Señora Directora: Terminó la Estudiantina, pero no terminó la preocupación y responsabilidad de los padres sobre lo que se viene, las graduaciones y recepciones, con su consecuente impacto en el bolsillo de cada progenitor que tiene un hijo que termina sus estudios. Para evitar los excesos en ellas, existe una serie de normativas municipales que tratan de regularlas, si éstas se realizan en locales públicos y no en domicilios particulares, sobre los que la comuna no tiene injerencia.La erradicación del consumo de alcohol en la Estudiantina y la ausencia de las tradicionales “guerras” entre colegios de otros años –casi de manera absoluta, porque no fueron eliminados del todo–, puede decirse constituyen un éxito para la Municipalidad y las autoridades escolares. Aun cuando es cierto que falta todavía hacer ajustes para que esa “no violencia” sea ejemplo permanente, debe reconocerse que ha disminuido de manera drástica y difiere mucho con lo de hace diez o más años. Porque vale reconocerlo, este no es un éxito de la gestión actual, sino de una continuidad que ya arrastra varios años y que también distribuye aplausos para quienes hoy ocupan las principales oficinas de San Martín y Rivadavia.Ahora llega el gran desafío de las fiestas de fin de estudios, donde también suelen ocurrir estos abusos, algunas veces exhibidos por accidentes de tránsito graves. Pero otras por los chicos alcoholizados que escandalizan a vecinos y ocasionales transeúntes, y algunas veces terminan a las piñas con contrincantes de circunstancia.Es un desafío y, me parece, las herramientas están para limitarlos al mínimo posible, recurriendo sobre todo a la colaboración de los padres. Aunque es cierto también que a veces son éstos, los mayores, los que generan algunas de esas circunstancias extremas.




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