamiento. Lo implementamos en el Hospital de Gastroenterología y nunca más pudimos trabajar de otras cosas, cada vez venían más pacientes sin atención que estaban como escondidos y realmente eso nos enseñó: los padres y los mismos pacientes nos mostraron cómo era la enfermedad y cuál era el camino para salir de ella”. Con el paso del tiempo “hubo terapeutas que se sumaron al equipo e hicimos esto que ahora tiene treinta años de existencia y que cada vez va dando más frutos”.





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