Los sueños, al igual que los caminos nos llevan siempre a descubrir y alcanzar aquello que anhelamos, y una vez que lo hemos logrado tendremos la satisfacción de algún deseo cumplido. Pero el espíritu del hombre es indomable y siempre seguirá transitando por los caminos de la vida, sin importar cuan largo sea, siempre irá en busca de sus sueños que le den sentido a su vida. Esos mismos caminos me llevaron a recordar una fría mañana de invierno en la ciudad de Resistencia, Chaco.Recuerdo que me encontraba caminado, mientras recorría sus calles céntricas, podía observar a los pocos transeúntes detrás de sus bufandas y sus manos en los bolsillos. En ese momento llevaba conmigo una botella de agua que poco a poco fue quedando vacía con cada sorbo, entonces miré que del otro lado de la calle había un gran contenedor de basura, me acerque y abrí la tapa del para arrojar la botella allí adentro y pude observar a dos niños pequeños durmiendo en su interior, estaban abrazados quizás por el frío de aquella mañana, pero sus caritas sucias me transmitieron una sensación de absoluta paz y de un amor que pocas veces pude ver, bajé lentamente la tapa de aquel basurero para no interrumpir sus sueños y agarré mi botella vacía y la guardé en mi mochila.La figura de esos rostros me acompañaron toda esa mañana mientras caminaba, pero lentamente el calor del sol se aproximaba, eso alivió un poco mi angustia por los dos pequeños que habían quedado varias cuadras atrás en su mundo de sueños. Sin darme cuenta llegué hasta una plaza, me senté en un banco, prendí un cigarrillo y comencé a pensar y preguntarme: ¿Qué soñarán? De pronto comencé a responderme, que todo el mundo tiene sueños y todos son importantes porque forman parte de nuestros deseos: Algunos pueden corresponderse a formar una familia, cambiar de auto, viajar o simplemente triunfar en su trabajo. Pero en aquel momento no podía hacer ningún tipo de conjeturas, la imagen de esos pequeños interrumpía todo lo que pensaba y me preguntaba que todo aquello que sueñen esos pequeños, les tendrían que ser concedidos, porque tal vez no eran sueños faustosos o imposibles de realizar, quizás sus infantiles sueños se resumían simplemente en una tibia cama o con aquel juguete que vieron detrás de una vidriera mientras recorrían la acera en busca de alguna moneda. Aquella imagen me enseñó que a pesar del lugar en donde nos encontremos, siempre estarán presente el amor y los sueños, que son los únicos sostenes ante tantas adversidades. Cuantas veces vemos a familias que tienen todo eso que lo material puede ofrecer, pero bajo ese confortable techo nos encontramos con padres discutiendo todo el tiempo, mientras sus hijos buscan inútilmente la felicidad en cosas superfluas y vacías que mitiguen de alguna forma esa falta de atención o comprensión. Aquella imagen de los pequeños, me enseño que se puede soñar y querer, a pesar de sientan en sus espaldas el cemento frío de una vereda antes de dormir o recorrer las mesas vacías de algunos bares en busca de algo que sobró mientras las personas pasan indiferentes junto a ellos. Han pasado muchos años de aquella escena en una calle chaqueña cualquiera, que era el mundo frío e indiferente de dos niños que tal vez hayan convertido en realidad el sueño de aquel día. Mientras tanto, me seguiré quedando con esa apariencia un poco triste, pero cargada de amor, sueños y esperanzas, esos elementos, que por más que tengamos una vida confortable, a veces nos hacen faltan. PorRaúl Saucedo [email protected]





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